Opinión

Fútbol a lo Hollywood

Una final como la del domingo merecía una buena retransmisión televisiva. Y la tuvo. Mediaset se ha centrado en la tarea

Luis Enrique celebra la victoria del Barcelona en la Copa del Rey. Denis Doyle (Getty Images)

Una final como la del domingo pasado merecía una buena retransmisión televisiva. Y la tuvo. Mediaset se ha centrado en la tarea. Todo augura una jugosa Eurocopa en sus manos. Acostumbrados al lujo tras la revolución que Canal + hizo en su día mostrándonos el fútbol en una nueva dimensión de espectáculo cinematográfico, que el asunto caiga en manos de cadenas generalistas provoca, de entrada, desconfianza. L...

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Una final como la del domingo pasado merecía una buena retransmisión televisiva. Y la tuvo. Mediaset se ha centrado en la tarea. Todo augura una jugosa Eurocopa en sus manos. Acostumbrados al lujo tras la revolución que Canal + hizo en su día mostrándonos el fútbol en una nueva dimensión de espectáculo cinematográfico, que el asunto caiga en manos de cadenas generalistas provoca, de entrada, desconfianza. La prueba de la final copera fue todo un examen del que Manu Carreño y su troupe salieron más que airosos.

Bien es cierto que la materia acompañó. Llegaban las aficiones dispuestas a hacer imperar el sentido común. El que la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, y el ministro Fernández Díaz, ese as de la política que tras condecorar a la Virgen ha querido rendir honores a unos policías acusados de maltratar inmigrantes, se propusieron hacer volar por los aires con la memez de las esteladas.

Hubo pitos independentistas y jaleada sevillana para el himno a partes iguales. Pero se pudieron escuchar sin que las cacicadas técnicas de las retransmisiones públicas las escamotearan como si fuéramos niños de teta. Hubo palco con gestos que acompañaban la fiesta, banquillos incendiados con disgustos como el de Luis Suárez tras su retirada por lesión. Tuvimos hasta un árbitro memorable, gradas ardientes pero ejemplarmente civilizadas y alzada de trofeo con niños a cuchos.

Pero, sobre todo, hubo fútbol… Es decir: nobleza, juego limpio, ambición compartida sin que por ello se tuvieran que traspasar los límites del ventajismo ni el teatro de baratillo. Un Sevilla a la altura de las grandes citas y un Barça que tras menguar con la expulsión de Mascherano y la rabiosa retirada del gran Luis Suárez, supo transmutarse en un equipo volcado al sacrificio coral. Con Messi e Iniesta como amos del reparto y Piqué a la altura del mejor Puyol. Todo cupo en pantalla sin que faltara detalle. Parecía una superproducción de Hollywood. Estelar.

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