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Fútbol chileno
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las barras bravas nuevamente desafían al gobierno chileno

La final más importante de los últimos años en el fútbol, entre Colo Colo y Universidad de Chile, se jugará en un balneario, un sábado, a las 12 del día, y ante 10.000 personas. Si es que se juega

Fanáticos de Colo Colo después del partido de la Copa Libertadores en el Estadio Alejandro Villanueva, en Lima, Perú, en mayo de 2024.
Fanáticos de Colo Colo después del partido de la Copa Libertadores en el Estadio Alejandro Villanueva, en Lima, Perú, en mayo de 2024.Eurasia Sport Images (Getty Images)

Colo Colo, como campeón del torneo, y la Universidad de Chile, vencedor de la Copa, deben dirimir en una final al ganador de la Supercopa. Un duelo que pudo disputarse en dos partidos —con cada equipo como local— pero que la dirigencia de la Asociación quiso dirimir en un solo pleito por una suma de situaciones que resumen su incapacidad para organizar eventos importantes.

La autoridad política y policial tomó el control para llevar la final a La Serena, pero puso insólitas condiciones. El horario, por lo pronto. Y la imposición de que sólo hinchas ‘locales’ compraran los tickets. Para implementarlo sugirieron recurrir a los padrones del Servicio Electoral, hasta que fueron advertidos que esos datos, por ley, no pueden ser utilizados para fines comerciales, arriesgando multas y cárcel. A pocos días del 25 de enero, la fecha señalada, aún no se sabe cómo harán para cumplir con el requisito.

La Delegación Presidencial, poder mandatado por La Moneda para organizar este tipo de eventos junto a los Carabineros, y Estadio Seguro —el organismo creado para garantizar la seguridad en los estadios y que en este tipo de situaciones deja cabal demostración de su inoperancia— inventaron otra norma. Los dos equipos no podrán concentrarse en el núcleo urbano de La Serena o Coquimbo, para evitar disturbios de los hinchas. Por lo tanto, fueron enviados a Ovalle, ciudad situada a 100 kilómetros del estadio.

Como sólo hay dos hoteles disponibles para que alojen los planteles, estos fueron sorteados. Y deberá realizarse un operativo para el traslado de los equipos, pues deberán ser escoltados en la carretera.

Como suele ocurrir en el fútbol chileno, el pleito está aún en el aire y no por las medidas de seguridad, sino por la amenaza de paro del Sindicato de Futbolistas Profesionales, que ha tratado vanamente de sentarse en la mesa de negociaciones con la directiva encabezada por Pablo Milad, solicitando cambios en la estructura de la industria. Desde la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) no sólo no contestaron, sino que desacreditaron a los interlocutores, por lo cual debió medir el gobierno, a través de la Dirección del Trabajo, para generar un diálogo.

Dado ese panorama, no resultó extraño que la barra brava de Colo Colo —denominada Garra Blanca— hiciera llamados en redes sociales y extendiera un lienzo en el estadio en el último amistoso frente a Racing para boicotear la final, aduciendo que si los marginan del estadio y de la ciudad sede, impedirán la realización del mismo. “Si no estamos, cancelamos” es el slogan levantado por una agrupación que ya demostró que no existe cancha neutral para ellos. Hace unos días protagonizaron violentos incidentes ante los barristas de Huracán en la pretemporada en Uruguay.

El año pasado, y sin la rivalidad desatada que suponen los duelos contra la Universidad de Chile, la misma barra obligó a suspender por ocho meses este mismo partido, que culminó a puertas cerradas.

Este año, la improvisación y el mal manejo de las autoridades deportivas, políticas y policiales, tienen el inicio de la temporada en vilo. Y una amenaza que se cierne, otra vez, sobre la capacidad para jugar grandes duelos en condiciones normales.


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