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"En las elecciones griegas la presión externa ha sido máxima, pero las estrategias para incidir en el voto no siempre resultan eficaces"

En las elecciones griegas la presión externa ha sido máxima, con el Financial Times pidiendo el voto para el centro-derecha y un ministro británico, la expulsión del país del euro. Las estrategias para incidir en el voto no siempre resultan eficaces. El partido Syriza, que surge tras el fracaso de la izquierda moderada, suele invocar un detalle nada marginal. Expulsar a un país del euro sin su acuerdo es una tarea muchísimo más complicada que la que se ha propagado desde el poder central del continente, por tanto, el único futuro es la negociación, establecer condiciones desde ambas p...

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En las elecciones griegas la presión externa ha sido máxima, con el Financial Times pidiendo el voto para el centro-derecha y un ministro británico, la expulsión del país del euro. Las estrategias para incidir en el voto no siempre resultan eficaces. El partido Syriza, que surge tras el fracaso de la izquierda moderada, suele invocar un detalle nada marginal. Expulsar a un país del euro sin su acuerdo es una tarea muchísimo más complicada que la que se ha propagado desde el poder central del continente, por tanto, el único futuro es la negociación, establecer condiciones desde ambas partes y sacudirse, en la medida que sea posible, la sensación de imposiciones macroeconómicas para un país que está al borde, y esta es una realidad, del estallido social.

El cuento griego contiene lecciones útiles para los españoles. Alexis Tsirpas es el líder surgido del desencanto y su biografía apunta a una generación central en esta crisis. Nacido días después de que regresara la democracia a su país en 1974, presenció el crecimiento económico y disfrutó de él durante su juventud, pero sus votos nacen del descrédito democrático por el uso partidista de las instituciones y el desaprovechamiento de la bonanza financiera para reforzar la igualdad y la honestidad.

Es protagonista periférico de la generación que comienza a estar harta del mecanismo burocratizado, el inmovilismo de los partidos tradicionales y sus pocos reflejos para entender que nos hallamos ante una crisis política más profunda que la que los datos económicos, desoladores, dejan traslucir. La austeridad sobrevenida es incomprensible para quienes han crecido bajo estrategias que se erigían en el alfa y omega de la economía mundial. La reforma que castiga a las clases medias provoca una rabia social peligrosa, que los encorbatados tecnócratas no quieren escuchar, convencidos de que si ellos fueron causantes de la enfermedad sabrán mejor que nadie encontrar la vacuna. Pero Grecia siembra de dudas este dogma, que hasta ahora gana las elecciones en el resto de Europa.

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