Kast vence en Chile y la extrema derecha alcanza la presidencia por primera vez en democracia
El candidato ultraconservador, representante de las derechas, obtiene un 58,1%. Su contrincante, Jeannette Jara, militante comunista, abanderada de la izquierda, alcanza un 41,8%
Chile ha elegido este domingo a su futuro presidente: José Antonio Kast, abogado de 59 años, líder del Partido Republicano, de extrema derecha, que ha obtenido un 58,1% de los votos, con el 99% escrutado. Su contrincante en esta segunda vuelta, la comunista Jeannette Jara, abogada de 51 años, candidata de la izquierda, ha alcanzado un 41,8%, el peor resultado que haya tenido el progresismo desde el retorno a la democracia en 1990. El triunfo supone la llegada del primer dirigente que no ha tomado distancia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) a La Moneda, donde sucederá a Gabriel Boric, referente de una nueva izquierda, que dejará el cargo con 40 años. El triunfo de Kast no solo afianza el giro conservador del país, también de gran parte de América del Sur, y pone a prueba la institucionalidad de Chile en la medida en que es una incógnita el grado de brusquedad en las políticas que quiera aplicar Kast a partir del 11 de marzo.
En cualquier caso, tras asegurar su victoria, ha dado las primeras señales. La llamada telefónica con el presidente Boric fue en un tono cordial. “Va a conocer también, en algún momento, lo que significa la soledad del poder”, le dijo el izquierdista. El republicano, en tanto, agradeció el llamado, lo invitó a “una transición muy ordenada” y le pidió “contar con sus opiniones” a partir del 11 de marzo. Luego, desde su primer mitin, en la comuna de Las Condes, Kast en un tono conciliador valoró a su contendora Jara (“le reconozco el coraje”) y dijo que había gente buena y mala tanto en la derecha como en la izquierda. “Chile no avanza dividido”, aseguró.
Jara, antes, había reconocido rápidamente la derrota: “La democracia habló fuerte y claro. Me acabo de comunicar con el presidente electo José Antonio Kast para desearle éxito por el bien de Chile”, escribió la candidata de la izquierda, que llamó a Kast para felicitarlo. Boric, desde el Palacio de La Moneda, arropado de la ministra portavoz, Camila Vallejo, y del ministro del Interior, Álvaro Elizalde, luego de llamar a Kast entregó un mensaje a la nación, donde animó a su sucesor a tender puentes.
El presidente electo chileno, que ha ganado de la mano de los otros dos sectores importantes de la derecha -la histórica y la ultra del Partido Libertario-, y lo ha hecho holgadamente, como preveían las encuestas, con unos 16 puntos de distancia frente a Jara. Ha prometido orden y seguridad ante las principales preocupaciones de los chilenos, la delincuencia y la migración irregular.
El resultado de las elecciones constata que Chile ya no se explica según el estallido social de octubre de 2019 y el primer intento de cambiar la Constitución, que fue rechazado en septiembre de 2022 por un 62% contra un 38%: restauración y refundación, que era lo que buscó la izquierda empujada por sectores radicales. Fue un golpe irrecuperable para el Gobierno de Boric que iniciaba su primer año de mandato.
Es la primera vez que llegará a La Moneda un presidente de extrema derecha, nostálgico del pinochetismo. Desde el retorno a la democracia, en dos ocasiones gobernó el derechista Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), pero era un rara avis en su sector político: había votado por el No a Pinochet en el plebiscito de 1988, venía de una familia democristiana -que en Chile estaba identificada con la centroizquierda- y gozaba de libertad frente a los grupos económicos porque el mismo Piñera era un millonario, aunque de primera generación. En sus gobiernos dio pasos importantes, como cuando habló de “los cómplices pasivos” de la dictadura, en referencia a los civiles que apoyaron el régimen, lo que provocó un terremoto político entre sus aliados.
Kast, en cambio, participó apoyando la opción Sí de aquel plebiscito y durante su vida pública -fue por 16 años diputado del partido de la formación doctrinaria UDI, de la derecha histórica- no ha roto con el régimen de Pinochet: defiende la dictadura (en 2017 dijo que si Pinochet estuviera vivo votaría por él, aunque en 2021 aseguró que cualquier persona que haya violado los DDHH, sea militar o no, no contaba con su respaldo). En esta campaña, su tercer intento, optó por no enfocarse ni en el pasado reciente ni en sus posiciones contrarias al aborto, el matrimonio igualitario o en iniciativas que presentó en el pasado como la eliminación del Ministerio de la Mujer. Ha prometido concentrarse en un Gobierno de emergencia.
Llega al poder por cuatro años, hasta marzo de 2030, con la promesa de orden y seguridad, en una sociedad que está preocupada por el aumento de los homicidios -la tasa ha subido al doble en los últimos 10 años, aunque sigue por debajo de la mayoría de los países de Latinoamérica- y nuevos tipos de delitos. Chile es el sexto país del mundo con más miedo, según el reporte global de seguridad 2025 de Gallup. La ciudadanía tiene más temor que en todos los países latinoamericanos (salvo Ecuador), aunque la mayoría de estos países tienen niveles más altos de inseguridad.
A diferencia de la izquierda, que ha asumido con tardanza el desafío de atajar la delincuencia y el crimen organizado que golpea especialmente a los más pobres -no era una prioridad para el Gobierno de Boric cuando arrancó-, la extrema derecha ha centrado su discurso en medidas radicales, como una mega cárcel en el desierto de Atacama. La ciudadanía, que se resiste a normalizar la inseguridad pública, porque no era parte de su vida en el pasado, ha respaldado mayoritariamente a Kast, que en paralelo promete fuertes medidas contra los cerca de 330.000 migrantes irregulares que viven actualmente en Chile, mayoritariamente venezolanos. En campaña, Kast cuenta a diario los días que quedan para asumir el Gobierno, los mismos que, asegura, le restan a los extranjeros sin papeles para irse.
Kast llevará adelante un Gobierno de emergencia para atajar las que considera son las tres crisis que enfrenta Chile: delincuencia, migración irregular y bajo crecimiento económico. Promete apretar el estado, recortar 6500 millones de dólares de gasto fiscal -aunque no ha explicado cómo-, aunque resulta una incógnita si empujará o no restricciones a las libertades individuales que Chile ha ganado en las últimas décadas, como la interrupción del embarazo en tres supuestos. Su principal objetivo en esta campaña ha sido el Gobierno de Boric, una Administración que ha catalogado de “inepta”, entre otros descalificativos. Su jefe de campaña, Martín Arrau, ante el probable triunfo de Kast, se ha dedicado a atajar las altas expectativas que se han generado ante un candidato que ha prometido un cambio radical respecto del Gobierno actual. “Si alguien espera que todo cambie el primer día, no va a ser así”, aseguró hace una semana.
No tendrá mayorías en el Congreso, aunque su partido creció considerablemente en la Cámara de Diputados, mientras la izquierda ejercerá sobre todo la oposición desde el Senado, donde todavía tiene fuerza. El actual oficialismo, en tanto, comienza una larga noche oscura en que deberá repensar su proyecto político que no entusiasma a los grupos sociales que dice representar. Los sectores populares, en Chile, este domingo han mostrado nuevamente que están con Kast, sobre el que vuela una gran incógnita: ¿quiere gobernar como Meloni, Bolsonaro, Milei o ser una mezcla de todos?
La académica Stéphanie Alenda estima que es apresurado leer los resultados de esta noche como una nueva tendencia, sino más bien como “la expresión más clara del agotamiento de un ciclo político y del fracaso de las fuerzas tradicionales —de izquierda, centro y derecha— para ofecer respuestas creíbles a un país atravesado en los últimos años por una superposición de crisis de orden, gobernabilidad y expectativas". Alenda asegura que Kast no aparece de la nada: su candidatura capitaliza miedos acumulados y malestares persistentes que la política convencional ha sido incapaz de procesar. Su triunfo, por lo tanto, explica, no debe interpretarse como una adhesión mayoritaria a un proyecto ideológico coherente -alineado con el conservadurismo radical y el liberalismo de mercado- ni una reivindicación nostálgica del pinochetismo.
A seis años del estallido social, que la izquierda interpretó equivocadamente como un grito por la igualdad y contra el modelo neoliberal, y a cuatro años de la elección de Boric -una apuesta por el cambio y por una nueva generación política-, millones de chilenos nuevamente han hecho mover el péndulo y este domingo han votado mayoritariamente por Kast.