Un día en Bicimad se convierte en una novela de Kafka

En un recorrido de EL PAÍS por las estaciones de bicicletas públicas de Madrid, los usuarios sufren falta de bicis, fallos del sistema, información caótica, cobros indebidos, bloqueo de cuentas y mucha frustración

Un usuario de Bicimad intenta dejar una bici nueva en una estación antigua, el pasado jueves. Foto: CLAUDIO ÁLVAREZ | Vídeo: EPV

A las nueve de la mañana del jueves, la estación de Bicimad —el sistema de bicis públicas de Madrid— de la glorieta de Embajadores solo tiene tres bicis: dos tienen la luz verde (se pueden usar), pero una está en rojo (no funciona). De ellas, una tiene el sillín girado hacia atrás, un aviso en clave entre usuarios para saber que da problemas. Pruebo con la otra, que es una bici antigua y blanca; con la tarjeta de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) se libera. Este era el único sistema que funcionaba hasta marzo: un tipo d...

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A las nueve de la mañana del jueves, la estación de Bicimad —el sistema de bicis públicas de Madrid— de la glorieta de Embajadores solo tiene tres bicis: dos tienen la luz verde (se pueden usar), pero una está en rojo (no funciona). De ellas, una tiene el sillín girado hacia atrás, un aviso en clave entre usuarios para saber que da problemas. Pruebo con la otra, que es una bici antigua y blanca; con la tarjeta de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) se libera. Este era el único sistema que funcionaba hasta marzo: un tipo de estaciones y un tipo de bicis, que se podían desanclar con la tarjeta o con una aplicación. Pero desde entonces coexisten dos tipos diferentes, dos tipos de aplicaciones y dos tipos de estaciones que deberían ser compatibles, pero que en realidad casi nunca lo son.

Lo compruebo en una estación en el paseo de Yeserías que resulta ser de las nuevas. Para dejar una bici antigua en una estación nueva, se supone que basta con aparcarla junto a la base y cerrar el candado trasero que incorporan estos vehículos. Pero el candado no cierra, y no se puede abandonar sin más: podrían robarla. Hago la primera llamada del día a la EMT, gestora de Bicimad. Me explican que si el candado no cierra tengo que llevar la bici a una estación antigua. ¿Pero dónde están? La operadora no lo sabe, no aparece en la app, el Ayuntamiento no lo dice y yo lo desconozco. Han desaparecido centenares de bicis, cuyo precio es de 2.400 euros. En la primera semana EL PAÍS comprobó que las bicicletas perdidas superaban las 500. El Ayuntamiento, que ha invertido 48 millones de euros en la reforma, no da datos pero sostiene que la mayoría se han recuperado, aunque en muchas calles siguen apareciendo velocípedos abandonados.

Bicis viejas (blancas) y nuevas (azules) en la estación de Bicimad de Conde de Romanones, en el centro de Madrid. Claudio Álvarez

Mientras decido qué hacer llega Carlos López, de 39 años. “Llevo años usando el servicio, pero ahora no hay bicis en ningún sitio”. López prueba a sacar una bici azul, sin éxito. “Me voy a tener que ir en metro otra vez”, dice resignado. Yo también me resigno y empiezo a dar vueltas con la bici en busca de una estación antigua. Tras 15 minutos, la encuentro en la calle Toledo. Un trayecto de ocho minutos se convierte en 30.

Para probar las bicis nuevas, azules, vuelvo a la estación anterior. Intento desanclarla con la app antigua, que da diferentes errores: no tiene la cuenta activada, la bici no existe, hay un problema con la red, no se puede conectar… Pruebo con la app nueva y se suceden otros 10 fallos. Llamo otra vez a la EMT. “Hay problemas con el sistema nuevo. No sabemos por qué ocurre ni podemos mirar nada”. Pido hablar con el soporte técnico. Aquí arranca el soniquete que más veces ha vivido cualquier usuario de Bicimad este mes: “Todos nuestros operadores se encuentran ocupados”, dice una voz mecánica, seguida luego por una musiquilla repetitiva como de ascensor que se te mete en el cerebro.

Un usuario comprueba cómo falla la 'app' de Bicimad ante una de las bicis nuevas. Claudio Álvarez

Tras 10 minutos a la espera, decido coger el metro, porque tengo una cita médica y voy a llegar tarde. No está Bicimad como para confiarle tu salud. Me voy en metro sin colgar el teléfono. A los 36 minutos de espera me canso y desisto. El Ayuntamiento se niega a revelar cuántas llamadas se quedan sin responder, pero las quejas de los usuarios hacen intuir que deben de ser miles. El primer día del nuevo sistema me cobraron dos trayectos que debían ser gratuitos y no he conseguido que me devuelvan el dinero.

Busco una bici en la estación nueva de la calle Quintana, cerca de Argüelles. Lo intento con una app y con la otra, muchas veces, sin éxito. Leonardo Bris, de 55 años, consigue dejar una. “Antes usaba el servicio todos los días y ahora es imposible, no te puedes fiar de que funcione. Llamas y no te cogen el teléfono. Es un despropósito”, se queja. Le pido ayuda para desbloquear una bici azul. “Lo normal es tener que intentarlo muchas veces”. Tras otros diez intentos, consigo sacar una, que dejo en Lavapiés. Mágicamente, el candado esta vez sí funciona.

Las 22 bases de la estación de Bicimad de la plaza de Ramales, vacías este miércoles. Claudio Álvarez

Para el siguiente recado, voy a la estación de ronda de Atocha, que era vieja y acaban de sustituir por una nueva. No hay ninguna bici. Camino diez minutos hacia otra base, cerca de Atocha: en sus 27 espacios solo hay una bici nueva. No se desbloquea. Llamo por tercera vez a la EMT. “Todos nuestros operadores están ocupados”. Y otra vez esa musiquilla infernal. Francisco Collado, de 32 años, deja una bici: “En Atocha hay cuatro estaciones y ninguna tiene bicis. Llamas y no te cogen el teléfono, no dan soluciones”, se lamenta. Sigo intentando desbloquear la bici y lo consigo 15 minutos después. Sumando el paseo y la tortura, media hora para un trayecto de diez minutos. No me han cogido el teléfono.

Usuarios bloqueados

Llego a Puente de Vallecas, donde hay una estación antigua, y dejo la bici nueva cerrando el candado trasero. Parece que funciona, pero aguardo a que se vea en la app por si acaso. No todo el mundo puede hacerlo: hay usuarios a los que no les aparece ya esta función. Quienes dejen las bicis sin anclar, aunque sea por un fallo de Bicimad, pueden ser multados con cinco euros, y la segunda vez le bloquean la cuenta. Le ocurrió a Alejandro Cencerrado, de 36 años, tras usar el servicio durante meses: “Me han bloqueado sin avisar por dejar una bici sin candado. Intenté explicarles que el candado no funcionaba, pero no me dan ninguna solución. Es indignante”, dice. Lo mismo le pasó a José Antonio Jiménez, de 53 años: “Me han bloqueado sin explicarme el motivo y ya no me dejan coger bicis. He llamado varias veces y jamás me cogen el teléfono”, se queja.

Alejandro Cencerrado, usuario de Bicimad al que le han bloqueado la cuenta.Claudio Álvarez

Un rato después quiero coger otra bici en Puente de Vallecas. En la base hay ocho, cinco nuevas, dos viejas y una BicimadGo, que tiene otro sistema: se pueden dejar en cualquier sitio, ampliando la confusión. Si para los usuarios veteranos es difícil de entender, para los nuevos —que han llegado con la promesa de la gratuidad— es imposible. Intento desanclar la única bici antigua con luz verde con las dos app. Sin éxito. Pruebo con la tarjeta de la EMT: se desancla, pero no se abre el candado trasero, así que no se puede usar. La perspectiva de escuchar otra vez la musiquilla me pone de los nervios. Busco otra estación.

Camino diez minutos hasta la calle Cerro de la Plata. Solo hay tres bicis viejas disponibles. Las apps no funcionan, pero la tarjeta sí, y parece que el velocípedo también. Comienzo a pedalear y me llevo otra sorpresa: el motor va mal y la batería se para y no tiene casi fuerza, algo que ocurre a menudo con el modelo antiguo. Y estas bicis pesan mucho. Llego a la esquina del parque del Retiro, donde hay una estación de las nuevas. Intento anclar mi bici vieja con su candado trasero, pero una vez más no me deja.

Una bicimad abandonada en la calle del Hierro de la capital. Claudio Álvarez

Siguiente llamada a Bicimad. Esta vez no escucho la musiquilla infernal porque directamente me cuelgan. Lo intento otra vez y me vuelven a colgar. Mientras, hablo con Eduardo Rodríguez, de 31 años. “He usado Bicimad a diario ocho años, pero ahora no puedo. El otro día fui de Argüelles a Legazpi, casi una hora de camino, buscando bicis por unas 15 estaciones y ninguna funcionaba”. Al final, es incapaz de sacar una bici y se va andando a buscar otra base. Llamo al servicio técnico otras tres veces y me cuelgan.

Con un cabreo importante, decido volver a casa. Llego a la ronda de Atocha. Sigue sin bicis. Intento dejar la mía y no se cierra el candado. Así que paso de escuchar otra vez la música infernal y directamente busco una estación antigua. Montar en bici suele ser una experiencia agradable, pero hacerlo estos días con Bicimad se ha convertido en una novela de Kafka.

Soluciones para el caos

Hace unos meses, Valladolid instaló un sistema igual sin mayor problema. “Teníamos un modelo antiguo que queríamos sustituir y extenderlo a toda la ciudad. Lo planificamos durante dos años. En la zona antigua, a veces colocábamos estaciones de dos sistemas en paralelo, y a veces sustituíamos unas por otras durante la noche”, señala Álvaro Fernández Heredia, que gestionó la EMT con Manuela Carmena y luego instaló este servicio en la urbe castellana. “Antes de arrancar, hicimos pruebas durante tres meses con un grupo de voluntarios, que nos reportaron los fallos que íbamos reparando. Y el 1 de febrero, apagamos el sistema antiguo y empezamos con el nuevo. A todos los usuarios se les liquidaron los saldos y al día siguiente ya podían darse de alta en el nuevo sistema. La tecnología es robusta y no dio ni un problema”.

Entonces, ¿qué ha fallado en Madrid? “El sistema de bicis de la empresa canadiense PBSC es de los más robustos del mundo, pero en Madrid se ha hecho con una falta total de planificación y tratando de compatibilizar dos sistemas incompatibles. Han intentado integrar dos plataformas distintas y ahora no saben dónde están las bicicletas, que se pierden. El resultado es un ridículo monumental”, critica Fernández Heredia, ahora candidato a concejal por Más Madrid. El experto señala que en Barcelona hicieron algo similar, cambiaron un sistema anterior por uno de PBSC y fueron planificando con tiempo qué estaciones sustituir: si había cuatro, dos se quedaban con el sistema antiguo y dos pasaban al nuevo. No dejaron de ofrecer servicio durante los cuatro meses de transición. PBSC no ha respondido a las cuestiones de este periódico, y tampoco lo ha hecho el Ayuntamiento. Ignacio Benito, portavoz de Movilidad del PSOE, abunda en las mismas críticas: “Es un sinsentido hacer una ampliación como esta sin tener trabajadores suficientes”.

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