Columna

Abuelos

La alta definición identifica al abuelo clandestino en los Sanfermines, y también a los jóvenes que han corrido desobedeciendo al sentido común. No hay detalle que escape al ojo de halcón

Uno de los encierros de los Sanfermines 2017.Javier Lizón (EFE)

Érase un niño llamado Nicolás que cumple años el día de San Fermín y se ríe mucho con los abuelos que corren en los encierros de Pamplona. Hace cuatro días, uno de ellos, medio calvo y descalabrado, se dejaba curar una brecha en la cabeza, causada probablemente por un traspiés seguido de coscorrón contra la acera.

“Cuando vuelva a casa, la abuela le dirá: te lo tienes merecido por atontao. Sólo a ti se te ocurre correr a tu edad. Seguro que el toro pasó de largo porque le diste pena”, imaginaba el niño carcajeándose, buscando más abuelos entre los corredores.

No andaban ...

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Érase un niño llamado Nicolás que cumple años el día de San Fermín y se ríe mucho con los abuelos que corren en los encierros de Pamplona. Hace cuatro días, uno de ellos, medio calvo y descalabrado, se dejaba curar una brecha en la cabeza, causada probablemente por un traspiés seguido de coscorrón contra la acera.

“Cuando vuelva a casa, la abuela le dirá: te lo tienes merecido por atontao. Sólo a ti se te ocurre correr a tu edad. Seguro que el toro pasó de largo porque le diste pena”, imaginaba el niño carcajeándose, buscando más abuelos entre los corredores.

No andaban descaminadas las fabulaciones infantiles porque hay pamplonicas que han corrido más de cuarenta años y no asumen la hora del reuma y del retiro. Probablemente, mienten a la familia todas las mañanas diciendo que van a escuchar las dianas de la banda municipal. Ocultan que el furtivo destino es un tramo poco expuesto donde obtener su dosis diaria de adrenalina haciendo como que corren.

La coartada funcionó hasta la irrupción de las 26 cámaras de TVE, dos en tirolina para captar imágenes aéreas, tres slowmotion, cinco puntos de directo y 20 kilómetros de cableado para 875 metros de recorrido. La alta definición identifica al abuelo clandestino aunque se esconda en un portal, y también a los jóvenes que han corrido desobedeciendo a la novia, padres, hijos y nietos, y al sentido común aventurándose en chancletas y con resaca.

No hay detalle que escape al ojo de halcón. La cámara lenta permite saborear los esprints delante de las astas, pero asimismo recrea secuencias menos artísticas, como el visionado de los mondongos de un mozo entrado en carnes tras ser volteado tripa arriba por una cornada.

Creo que Nicolás no se dio cuenta porque andaba a la caza y captura de abuelos tundidos. Vistos por televisión, los testarazos y cogidas sobrecogen a los adultos pero algunas hacen reír a los niños.

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