Vampiros de serie B

'The Strain' tiene a su favor el nombre de Guillermo del Toro, pero se hace repetitiva

David Bradley en 'The Strain'.

Para muchos el nombre de Guillermo del Toro (El laberinto del fauno, Hellboy) es garantía de calidad, de buenos sustos, de producciones cuidadas y de entretenimiento. Para él mismo es una cuestión de hacer lo que le apasiona, lo que él sabe que le gustaría ver en una pantalla. Para otros resulta demasiado gótico e incluso aburrido. Pero es indudable que sabe llamar la atención. The Strain es la primera serie de televisión estadounidense de Del Toro, que a su vez está basada en las primeras novelas del ...

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Para muchos el nombre de Guillermo del Toro (El laberinto del fauno, Hellboy) es garantía de calidad, de buenos sustos, de producciones cuidadas y de entretenimiento. Para él mismo es una cuestión de hacer lo que le apasiona, lo que él sabe que le gustaría ver en una pantalla. Para otros resulta demasiado gótico e incluso aburrido. Pero es indudable que sabe llamar la atención. The Strain es la primera serie de televisión estadounidense de Del Toro, que a su vez está basada en las primeras novelas del director mexicano, reunidas en La Trilogía de la Oscuridad, coescritas junto a Chuck Hogan, que a su vez está basada en un borrador de guion para una serie de televisión.

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En The Strain, Del Toro y Hogan exponen los vampiros que a ellos le gustan. Unos que parecen zombis, que lo único que les daña es la luz del sol y la plata (olvídense del ajo y de los crucifijos), y que quieren dominar el mundo. Ambos producen la ficción televisiva y lo hacen mejor que escribir los libros. El primer volumen de la trilogía, Nocturna, es una historia aburrida y típica que en la pantalla al menos logra a ascender a algo entretenido, a una serie para olvidarse de todo y dejarse llevar. Pero también a una serie que, al menos tras su primera entrega, no pasará a la historia.

A su favor tiene esos vampiros zombis que pueblan Nueva York, el aire cutre de serie B, que no se anda con rodeos a la hora de mostrar a los monstruos, un buen diseño artístico y al veterano David Bradley cortando cabezas de monstruos. En contra, una estructura repetitiva, el hecho de que lo que cuenta en 13 episodios lo podría hacer en menos tiempo, y el bamboleante peluquín de su protagonista, Corey Stoll, quien en ningún momento parece creerse todo lo que lo rodea. Una serie B en todos sus aspectos.

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