De ríos y viajes

Pensar el conflicto significa hablar de rebeldía y resistencia, pero también de revuelta y revolución

Manifestantes se enfrentan a tanques soviéticos en Praga en 1968. bettmann / getty

Pensar el conflicto, es decir, el movimiento originado por la contradicción, como un río eterno que constituye la esencia de la historia y en el que todos nos bañamos. Pensar el conflicto en ese sentido significa hablar de rebeldía y resistencia, pero también de revuelta y revolución, diferentes avatares de esa corriente que nunca se detiene, pero que a menudo se distribuye en meandros y se junta de nuevo, ajustando su cauce una y otra vez. Resulta de lo más oportuna la exposición —a sus responsables, y especialmente a Juan Barja, alma del proyecto, les gusta llamarla “intervención”—...

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1. Exposición

Pensar el conflicto, es decir, el movimiento originado por la contradicción, como un río eterno que constituye la esencia de la historia y en el que todos nos bañamos. Pensar el conflicto en ese sentido significa hablar de rebeldía y resistencia, pero también de revuelta y revolución, diferentes avatares de esa corriente que nunca se detiene, pero que a menudo se distribuye en meandros y se junta de nuevo, ajustando su cauce una y otra vez. Resulta de lo más oportuna la exposición —a sus responsables, y especialmente a Juan Barja, alma del proyecto, les gusta llamarla “intervención”— El gran río, que puede visitarse en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta finales de agosto. Oportuna porque, cuando continúa el debate acerca del significado y alcance de la Revolución de Octubre, suscitado con motivo de su centenario, los medios y el ambiente —ese Zeitgeist tejido con nuestro presente globalmente desasosegado—, se empeñan en recordarnos la última gran revuelta del siglo XX, cuyo cincuentenario se conmemora el próximo mayo. En la estela de Soulèvements (“Levantamientos”), la exposición comisariada por Didi-Huberman en el Jeu de Paume hace un año, El gran río (comisarios: Lucía Jalón Oyarzun y David Sánchez Usanos) se presenta —a través de imágenes, textos, vídeos, un “atlas de hipervínculos” que combina toda la información y un modélico catálogo que recoge perfectamente el sentido de la muestra— como una propuesta posible de reflexión, deliberadamente no historicista, sobre las crisis. Inspirada en la idea del río —como en Heráclito, claro, pero enfatizando la idea de flujo y reflujo, como Leonardo da Vinci en su nunca acabado El libro del agua (Abada)—, la muestra no busca imponer una tesis, sino suministrar elementos —y combinarlos— para que cada cual, desde su intransferible subjetividad, “piense lo que viene”, tal como señala Didi-Huberman en su colaboración para el catálogo. Por lo demás, y como complemento a esta muestra memorable, permítanme que recomiende algunos libros recientes relacionados con su temática. Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1968-2018), de Joaquín Estefanía (Galaxia Gutenberg), constituye un relato de los flujos y reflujos, de rebeldía e involución, a partir de la gran ola global de 1968, incluyendo las “revoluciones” conservadoras (Thatcher, Reagan, los neocons) y los movimientos de protesta desde el año 2011 hasta hoy: se trata, en realidad, de la descripción del telón de fondo político/social de una generación que es la del autor. 1968. El nacimiento de un mundo nuevo, de Ramón González Ferrín (Debate), es un documentado ensayo transversal sobre los diferentes “mayos” de 1968: de París a Japón, pasando por Checoslovaquia, México, Alemania, Italia o España. De la resistencia (Armaenia), del filósofo británico Howard Caygill, es un ensayo teórico muy actual acerca de la resistencia política (y sus representaciones culturales) como forma de desafío y lucha contra la opresión, desde la guerrilla armada (la española contra Napoleón, por ejemplo) hasta la protesta pacífica gandhiana, sin olvidar las nuevas modalidades de desafío civil surgidas en las dos primeras décadas del siglo XXI.

2. Destinos

Quien más, quien menos, los que pueden aprovechar la Semana Santa para hacer un viaje ya tienen sus destinos fijados. Escucho en la radio a un operador de agencia de viajes asegurando que el nuevo clima político (un eufemismo para designar la política interior represiva de Erdogan) ha vuelto a impulsar los viajes turísticos a Estambul, la antiquísima capital de cuatro imperios. Lamentablemente, los dos libros que me gustaría recomendarles a quienes la visiten pesan tanto que más vale que los dejen en casa: ya los leerán con calma y atril cuando regresen. El primero es ya un clásico ineludible: el magistral Estambul, de Orhan Pamuk, una hermosa elegía —un híbrido de crónica, memoria y Bildungsroman— sobre una ciudad que se debatía entre la tradición y la modernidad, y que fue esencial en la educación sentimental y en la vocación literaria del joven Pamuk (varias ediciones de distinto peso y mayor o menor carga de ilustraciones en Penguin Random House). El segundo es el monumental Estambul. La ciudad de los tres nombres (Crítica, 942 páginas), de Bettany Hughes, una historiadora especialista en el mundo clásico muy conocida en Reino Unido por su talento para comunicar, como prueba el éxito de las series televisivas o radiofónicas que ha dirigido o escrito sobre temas de su especialidad. Profusamente ilustrado y con una veintena de mapas y cuadros, el libro, que desarrolla la historia de la ciudad “de los tres nombres” (Bizancio-Constantinopla-Estambul) desde la prehistoria hasta la abolición del sultanato (1922; Mehmet VI) y la proclamación de la República (1923; primer presidente, Mustafá Kemal Atatürk), es un prodigio de síntesis, información histórica y amenidad narrativa.

3. Paseos

Pero quizás usted, improbable lector/a, no quiera o pueda salir de vacaciones. Si se decide a emplear su tiempo libre en mirar con ojos diferentes su ciudad semivacía y convertirse por unos días en esa clase de observador apasionado, libre e independiente —esas cualidades que, según Baudelaire, y su traductor alemán, Walter Benjamin, atribuía al verdadero flâneur (“estar en el centro del mundo y, a la vez, permanecer escondido al mundo”)—, les recomiendo un librito antiguo que puede contribuir a convertir sus paseos en una aventura filosófica: Fisiología del flâneur (Gallo Nero), de Louis Huart, publicado originalmente en 1841, cuando París se estaba convirtiendo en la capital de la modernidad. Y si, en atención a los días santos, desea descansar con lecturas apropiadas, no olvide el muy instructivo y sugerente ensayo Jesús y las mujeres (Lumen), del monje laico Enzo Bianchi, en el que, a partir de los textos de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y del llamado “cuarto evangelio” (Juan), se analizan las relaciones de Cristo con las mujeres de y en su vida.

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