Aeronáutica

“¿Pollo o pasta?”. Cada vez que las azafatas de un avión transcontinental me hacen esta pregunta pienso en la televisión. ¿Pollo o pasta? La reducción de las ofertas a dos elementos primarios modifica cualquier placer electivo. En nuestros tiempos, pese a las enormes posibilidades de comunicación, es habitual ver reducida la paleta de toda disciplina a dos colores que, pareciendo antagónicos, no son más que límites de un coto reducido. Uno mira la parrilla de las televisiones en abierto y escucha a la azafata: “¿Pollo o pasta?”.

Es habitual que se utilice el deporte para compararlo con ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“¿Pollo o pasta?”. Cada vez que las azafatas de un avión transcontinental me hacen esta pregunta pienso en la televisión. ¿Pollo o pasta? La reducción de las ofertas a dos elementos primarios modifica cualquier placer electivo. En nuestros tiempos, pese a las enormes posibilidades de comunicación, es habitual ver reducida la paleta de toda disciplina a dos colores que, pareciendo antagónicos, no son más que límites de un coto reducido. Uno mira la parrilla de las televisiones en abierto y escucha a la azafata: “¿Pollo o pasta?”.

Es habitual que se utilice el deporte para compararlo con la política. En España —donde el fútbol es tan preponderante que la pregunta de la azafata sería ¿pollo o pollo?—, los recientes éxitos se han utilizado para contrastarlos con la pobreza del panorama político. Se ha procedido a la ficción de Delbosquecizar los Gobiernos, invocando la prudencia, el temple, la exigencia y la apertura de miras, que le sobran al entrenador y faltan al poder. A nadie parece preocuparle que la resonancia de los triunfos no deja ver la enorme burbuja que un día se pinchará trágicamente. Pero ¿y si la mejor metáfora de nuestro panorama político la buscáramos en la televisión?

Corrupción, preponderancia del negocio rápido, desprecio por la calidad frente a baremos populistas, carencia formativa, sectarismo y amiguismo en las concesiones, invisibilidad de lo complejo, ocultación de todo personaje relevante y útil a la sociedad para primar la aristocracia de la zafiedad, que además se exprime bajo contrato tras la pátina del interés mayoritario. Hasta un desarrollo tecnológico frustrado por la mezquindad, con cimas como la implantación de la TDT o la alta definición, hoy sumidas en realidades de tebeo. La distracción impide que la sociedad civil se sienta involucrada, como si la televisión no fuera con nosotros, y así hasta el concepto de televisión pública se ha convertido en indefendible para muchos por la mala gestión y la enorme corrupción con que los altos cargos han regido los canales. El resentimiento y la sensación de estafa e inutilidad se ha dirigido hacia el servicio público en lugar de contra sus responsables. Como si tras un mal aterrizaje del piloto clamáramos contra la aeronáutica. Como clamamos contra la política confundiéndola con los políticos.

Archivado En