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MIGRACIÓN EN CHILE
Tribuna
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Una mirada a los resultados de la encuesta CEP sobre migración

El camino menos populista, pero más efectivo, es avanzar en una regularización más expedita, que nos permita tener más y mejor información sobre quienes llegan a nuestro país

Migrantes cruzan ilegalmente la frontera entre Bolivia y Chile en Colchane, en febrero de 2022.
Migrantes cruzan ilegalmente la frontera entre Bolivia y Chile en Colchane, en febrero de 2022.DIEGO REYES (AFP)

Este lunes se publicaron los resultados de la última encuesta nacional del Centro de Estudios Públicos (CEP), la cual considera una sección dedicada a migración, que incluye 13 preguntas. En términos generales, se puede apreciar una mirada más equilibrada de la ciudadanía sobre el tema migratorio, que aquella que podemos escuchar a diario a través de los medios de comunicación y en el mundo político.

La mayoría de los encuestados tiene una posición favorable a la provisión de derechos sociales por parte del Estado a las personas migrantes, como educación y salud. A su vez, ha disminuido ostensiblemente la opinión que sostiene que los migrantes le quitan el trabajo a las personas nacidas en Chile, como también ha bajado significativamente el porcentaje de encuestados que señala que se debe prohibir toda inmigración. Adicionalmente, en un número muy mayoritario, la ciudadanía entiende que las personas migran por realidades de crisis en sus países o por búsqueda de mejores oportunidades laborales.

Por otra parte, la encuesta arroja dos datos preocupantes. El primero es la asociación de migración y mayores índices de criminalidad. Contrario a lo que se pueda pensar, la proporción de personas extranjeras que han sido privadas de libertad a causa de una condena por un hecho delictual —respecto del total de extranjeros en Chile— no tiene diferencia significativa respecto a la proporción de personas de nacionalidad chilena en la misma situación penal. Sin embargo, esa proporción sí aumenta en el caso de las personas extranjeras cuando vemos el detalle de delitos de mayor connotación social.

Lo más relevante, entonces, es saber cómo se enfrentan los desafíos de seguridad que la población demanda. Poner el foco solo en las expulsiones no ayudará a cambiar esta realidad. No solo quienes delinquen probablemente serán capaces de burlar diferentes restricciones (como tristemente nos lo recordó el caso de la carabinera agredida con una granada: el autor de ese atentado había sido expulsado, lo que no le impidió volver a ingresar irregularmente a Chile). Por eso, el camino menos populista, pero más efectivo, es avanzar en una regularización más expedita, que nos permita tener más y mejor información sobre quienes llegan a nuestro país: conocer su nombre y procedencia, sus antecedentes y destino, sus vínculos familiares y ocupación. Mientras las medidas insistan en mantener irregulares a quienes quieren regularizarse, a quienes quieren trabajar formalmente, pagar impuestos, tener un domicilio conocido e insertarse en la sociedad chilena, seguiremos a ciegas sin disponer de información básica y relevante de todos quienes vivimos en este territorio.

Pero la encuesta nos entrega otro dato necesario de analizar. La percepción sobre las personas migrantes que han llegado en los últimos cinco años, se ha vuelto muy negativa al compararlas con quienes llegaron a Chile hace más tiempo. Probablemente, este número está altamente correlacionado con la vinculación de migración y criminalidad: esta percepción refuerza una generalización sobre las personas migrantes. Sin embargo, cuando se les pregunta a las mismas personas por las experiencias concretas de conocimiento y relación con alguna persona migrante, los resultados son elocuentes: un 76% de los encuestados dice que todas o casi todas las veces que se relacionan con personas migrantes, tienen relaciones positivas y un 79% no ha tenido ninguna o casi ninguna relación negativa. Estos datos refuerzan que la migración tiene una dimensión tremendamente humana que no podemos perder de vista y con la que todos nos vinculamos.

Las medidas de control y fuerza no bastan. Son más efectistas que efectivas. Requieren ser complementadas con caminos de regularización, de formalidad, de integración, si es que aspiramos a comunidades y sociedades más seguras. No hay atajo para enfrentar el fenómeno de la migración. Este nos acompañará por muchos años, pues es un fenómeno continental y mundial. El desafío es, entonces, saber gestionarla bien –más que intentar detenerla– en beneficio de nuestro país y de todos quienes quieren aportar a su desarrollo.

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