Y a la tercera, 'The Killing' resucitó

Contiene solo ligeros detalles de la tercera temporada

Cuando nadie tenía fe en ella, cuando ya había sido desahuciada, llegó la resurrección de The Killing. Fue rescatada del cementerio de las series muertas (ya había sido cancelada por AMC) tras la conjunción adecuada de planetas y factores como la aportación de Netflix a la producción, la disponibilidad y predisposición de los dos pr...

Contiene solo ligeros detalles de la tercera temporada

Cuando nadie tenía fe en ella, cuando ya había sido desahuciada, llegó la resurrección de The Killing. Fue rescatada del cementerio de las series muertas (ya había sido cancelada por AMC) tras la conjunción adecuada de planetas y factores como la aportación de Netflix a la producción, la disponibilidad y predisposición de los dos protagonistas y el repentino cambio de idea de AMC. La tercera entrega deja atrás el caso del asesinato de Rosie Larsen y la decepción que supuso para muchos de sus seguidores el final de la primera temporada, se desliga completamente de la serie original danesa, y se adentra en el sórdido mundo de la prostitución adolescente en una temporada que ha ido a más con el paso de los capítulos.

Linden y Holder. Holder y Linden. Joel Kinnaman y Mireille Enos, dos actores que han dotado de vida propia a dos personajes complicados, cada uno a su modo. Su relación ha sido uno de los puntos fuertes de la serie desde el principio. Tras dar un final aceptable a los dos personajes en la segunda temporada, la tercera reencontraba al espectador con los dos policías en diferentes puntos de su vida. Linden, alejada de la comisaría y al margen de esos casos que la terminaban obsesionando hasta lastrar su vida. Holder ha dejado sus adicciones atrás gracias a una vida estable, ascendido a sargento y vistiendo traje (que al poco tiempo termina cambiando por su sudadera de siempre). No solo ellos se vuelven a encontrar. También los espectadores disfrutamos con su complicidad. Como si volviéramos a ver a unos amigos a los que hace mucho tiempo que no vemos.

Seattle sigue siendo igual de oscuro (llueve algo menos, pero el mundo que nos muestra es mucho más oscuro que el de los capítulos previos). Y la temporada va dejando al desnudo poco a poco las almas de los dos protagonistas, restando importancia a la identidad del asesino. Linden ve cómo los fantasmas del pasado regresan para ponerla al borde del precipicio. Holder no es tan duro como puede parecer y se derrumba en más de una ocasión. Así hasta llegar a los que posiblemente sean los mejores capítulos de la serie (y de todo el verano seriéfilo), uno de ellos dirigido por Jonathan Demme (El silencio de los corderos). Mejor no contar nada sobre ellos y descubrirlos por uno mismo. Solo diremos que merece la pena llegar hasta ahí.

Y siempre Holder y Linden. Solos por separado y solos cuando están juntos. Y, a pesar de esa soledad, cada uno necesita al otro. No parece probable que la serie regrese para una cuarta temporada. La forma en la que ha resucitado cuando parecía muerta merecería una continuación. Pero, si no, la despedida ha sido por todo lo alto.