Canción de bienvenida

Pere Llobera da un salto conceptual para afrontar una nueva etapa en su pintura

'Sin título' (2016), de Pere Llobera.

Pere Llobera (Barcelona, 1970) suele decir que llegó a la pintura por inercia y que como siempre ha encontrado difícil explicar verbalmente su trabajo recomienda al espectador mirar directamente las imágenes de su obra. Que ahí está todo, en un juego de escapismo: de estilo, de temática, de sentido, de perspectiva y de expectativas. E incluso de sí mismo. No es raro, pues, ver cómo en su nueva exposición en la galería F2 dice adiós para decir hola. Se titula ...

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Pere Llobera (Barcelona, 1970) suele decir que llegó a la pintura por inercia y que como siempre ha encontrado difícil explicar verbalmente su trabajo recomienda al espectador mirar directamente las imágenes de su obra. Que ahí está todo, en un juego de escapismo: de estilo, de temática, de sentido, de perspectiva y de expectativas. E incluso de sí mismo. No es raro, pues, ver cómo en su nueva exposición en la galería F2 dice adiós para decir hola. Se titula Estacional, aunque confiesa que podría llamarse White Album, como el disco de los Beatles que refleja con mayor nitidez sus convulsas dilogías. Porque mucho hay aquí de eso, de catarsis emocional y de necesidad de cerrar una era con la pintura para afrontar una nueva actitud frente a ella.

Para alcanzarla, el artista ha construido un podio de medidas olímpicas, de cinco metros y medio de largo, ensamblando con alegría su vida desde 1979 y resumida en 350 cuadros y 10 carpetas llenas de tesoros personales. Está todo: sus dibujos de cuando era pequeño, los exámenes de la facultad, bocetos a carboncillo, infinidad de retratos, las ideas malas, algunas citas poéticas, varias referencias contraculturales, muchos cuadros buenos, los paisajes de su época en plein air... Lo que se entrevé del apiñamiento remite a sus conocidos retablos amables y amargos, que apelan a la vergonzosa incomodidad de ciertos paisajes comunes, como la resistencia a hacerse mayor o el estar cansado de ser fuerte, y sobre los que tantas vueltas ha dado Llobera. Un mapa emocional del que quiere aquí desprenderse no sin antes salpicarlo a las paredes de la galería, a modo de colofón final con un doble retrato de sus padres y la imagen del patio del que fuera su colegio de pequeño. El resultado es una gran montaña de recuerdos sobre los que el artista se alza para conquistar otro territorio de sí mismo. Subir al pedestal para tirarse de cabeza al futuro.

La exposición supone un salto en esa línea conceptual que siempre ha sido una de las características principales de su pintura. Hasta ahora, su trabajo había sido un exhaustivo análisis metareferencial sobre su oficio, centrado tanto en la disfuncionalidad de la práctica pictórica como en la potencia liberadora de dicha actividad. El poder inútil y eufórico que convierte al pintor en un superviviente que no puede más que seguir pintando. A eso remitía su anterior exposición en esta misma galería en 2014, El mal de Ensor, aunque aquí se despoja del camino fácil y le da un giro a esa lucha crónica contra las virtudes de uno mismo, en una huida desesperada hacia ningún lugar. Un gesto honesto y decisivo. Bienvenido.

Estacional. Pere Llobera. Galería F2. Madrid. Hasta el 18 de marzo.

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