ARTE / PROYECTOS

El rayo azul

Tras cinco años en activo, Blueproject Fundation vuelve a darle al Borne de Barcelona ese espacio para el arte contemporáneo pensado para el artista 'mid-career'

roberto ruiz

Hubo un espacio mítico en Barcelona en los noventa llamado Sala Montcada. Era un proyecto de la Fundación La Caixa y estaba en la calle del mismo nombre, en el barrio del Borne. Compartía filosofía con la Sala Metrònom y hacía de puente con La Capella y el Espai 13 de la Fundación Miró, los espacios abiertos a los más jóvenes, tanto de artistas como comisarios, hasta que en 2003 llegÓ a Barcelona el centro de arte que hasta entonces no tenía, el CASM. Durante años, hasta que la crisis la cerró en 2008, fue un espacio de referencia para los ar...

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Hubo un espacio mítico en Barcelona en los noventa llamado Sala Montcada. Era un proyecto de la Fundación La Caixa y estaba en la calle del mismo nombre, en el barrio del Borne. Compartía filosofía con la Sala Metrònom y hacía de puente con La Capella y el Espai 13 de la Fundación Miró, los espacios abiertos a los más jóvenes, tanto de artistas como comisarios, hasta que en 2003 llegÓ a Barcelona el centro de arte que hasta entonces no tenía, el CASM. Durante años, hasta que la crisis la cerró en 2008, fue un espacio de referencia para los artistas españoles que empezaban a alcanzar la media carrera, los grandes olvidados de la mayoría de museos. Ya saben: demasiado conocidos para lanzarlos y demasiado jóvenes para consagrarlos. Se habla poco de eso, pero es una de las grandes sombras que hay tras la actual programación de exposiciones. Trabajar en la Sala Montcada implicaba embarcarse en un proyecto nuevo, abierto a la experimentación y a la oportunidad de generar un proyecto de cero.

Justo en ese hueco se sitúa Blueproject Foundation. Abrió hace cinco años también en el Borne con la idea de ensanchar ese escaso espacio para artistas con reconocimiento previo a las consagraciones del museo. Es decir, abrir un espacio de proyectos. La idea fue de Vanessa Salvi, que actúa también, de pulmón económico. Cuando conoció a Renato Della Poeta en la Academia de Bellas de Roma el proyecto empezó a coger forma junto al resto del equipo: Cristina López Morcuende, Pedro Torres y Gerardo Peral. Fue así como abrieron esta fundación que en este corto tiempo ha cogido un peso importante en el contexto artístico de Barcelona. El suyo es un modelo de institución escurridizo. Por un lado, es un espacio independiente en cuanto a subvenciones y recursos públicos o privados de otras entidades, lo que genera independencia a la hora de programar. Por otro lado, las aportaciones económicas de donantes privados la llevan a la etiqueta de fundación privada, que ha patrocinado, a su vez, proyectos de artistas fuera, como el de Ernesto Neto en la última Bienal de Venecia. “Somos una institución dentro del contexto local, es inevitable no considerarse como tal, pero no queremos y no podemos, por escala, asumir cierto peso institucional que podría ser paralizante”, explican a modo coral.

La programación gira en torno a varios focos. Uno es para artistas consagrados que no han expuesto individualmente en Barcelona, y algunas veces tampoco en España. ¿Cómo? Apostando por proyectos site-specific, que ofrecen al público grandes instalaciones inéditas, lo que diferencia a la fundación de otros espacios locales. Esos proyectos se ubican en Il Salotto, una sala de 200m2 sin luz natural por donde han pasado ya artistas como Pieter Vermeersch, Lionel Esteve o la actual Nelo Akamatsu. El otro foco es sobre el arte emergente y más experimental. Ellos ocupan la Sala Project, bajo convocatoria pública y con la cesión de un espacio en residencia para poder desarrollar los proyectos. Allí han trabajado comisarias como Anna Manubens, con Joachim Koester, o Claudia Segura con Jorge Méndez Blake y Mateo López. En esta charla ahondan en ello.

¿Cómo se mide el éxito desde el ámbito institucional?

Para nosotros, lo importante no es proponer algo nuevo u original, o marcar una línea exclusiva de actuación. Intentamos, en nuestra medida, aportar algo interesante al panorama cultural de la ciudad. Pensamos que es importante apostar y apoyar el trabajo intelectual de los artistas, así como dar las condiciones económicas para que puedan realizar sus trabajos.

¿Cómo trabajáis con el contexto? ¿Os interesa la idea de contexto?

Somos un espacio activo en la ciudad y somos partes del contexto. Hemos colaborado con otros muchos espacios, artistas e iniciativas de la ciudad, por ejemplo, con el Big Draw, la Noche de los Museos, el Gallery Weekend y ArtsLibris. Hay otros proyectos que surgen de colaboraciones más específicas, como ha ocurrido con La Poderosa o la Fundació Joan Miró (para el actual ciclo Abaton, en una de las actividades). También somos conscientes de los problemas que el contexto tiene (como la falta de público) y procuramos aportar, participando/proponiendo rutas de visitas que organizamos con los espacios y galerías vecinos. Nuestro contexto es local, pero también internacional. Y al programar ciertas exposiciones, también buscamos ampliar el contexto local.

Y ¿cómo trascender el contexto y proyectarse más allá?

En nuestro caso, procuramos establecer conexiones internacionales y no quedarnos en lo exclusivamente local. Una de las premisas de la fundación es proponer artistas que no han trabajado en el contexto local, lo que creemos que es positivo para el público de aquí y para nosotros, ya que genera proyección fuera de nuestro territorio. La trascendencia también es una cuestión de tiempo.

¿Qué debe tener un proyecto para que sea destacable?

Nos interesa trabajar con proyectos que marcan su propio camino, independientemente de tendencias o del mercado, que sean buenos en sí mismos, es decir, con una coherencia interna y fiel al artista. Discutiendo esta pregunta, Renato nos recuerda el recién fallecido pintor y filósofo italiano Gillo Dorfles, que decía que nuestra época no tiene un gusto único, vivimos en un era de muchísimos gustos («La nostra epoca non ha più un gusto: viviamo nell'era dei moltissimi gusti»). Los artistas, en la contemporaneidad, tienen el privilegio de marcar su propio camino y proponer gustos, conceptos, metodologías de trabajo muy propios, desvinculados de cualquier canon como ocurría en el pasado, en épocas marcadas por reglas y estilos claros, a las que los artistas o las tenían que seguir o ir en contra, en dirección opuesta, para desmarcarse de lo académico o del gusto de la época. Hoy en día estamos liberados de estas premisas, lo que también genera una libertad absoluta en la que cada artista debe encontrar su propia voz. Encontrar estas sintonías únicas no es fácil, pero nosotros procuramos encontrarlas y darles cabida.

Hablen más extensamente del suyo...

En Il Salotto apostamos por proyectos site-specific y nos centramos en esta línea con artistas contemporáneos internacionales. Sin embargo, también tienen cabida otros proyectos como exposiciones colectivas y ciclos de actividades, como fue Passe/Impasse y el actual Abaton, que reúne la instalación sonora Chijikinkutsu, performances, sesiones de vídeo y cine, un encuentro literario y una performance audiovisual para el finissage. En la Sala Project, el perfil de los artistas seleccionados en la convocatoria es más joven, pero también invitamos a artistas de media carrera a exposiciones individuales. Entre ambas salas, procuramos apoyar a los artistas en esta fase, de mid-career, ya que en Barcelona escasean los espacios para tal. Por un lado, hay una serie de espacios y ayudas para artistas emergentes (Can Felipa, Sant Andreu Contemporani y Sala d'Art Jove, entre otros) y por el otro, han desaparecido espacios como Metrònom, la Sala Montcada, etc. Es inevitable que los artistas salgan fuera para avanzar en sus carreras, pero también queremos aportar esta posibilidad en la ciudad.

¿Vivimos ensimismados en el mundo del arte? ¿Miramos demasiado a lo propio?

Por definición, el arte contemporáneo es aquel que habla de la contemporaneidad, de aquello que pasa en nuestro entorno, en nuestro sistema político-social y también en nuestras vidas, de lo más íntimo a lo más abstracto. Por ello, el mundo del arte puede ser un reflejo de las problemáticas de nuestro mundo, de nuestro contexto o del exterior. El arte no es un sistema independiente que se cierra en si mismo, sino que habla de lo cercano y nos ayuda a comunicarnos y a entendernos. El mundo del arte analiza las problemáticas de la sociedad y se aproxima a ellas, intenta reflexionar y proponer, quizás, más preguntas. Hay muchas maneras y temáticas con las que el arte se relaciona con el mundo. Existe este gesto, movimiento, del arte hacia la sociedad, una retroalimentación ineludible. Pero es cierto que desde el interior del mundo del arte muchas veces el discurso no atraviesa sus fronteras y se queda entre los (pocos) que somos. Además de que ese discurso puede estar construido por muchos factores y agentes con intereses muy propios. El mundo de arte somos una minoría, pero al arte se le atribuye un alcance y responsabilidad universales. Quizás haya que equilibrar un poco la balanza. Podemos vivir, o no, ensimismados en un mundo, ya sea el del arte o como en el que estamos, que quizás nos puede dar pistas de lo que somos capaces, como seres productores y consumidores.

¿Vivir del arte es malvivir? ¿Hay salida?

Siempre hay salida, lo difícil a veces es encontrarla o asumirla. El proceso o el camino de cada institución, espacio o artista puede variar mucho. Ser más o menos pesado según el aguante (económico, emocional, físico) de cada uno. Es cierto que el sector sufre, en general, problemas crónicos, externos e internos, que deberían ser trabajados a largo plazo y con mucha educación.

Acabáis de inaugurar una exposición de Julia Llerena, un de las artistas de nueva generación más destacadas. Haced una breve crítica de la muestra...

Julia Llerena ha sido seleccionada en la pasada convocatoria de la fundación y presenta una exposición bastante coherente con sus últimos proyectos. Estrato cero, como título, ya nos da pistas de los intereses y metodología de la artista. Interesada en deshechos cotidianos, que encuentra por la calle en sus derivas por diferentes ciudades, recoleta este material para luego recomponerlos y en este gesto de abstracción de la materia (de algo que deja de ser útil y se convierte en otra cosa) se apoya en la invención de un lenguaje nuevo, con un alfabeto matérico impreciso. La exposición tiene un componente estético muy importante, que lleva al público a resignificar estos pequeños objetos fuera de contexto, combinados con dibujos encontrados en la Carta Arqueológica de Barcelona. Dos elementos dispares que se unen en consonancia en el presente. Desde la fundación nos ha interesado su trabajo y hemos apostado por el proyecto.

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