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Aguas fecales y turismo: Tenerife, el paraíso contaminado

La plataforma Stop Vertidos al Mar denuncia la grave contaminación que sufre la isla canaria: “Se ve la espuma marrón en el mar y a los turistas bañándose”

César Borges vive en Punta Brava, un barrio del Puerto de la Cruz, al norte de Tenerife, en una casa blanca justo frente a un emisario de aguas residuales. Por la ventana, la misma por donde su madre le vigilaba de niño, ve a veces cómo las aguas donde se crió se manchan de marrón. Después de toda la vida allí, este profesional ya retirado de bodyboard, un deporte acuático, cuenta con amargura cómo su hija le pregunta adónde van a ir ahora a bañarse. Playa Jardín, el corazón ...

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César Borges vive en Punta Brava, un barrio del Puerto de la Cruz, al norte de Tenerife, en una casa blanca justo frente a un emisario de aguas residuales. Por la ventana, la misma por donde su madre le vigilaba de niño, ve a veces cómo las aguas donde se crió se manchan de marrón. Después de toda la vida allí, este profesional ya retirado de bodyboard, un deporte acuático, cuenta con amargura cómo su hija le pregunta adónde van a ir ahora a bañarse. Playa Jardín, el corazón social de este barrio, cerró en julio del 2024 por contaminación fecal. Una fisura en el emisario submarino ha estado vertiendo durante años aguas fecales sin tratar a pocos metros de la costa. Y aunque la playa reabrió en junio de 2025, tras supuestas reparaciones, los vecinos aseguran que han sido parches que no resuelven el problema. “¿Qué les dejo a mis hijas, o a mis nietos?, ¿qué les voy a dar?, ¿mierda?”, se pregunta César.

Los emisarios son tuberías que llevan aguas residuales al mar, normalmente, tras pasar por una depuradora. Sin embargo, cuando falla o no existe, vierten aguas fecales sin tratar. Estos vertidos no pasan solo en Tenerife. Valencia, Baleares y destinos mediterráneos como Nápoles enfrentan crisis similares por turismo masivo. Según datos oficiales de 2025, Canarias concentra 400 puntos de vertido, de los que casi 216 funcionan sin autorización.

De esos 400, un 45% están en Tenerife. En 2021, en esta isla había 195 puntos de vertido censados por el Gobierno de Canarias: 56 en espacios protegidos y 128 no autorizados.

“Dicen que estamos manchando la imagen del Puerto de la Cruz, pero es algo real que está ahí”, denuncia Tania Hernández, vecina de Punta Brava y portavoz de la plataforma Stop Vertidos al Mar. “Se ve la espuma marrón en el mar y a los turistas bañándose”.

El problema en Tenerife no se limita a Punta Brava. Este verano se cerraron varias zonas de baño: en julio, las playas de La Jaquita y La Batata, en el sur; en agosto, las piscinas naturales del Caletón, en el norte. Todas por contaminación fecal. Blanca Pérez, consejera de Medio Natural del Cabildo de Tenerife, reconoce que es “una tarea ardua y difícil que se arrastra temporalmente” y asegura que resolver esta contaminación representa “un objetivo prioritario para esta isla”.

Vertidos fantasma

Los emisarios sin autorización son producto de años de falta de planificación urbana y vigilancia. Urbanizaciones, hoteles y núcleos residenciales han llegado a instalar sus propios sistemas de evacuación —desde tuberías rudimentarias hasta emisarios submarinos—, en algunos casos conectados a depuradoras, pero en otros sin ningún tratamiento previo.

Una rápida comprobación en el Puerto de la Cruz, con ayuda de miembros de la plataforma Stop Vertidos al Mar, permite identificar al menos dos emisarios no registrados en el último censo de vertidos, pudiéndose deducir que están activos por el olor fétido, los desechos sanitarios y las moscas. La geolocalización de los puntos documentados en las inmediaciones de Playa Jardín fue contrastada con el mapa oficial de Grafcan —empresa cartográfica del Gobierno de Canarias y creadora del visor oficial—, confirmando que no aparecen registrados.

Felipe Ravina, biólogo marino y documentalista submarino que ha pasado parte de su vida buceando en los mares tinerfeños, afirma: “Sin hacer una búsqueda exhaustiva, conozco más de 10 emisarios que no están en el mapa. Buceando e incluso en tierra”.

Si ya los datos son preocupantes —216 vertidos sin autorización— es imposible conocer la magnitud real del problema. Además, por la falta de vigilancia, tampoco se puede garantizar que los vertidos autorizados no estén también contaminando, como es el caso de Punta Brava.

La respuesta a por qué pasa esto está en unas infraestructuras deficientes y el crecimiento demográfico. Tenerife arrastra décadas de problemas en el saneamiento, por escasez de alcantarillado, falta de depuradoras, mantenimiento irregular y vigilancia laxa.

“Aquí ha sido pegar cemento sobre cemento y tirar para adelante. ¿Y dónde metemos toda la mierda? Al mar”, resume Iván Cerdeña, ingeniero y portavoz de la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza (ATAN). “Es construir sin planificar y sin poner límite a nada”.

El problema se remonta décadas atrás. “En los años 90, con dinero europeo, se construyeron más de 60 depuradoras. La mayoría resultó inservible porque la mayor parte de la población carecía de alcantarillado”, explica Eustaquio Villalba, geógrafo, activista ambiental y profesor universitario retirado. Villalba apunta que muchas de aquellas instalaciones fueron abandonadas y hoy quedan vestigios de algunas.

La presión demográfica

En 2024, figuraban en el padrón de Tenerife 955.063 personas: un incremento poblacional del 7,6% en los últimos 10 años (la media española es del 4.5%). La población crece pese a que muere más gente de la que nace. “Somos cada vez menos los nacidos en Canarias, sin embargo, la población sigue creciendo”, explica Villalba.

Parte del crecimiento corresponde a extranjeros, principalmente de Europa del norte, que establecen su segunda residencia en la isla. Según el Colegio de Registradores de España, en 2023 los extranjeros representaron el 28,8% de las compraventas de vivienda en Canarias. En Santa Cruz esta cifra alcanzó el 35,9%.

A esto se suma el turismo. En 2024, según el Instituto Canario de Estadística (ISTAC), las islas recibieron 17,77 millones de turistas. “Es una población flotante, pero permanente, que usa carreteras, agua, energía y genera residuos”, explica Villalba. “Celebramos cada récord de visitantes sin pensar en las consecuencias”.

Las consecuencias se invisibilizan

Todo esto choca con el enorme valor natural de las islas. El archipiélago es una de las regiones más biodiversas de la Unión Europea. Según la Comisión Europea, Canarias, Azores y Madeira, albergan el 28% de las especies vegetales de la UE. “Tenemos una población estable de cetáceos y una población residente de calderones. Esto nos hace un lugar único en el mundo”, explica Ángel Gutiérrez, doctor en Ciencias Biológicas y profesor de Toxicología en la Universidad de La Laguna.

Felipe Ravina, que dedica su labor a la conservación marina, afirma, “habría que tener esto como un tesoro a nivel mundial”. Pero, como explica, buceando cerca de los emisarios “salen muchas cosas sólidas, de un tamaño que ves que no hay prácticamente filtro”.

Los efectos en la salud humana también son difíciles de documentar, pero igualmente reales. Los hijos de Moisés Martín, vecino de Punta Brava, sufrieron las consecuencias tras un baño en el Lago Martiánez —complejo de piscinas en el Puerto de la Cruz, llenadas con agua supuestamente filtrada, bombeada directamente del océano—. “Imagínate, la piel viva, empezó con una llaguita y terminó siendo así”, relata Moisés sobre las heridas de unos 10 centímetros que aparecieron en sus hijos de dos y cinco años. Lago Martiánez está rodeado por seis puntos de vertido, ninguno autorizado.

En Las Américas, playa de surf, las consecuencias son rutinarias. Ilaria Versolato, surfista italiana, describe los síntomas habituales: “Náusea, vómito y fiebre. Nos pasa a todos, hoy te toca a ti, mañana a mí”.

Marcelo, instructor de surf, ha visto empeorar la situación: “En enero, de 30 monitores más de 10 se enfermaron. Después de lluvias tenemos 30% de cancelación porque se enferma la gente”. Como la mayoría de locales, no va al médico cuando enferma porque sabe qué le ha sucedido. Pero incluso si fueran, según Gutiérrez, “cuando una persona va con una afección gastrointestinal al médico, la etiología de esa infección muchas veces no se puede determinar”. Esta doble barrera contribuye a invisibilizar la problemática.

Sesay Martín y su hermana son la tercera generación en una tienda de souvenirs y alimentos en Punta Brava. Ella afirma que, durante los meses que la playa cerró, sufrió una “bajada del 38,8% de ventas”. Su supervivencia depende de la playa: “Si tenemos que poner dinero nuestro, esto se acaba.”

Otros negocios relataron afectaciones similares. Aunque Playa Jardín reabrió en junio de 2025, los vecinos aún presencian espuma. Tania Hernández, de Stop Vertidos al Mar afirma: “Estoy frustrada e indignada. No ha habido ningún cambio, ninguna obra de gran calado.”

Los turistas empiezan a percibir el problema. Dos jóvenes británicos de Cambridge, en su segunda visita a la isla, no se bañaron en el mar: “Un local nos dijo que en esta área hay vertidos fecales”. Como advierte el geógrafo Villalba: “Estamos poniendo en riesgo la calidad de vida de sus habitantes y la principal actividad económica que es el turismo”.

Todas las administraciones tienen algo que ver con lo que está ocurriendo. Según la consejera de Medio Natural del Cabildo de Tenerife, los vertidos dependen del Gobierno de Canarias; el alcantarillado, de los ayuntamientos, y el cierre de playas, de Sanidad. Cuando se pregunta a Pérez por el impacto ambiental, su respuesta es: “Yo no soy la científica que dice cuál es la situación”. Para ella, la responsabilidad es “compartida entre instituciones y vecinos”. Mientras, la Fiscalía Provincial investiga a seis cargos públicos —incluida esta consejera— por su papel en los vertidos de Playa Jardín.

Tras décadas de inacción, las administraciones canarias han puesto en marcha el mayor plan de inversiones de su historia para abordar los vertidos. Carlos Rodríguez Acosta, administrador único de Hidrotec Aguas SL y especialista en obras hidráulicas con 30 años de experiencia, confirma la magnitud de la inversión: “Se ha firmado un convenio con ACUES donde han inyectado en torno a 200-250 millones de euros. Las obras llevan más de tres años en ejecución y hay muchísimas que se están terminando”.

Desde la sociedad civil, Iván Cerdeña apoya la implementación de depuradoras naturales, como alternativa sostenible, criticando el consumo energético de las convencionales. Eustaquio Villalba plantea la necesidad de “separar aguas negras de grises. No es lo mismo el agua de la ducha que la del váter. Unas son fácilmente reutilizables”. Pero, para Villalba, las soluciones técnicas no bastan. Por ello, defiende: “Establecer el ‘hasta aquí llegamos’. No podemos decir que limitamos el número de visitantes y seguimos construyendo hoteles, es absurdo.”

Estas demandas se han cristalizado en el movimiento social Canarias Tiene un Límite, que reclama “detener la construcción de nuevos complejos turísticos y regular el alquiler vacacional.” La plataforma también propone una tasa turística cuyos fondos se destinen a la conservación, vigilancia y recuperación de espacios naturales. Felipe Ravina advierte: “Si no hay un cambio radical, estamos condenados. El modelo está caducado y hace falta cambiarlo.”

Incluso desde el sector hotelero se reconoce la necesidad de límites. José Fernando Cabrera, empresario, afirma: “Estoy totalmente de acuerdo, creo que Canarias tiene un límite. Hay que hacer un estudio de capacidad de carga por cada isla y municipio para ver cuál es el máximo desarrollo que se puede alcanzar sin comprometer a las generaciones futuras”.

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