Columna

Jericó

El documental 'Jericó', en Filmin, es una memoria oral de mujeres colombianas

Fotograma de 'Jericó'.

“Los españoles siempre nos preguntan por Pablo Escobar. Sobre todo desde que se estrenó Narcos. Yo ni siquiera había nacido entonces. Colombia es mucho más que eso”. El que habla es un joven de poco más de 20 años que trabaja como guía turístico de una hacienda cafetera cerca de Manizales, en la región colombiana de Caldas.

Efectivamente, la figura del patrón del mal -que ha vuelto a nuestras pantallas, esta vez interpretado por Javier Bardem- se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de la Marca Colombia en el extranjero. Muy a pesar de algunos colombianos. Al f...

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“Los españoles siempre nos preguntan por Pablo Escobar. Sobre todo desde que se estrenó Narcos. Yo ni siquiera había nacido entonces. Colombia es mucho más que eso”. El que habla es un joven de poco más de 20 años que trabaja como guía turístico de una hacienda cafetera cerca de Manizales, en la región colombiana de Caldas.

Efectivamente, la figura del patrón del mal -que ha vuelto a nuestras pantallas, esta vez interpretado por Javier Bardem- se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de la Marca Colombia en el extranjero. Muy a pesar de algunos colombianos. Al final, muchos extranjeros no sabrán situar Medellín en el mapa, pero gracias al éxito de Narcos, cuelan un hijoeputa malparío en sus conversaciones.

Tradicionalmente, la imagen que nos hemos formado de lugares remotos ha sido a través de los libros y las películas. Por eso mucha gente sigue teniendo como referencia de España el flamenco y el Quijote. Pero gracias a las mil ventanas que nos abre Internet, podemos encontrar rendijas para huir de los tópicos.

Buscando en Filmin me encontré con Jericó. El documental lleva el nombre de la localidad en la que se desarrolla: un municipio de la región de Antioquia, a poco más de 100 kilómetros del Medellín de Pablo Escobar. Sus protagonistas son mujeres con vidas tan variadas y llamativas como las fachadas de colores de las casas de este pueblo, sobre las que resaltan los quicios de puertas y ventanas, pintadas en tonos más alegres todavía.

Las historias componen un retrato coral de las mujeres de este municipio, que podría ser cualquier otro de Colombia. Mujeres que caminan al ritmo de mambo, acuden a misa y van a bailar boleros los sábados al salón. Con bien de rímel en los ojos y pintalabios que demuestra que la coquetería no tiene edad. Y que recuerdan amores que se fueron, mientras amasan arepas. Una memoria oral atrapada por la cámara y que construyen mientras juegan a las cartas con las amigas y se terminan un aguardiente.

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