Trucos sin trampa

Las obras de Elena Alonso ocupan Espacio Valverde bajo un juego de asociaciones libres y una llamada a ralentizar el tiempo

Obra de Elena Alonso, en Espacio Valverde.

Elena Alonso (Madrid, 1981) es treintañera, pero ya para nada una “artista joven”. Si es que alguna vez lo fue del todo. Y lo digo para bien: desde prontísimo la madurez y el dominio de sus recursos técnicos, formales y conceptuales han sido la razón por las que su trabajo imanta la mirada y la imaginación y sigue resonando luego en la memoria. Bajo la fragilidad y reticencia engañosas, con un gusto muy serio por el juego y un humor muy personal, tensa siempre esa cuerda entre la intuición y el rigor que solo algunos grandes artistas saben mantener tirante a lo largo de los años.

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Elena Alonso (Madrid, 1981) es treintañera, pero ya para nada una “artista joven”. Si es que alguna vez lo fue del todo. Y lo digo para bien: desde prontísimo la madurez y el dominio de sus recursos técnicos, formales y conceptuales han sido la razón por las que su trabajo imanta la mirada y la imaginación y sigue resonando luego en la memoria. Bajo la fragilidad y reticencia engañosas, con un gusto muy serio por el juego y un humor muy personal, tensa siempre esa cuerda entre la intuición y el rigor que solo algunos grandes artistas saben mantener tirante a lo largo de los años.

Por eso lo suyo resulta siempre, a la vez, coherente e imprevisible. Cada intervención en un espacio, cada expo, es una calle de doble sentido: hacia atrás, explican y matizan lo que adivinamos a medias en las anteriores. Hacia adelante, nos sorprenden desarrollando temas que siempre estuvieron rondando. Son a la vez un remate y un continuará. En este capítulo flotan por Espacio Valverde, de nuevo, su capacidad para abrirnos la puerta a un espacio mental intermedio, casi una quinta o sexta dimensión: entre pintura, arquitectura, objetos, juguetes; entre forma y función; entre ornamento y estructura; entre nuestros sentidos. Alonso no impone nada: propone que recuperemos cierta calma para que su obra entre por los ojos, por las ganas de tocar y casi acariciar y por el juego de asociaciones libres, esa facultad cada vez más atrofiada.

En Truco, pinta las paredes y convierte la galería en un espacio maleable, casi una obra más (por algo ya hizo antes escenografías). Su contenido es escueto y por eso mismo elocuente. Recicla y desmonta Antojo, el espléndido arco-escultura que se vio en el CA2M, y sus dovelas y sus adornos mutan en tablillas de escayola con incrustaciones y prótesis, en objetos a caballo entre el mueble, la arquitectura a escala y la escultura “de verdad”. Algunas piezas se proponen como módulos para una serialización futura (¿en el próximo episodio?). Son palabras y frases recombinadas para formular sospechas: la sensualidad y la sexualidad que ya latían en sordina en obras anteriores; los materiales nobles y los desechables y la escala de valores que llevan implícita; el trabajo minucioso y manual como un pedestal muy sólido de horas y tiempo sobre el que esculpir, tallar, pulir ideas.

Más que de referencias y citas, Alonso es de experimentar y catar a solas en su estudio. Buscando el tono y la sonoridad mental de estos trabajos, yo pensé en los moldes infraleves de Duchamp, en algunas escayolas de Nauman, en los pedestales-escultura de Brancusi… Continuará.

Elena Alonso. Truco. Espacio Valverde. Madrid. Hasta el 16 de marzo.

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