Opinión

Mariano ‘no lo sé’

Como finge no tener ni idea y tampoco se moja, casi mejor que no haya aparecido hasta ahora en ningún debate

Mariano Rajoy, durante un mitin en Santa Cruz de Tenerife.Ramón de la Rocha (EFE)

Como finge no tener ni idea y tampoco se moja, casi mejor que no haya aparecido hasta ahora en ningún debate. Excepción hecha de la bufonada con Bertín en la tele amiga (La 1), donde anduvo más locuaz, Mariano Rajoy ha recorrido radios y platós el último mes en cualquier cosa que no sea un cara a cara, exprimiendo la expresión que mejor refleja su propio anquilosamiento: “No lo sé”.

No sabe con quién pactará. No quiere ni oír hablar de un posible relevo —ya de facto, mojándose al menos y dando l...

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Como finge no tener ni idea y tampoco se moja, casi mejor que no haya aparecido hasta ahora en ningún debate. Excepción hecha de la bufonada con Bertín en la tele amiga (La 1), donde anduvo más locuaz, Mariano Rajoy ha recorrido radios y platós el último mes en cualquier cosa que no sea un cara a cara, exprimiendo la expresión que mejor refleja su propio anquilosamiento: “No lo sé”.

No sabe con quién pactará. No quiere ni oír hablar de un posible relevo —ya de facto, mojándose al menos y dando la cara— a cargo de Soraya. Ella aguanta el papelón mientras su jefe juega al cerrojazo dialéctico y, para que decida rematar, se tiene que ver rodeado de acólitos.

Si no hiciera gala de su galleguismo, hasta su electorado, con todo derecho, podría llegar a la conclusión de que el presidente como mínimo se escaquea. Pero no lo hace sólo por cobardía —que sí, sin duda—, sino por error de cálculo. Delata no entender cómo y de qué exigente manera, los ciudadanos demandan a los candidatos mojarse frente a frente.

No hablamos de vieja política. Es política muerta. Enterrada. Cada día que pasa, los votantes lo van dando como amortizado. Sin ganas ni intención de volver a primera línea, suponiendo que se le haya visto ahí alguna vez. Fue todo un exponente del gregarismo, brillante en su exploración de la mediocridad como marca de la casa. Pero el salto al liderazgo, le vino siempre grande.

Esa coletilla insufrible en quien gobierna un país, ese no lo sé redundante que le cuelga del gaznate como un campano, puede que empezara como respuesta comodín y remedio para no mojarse. Lo malo es que a estas alturas va cobrando un sentido muy real. Son muchos los que empiezan a pensar que, efectivamente, no tiene ni zorra de por dónde van los tiros.

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