Camino al colegio: la diferencia entre una zona escolar con restricciones de tráfico y otra sin ellas

Las familias de alumnos de decenas de centros educativos en España piden un entorno con menos tráfico; dos coles de Madrid ya lo han conseguido y la diferencia con los demás es muy visible

Vídeo: LUIS SOTO

En las últimas semanas, las familias de alumnos de muchos centros educativos —primero unos cuantos en Barcelona y ahora decenas por toda España— han salido a protestar cada dos viernes para exigir entornos escolares con menos tráfico, menos ruido y menos contaminación. Dos colegios de Madrid consiguieron hace unos meses una limitación a lo...

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En las últimas semanas, las familias de alumnos de muchos centros educativos —primero unos cuantos en Barcelona y ahora decenas por toda España— han salido a protestar cada dos viernes para exigir entornos escolares con menos tráfico, menos ruido y menos contaminación. Dos colegios de Madrid consiguieron hace unos meses una limitación a los coches durante los horarios de entrada y salida a las aulas y la diferencia con el resto de centros es muy visible. En este vídeo mostramos cómo son los dos escenarios.

Sin peligro de atropellos

Es jueves y, como cualquier otro día a esa hora, Félix Sánchez lleva a su hija, Maya, al colegio. Sánchez vive a poco más de un kilómetro del colegio Montserrat Fuhem, donde hace seis meses se prohibió la circulación del tráfico durante una hora todas las mañanas para facilitar la entrada escolar. “Antes, lo que pasaba era que los padres intentaban venir con el coche hasta la puerta y se formaban atascos interminables y tenías que estar más pendiente de los coches que de tus hijos”, cuenta Sánchez mientras baja la cuesta que lleva a la calle Juan Esplandiú y que a esta hora de la mañana está repleta de niños que corren, juegan y montan sus patinetes.

Este centro educativo y su homólogo de al lado, el colegio Ciudad de Roma, son de los pocos de Madrid en los que se permite restringir la presencia de vehículos para favorecer la seguridad de los escolares y crear un entorno sin coches. Para Sánchez, lo que también se consigue con estas medidas es adelantar la autonomía personal de los menores, “te puedes relajar y dejar a tu hijo que vaya el último tramo al cole solo, acompañado de otros amigos, con la tranquilidad de saber que no le van a atropellar”. Su esperanza es que esto sirva de inspiración para que las familias de otros colegios tomen la misma iniciativa, que arrancó hace unos meses en Barcelona y a la que el viernes pasado se sumaron las familias de nueve colegios en Madrid. En total, son ya asociaciones de madres y padres de 78 colegios en 11 ciudades las que se han sumado a la protesta, en la que cortan las calles; la próxima será el jueves 25 y viernes 26 de marzo e incluirá centros de Olot, Valencia y Guadalajara. La siguiente convocatoria es para el viernes 9 de abril.

Una banda sonora de pitidos y sirenas

Seneita Fernández, por otro lado, no ha tenido la misma suerte. Su hija Raquel es estudiante del colegio José Calvo Sotelo en el barrio de Pacífico. Frente a la puerta de la escuela se encuentra la avenida de la Ciudad de Barcelona, que tiene seis carriles y por la cual transitan autobuses, ambulancias, taxis y coches a todas horas. “Muchas veces el pediatra me lo dice, que cada vez son más los niños que llegan con alergias debido a la contaminación a la que se exponen por el tráfico tan denso de las urbes”, cuenta Fernández. Su recorrido con Raquel cada mañana es corto, ya que viven a unos escasos 600 metros de la puerta del centro educativo. Sin embargo, el camino se hace más largo para Fernández, ya que debe estar atenta a su hija en todo momento. “Espera, espera, espera”, le va diciendo antes de cruzar una calle.

La banda sonora de su recorrido consiste en pitidos, frenazos y sirenas. “Cuidado con ese garaje, cariño”, dice Fernández, “Vente por aquí, no ves como viene ese autobús a mil por hora”, sigue. Para entrar en la escuela, los padres y sus hijos deben formar dos filas en lados opuestos de la acera mientras esperan. La cola a veces es tan larga que cubre la mayor parte de la manzana. “Hay una salida y entrada de coches al lado de la entrada al centro y muchas veces los niños salen corriendo y algún papá o mamá tiene que coger al niño para pararles”, relata Fernández, que es parte de la Asociación de Madres y Padres (AMPA) del colegio y que, con la ayuda de otra madre, ha insistido para que este centro se sume a la iniciativa de crear un entorno sin coches para facilitar la entrada escolar. “No sabemos ya cómo pedirlo, pero al menos esperamos poder hacer conciencia sobre esta problemática”, concluye.

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