Mónica Beck: “Un periódico es un bastión, un pilar de la sociedad”
Diseñadora gráfica y violonchelista, esta suscriptora mexicana encuentra en EL PAÍS “una ventana” a Europa, Estados Unidos y a México
Mónica Beck es diseñadora gráfica y violonchelista. Nació en Ciudad de México hace 52 años y hoy vive en Valle de Bravo, a unos 130 kilómetros de la capital, con su familia. Volcada en la vida cultural de su pueblo, es una lectora de prensa atenta y exigente. Encuentra en EL PAÍS “una ventana” a Europa, pero también a Estados Unidos y a México, un país que no cambiaría por ningún otro pese a haber dado la vuelta al mundo y que quiere que se conozca más allá de los tópicos del boxeo, las telenovelas y los narcotraficantes. Habla con pasión de periodismo y pensamiento crítico, empezando por sus recuerdos.
Pregunta. ¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con el periodismo?
Respuesta. Me acuerdo de que en mi casa, los domingos, mis papás invitaban a toda la familia. El tema de la sobremesa era la política y la vida política en México. Mis abuelos se pasaban el tiempo hablando de historia y mi abuela leía tres periódicos a diario. Para participar de esa mesa familiar uno no podía decir cualquier cosa, tenía que estar muy informado.
P. ¿Y cómo se informaba?
R. Ya en mis años universitarios, con tantas horas en la mesa de dibujo preparando las entregas, primero de arquitectura y después de diseño gráfico, ponía la radio. Siempre he seguido a la periodista Carmen Aristegui. Y en mi casa también eran suscriptores de periódicos y de revistas. Era parte del ritual de todos los días que llegara el Excélsior. Y hoy tengo una relación con la prensa escrita que, pienso, dejé en herencia a mis hijas.
P. Hoy ha cambiado el ecosistema informativo. ¿Qué espacio cree que ocupan los periódicos?
R. La prensa escrita es fundamental, por eso he apostado por ser suscriptora de medios como EL PAÍS, The New York Times o The Atlantic, que creo que mejoran nuestra vida política y social. No es solo cuestión de que me voy a enterar de las cosas, sino de que voy a poner dinero para que esto suceda. Es algo muy consciente.
P. Ese vínculo va más allá del hecho de leer noticias y reportajes.
R. Un periódico es un bastión social, un pilar de nuestra sociedad. Es muy importante que haya prensa crítica. Es muy diferente pasarse cinco minutos leyendo para enterarse de si los rusos hoy destruyeron otra ciudad o quedarse 10 minutos con un artículo de opinión. Es una interacción con la prensa muy diferente. Y no me parece trivial que haya un periódico o un periodista que me está filtrando la noticia. Hay una redacción que está haciendo de embudo y que de una forma inteligente me está invitando a una conversación.
P. ¿Le preocupa el bombardeo de información que nos llega de manera indiscriminada desde las redes sociales?
R. Me encanta una serie de ensayos que escribió Alessandro Baricco que se llamaba The Barbarians. Hablaba de esto, cuando hay un tsunami de información no puedes profundizar. Si te tomas un vino cuya uva fue sembrada hace 20 años y estuvo en barricas otros 10, te quedas en ese vino y profundizas. Pero con tanta variedad, todo es muy vano y superficial. Hemos llegado a esta interacción con el mundo en la que ahora eres dueño y señor de todos los datos. Parece democrático, pero finalmente no hay pensamiento crítico para poder hacer algo con eso. No parece muy atractivo decir que ya no necesitamos a nadie porque somos los dueños de la verdad. Cuando yo crecí, en esas mesas de domingo había gente que era más de izquierda o más de derecha. Pero negociaban, trataban de convencerse, compartían.
P. ¿Guarda en su memoria de lectora alguna historia en un lugar privilegiado?
R. Me despierto a las cinco y me lo leo todo de cinco a siete. De EL PAÍS me gusta mucho que le apuesta a la cultura y a tratar de entender qué está pasando en la política a través de la cultura. En Babelia o en suplementos como Icon siempre hay pensamiento crítico. O en las entrevistas de Berna González Harbour, una gran conversadora.
P. ¿Hay algo que le gustaría leer en la prensa?
R. Me gustaría que hubiera más casos de éxito. Ver a gente normal. Yo estoy con mi vida en Valle de Bravo, soy invisible y esto también es México.