‘31 Minutos’, el noticiario de títeres estrella de América Latina que hizo grandes a los niños
El programa se exhibió por primera vez en Chile en marzo de 2003, hace 20 años. Hoy es una compañía y una banda musical que suma fanáticos en Latinoamérica
El 15 de marzo de 2003 se emitió en Chile por el canal público Televisión Nacional (TVN) el primer episodio de 31 Minutos, un programa infantil que encanta igualmente a los adultos, con un formato de noticiario conducido solo por títeres y marionetas. Ese día, su egocéntrico conductor, un mono con la cabeza de lana a rayas que maneja un Mercedes Benz, arrancó con el espacio: “¿Qué tal? ...
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El 15 de marzo de 2003 se emitió en Chile por el canal público Televisión Nacional (TVN) el primer episodio de 31 Minutos, un programa infantil que encanta igualmente a los adultos, con un formato de noticiario conducido solo por títeres y marionetas. Ese día, su egocéntrico conductor, un mono con la cabeza de lana a rayas que maneja un Mercedes Benz, arrancó con el espacio: “¿Qué tal? Soy Tulio Triviño y esto es 31 Minutos”, dijo, y presentó las primeras noticias, entre ellas, el extraño caso de un excusado que tenía vida propia. Sus creadores conmemorarán su aniversario este jueves, con el lanzamiento en sus redes sociales de una sorpresa que resumirá en dos minutos su historia, que ha sido seguida en su país y por por miles de fanáticos en Latinoamérica.
Lo que partió como un programa los sábados a la una de la tarde, se convirtió también en un espectáculo itinerante y una banda musical que ha actuado en eventos multitudinarios como Lolapalloza, el festival más importante de Santiago; el Festival Internacional de Viña del Mar; Rock al Parque en Colombia y Vive Latino, en México, país al que viajan para actuar al menos una vez al año desde 2014.
El programa tuvo tres temporadas de 72 capítulos en Chile, entre 2003 y 2005, y una cuarta en 2014. Su humor y sus canciones traspasaron las fronteras, cuando parte de sus episodios los adquirió Nickelodeon y Canal Once de México. Pero ha sido por sus redes sociales que en Latinoamérica se corrió la voz, y hoy solo su primer episodio tiene más de cuatro millones de visitas en Youtube. UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia, también se fijó en su popularidad y fichó a sus personajes como embajadores. La última campaña fue lanzada el 22 de marzo pasado, con la canción No te pierdas, para apoyar el regreso presencial a clases de los estudiantes después de la pandemia. En Chile, en tanto, incluso el presidente de la República, Gabriel Boric, y su pareja, Irina Karamanos, han interactuado con sus títeres. En diciembre de 2022, Tulio Triviño realizó un despacho desde el Palacio La Moneda, que confundió con el Palacio de Buckingham. Y Juan Carlos Bodoque, un conejo rojo, reportero estrella a cargo de la nota verde del noticiario, se sentó en el escritorio del mandatario para escribirle su discurso de Navidad. “Pero Bodoque, aquí solo dice blá, blá, blá, blá”, le dijo Boric. “Así son los discursos ¿no?”, le respondió Bodoque.
Sus creadores son tres periodistas de la Universidad de Chile, Álvaro Díaz (50), Pedro Peirano (51) y Juan Manuel Egaña (51). Díaz y Peirano como guionistas y voces de varios de los personajes, mientras Egaña ha estado, principalmente, en la gestión. Su nombre, 31 Minutos, no solo fue escogido por ser una rareza. También se debe a 60 minutos, el noticiario del canal público que se exhibió durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). “Hacemos mucha parodia con eso. Tiene que ver con su estética, pero también en el mundo hay muchos noticiarios que se llaman 60 minutos. Es una referencia relativamente directa”, dice Díaz a EL PAÍS. “Tampoco intentamos llevarnos su fama, porque tenía muy mala prensa. Era despreciable y una de las cosas más visibles de la dictadura”, añade con humor.
Fue en 2002, a través de Aplaplac, la productora de Díaz, Peirano y Egaña, que TVN los conminó a postular con un proyecto de programa infantil a un fondo estatal del Consejo Nacional de Televisión. Díaz, en ese entonces, fue el más distante con la idea. “Pensaba que me iba a meter en un gueto de cosas muy aburridas”, cuenta. Esto, pese que venían de una experiencia previa en el género con Mira Tú, un espacio de televisión educativa “pero que ya tenía mucho humor”.
“Cualquier cosa podía ser títere”
Álvaro Díaz recuerda que cuando ganaron el fondo, no sabían ni siquiera hacer títeres. “Pero siempre hemos llegado a los lugares sin saber mucho”, dice. Entonces, armaron un equipo que ha sido fundamental por lo variopinto, “con gente que uno conocía de su vida anterior en televisión, pero sobre todo con gente nueva que venía del mundo del arte”. En el grupo sumaron a gran parte del colectivo la Nueva Gráfica Chilena -Rodrigo Salinas, Daniel Castro y Matías Iglesis-, y a la actriz Jani Dueñas, la voz de Patana, sobrina de Tulio Triviño. “Era un equipo absolutamente raro para un programa de televisión, que trabajaba libremente, sin necesidad de que tuviera conocimiento”, recuerda Díaz.
Al partir no tenían claro el formato del programa. Pero sí avanzaron en un primer encargo, que fue la semilla de lo que vendría tiempo después. “Pedro y Juan Manuel me pidieron que hiciera algo relacionado con medio ambiente, porque el fondo estatal tenía que ver con educación medioambiental. Y debía ser de tratamiento de aguas, algo muy fome [aburrido]”, cuenta Díaz. “Entonces, se me ocurrió hacer una nota periodística con el formato tradicional, que era muy pobre, tal como los noticiarios audiovisuales que dicen exactamente lo que están mostrando. Pero si hacía eso mismo con títeres, podía ser divertido”. Así nació Juan Carlos Bodoque, que debutó en el primer episodio con La ruta de la caca. “Esa nota llamó la atención de inmediato, porque era periodismo serio, y en ninguna parte tenía el chiste. Pero el hecho de fuera un títere, más ciertas exageraciones como decir caca, ya lo hacía muy atractivo”.
Poco antes había nacido Calcetín con Rombos Man, un superhéroe que defiende a los niños y niñas y difunde sus derechos. Fue una idea de Pedro Peirano basada en la realidad. “Yo tenía un calcetín con rombos en mi casa, que estaba solo en el cajón, con la esperanza de que algún día iba a aparecer el otro. Por eso me negaba a botarlo”, cuenta desde Los Ángeles, Estados Unidos, donde trabaja como escritor para HBO. “Un calcetín era el títere más básico, de mano”, agrega.
Precisamente, en esa factura experimental está una de las varias claves de los personajes. “Como no éramos titiriteros, descubrimos que cualquier cosa podía ser títere. Comprábamos muchos ojos y se los poníamos a una taza, un calcetín o un teléfono. Los materiales eran infinitos. Y todo lo que funcionara en el lente de la cámara, era bienvenido”, recuerda Díaz. “Lo único que había de un concepto más amplio de hacer títeres fueron las enciclopedias de Los Muppets y todos los making off que yo tenía. Incluso, me avergoncé de reconocerles que tenía esos libros, pero les dije: ‘Veámoslos, porque de aquí vamos a sacar cómo se hacen’”, añade Peirano, quien también es dibujante.
Mientras avanzaban en los personajes, al equipo se sumó el músico Pablo Ilabaca, que venía del funk, del grupo chileno Chancho en Piedra. “Empezamos a hacer melodías con él y luego a escribir nosotros las letras y cantarlas. Después a componer en conjunto y también por nuestra cuenta”, cuenta Díaz. Esas canciones fueron parte del Ranking Top Top Top de 31 Minutos, a cargo del comentarista de espectáculos, Policarpo Avendaño. Tiempo después se convertirían en cuatro discos, y esos discos más sus nuevas creaciones, en la invitación para subirse a los grandes escenarios de Latinoamérica. “Hemos sido consistentes en no vivir de la nostalgia, y estar siempre inventando y probando formatos distintos, con nuevas canciones y nuevas historias”, añade.
Pero antes de que llegara la fama, pasaron muchas cosas. Incluso, el piloto del primer capítulo de 31 Minutos, tal como estaba, casi no pasó el primer filtro en TVN. “Era horripilante. Algo así como ¿Qué esto?”, recuerda Pedro Peirano. “El director de programación de entonces dijo que sobre su cadáver daban estos monos horribles. Y yo lo entiendo, porque eran muy desprolijos en una televisión que quería ser impecable”, señala Álvaro Díaz. Y agrega: “En pantalla entretenían, pero los monos eran muy caseros. Llegar a ese mínimo de prolijidad nos costó. Quizás eso fue lo más difícil, pero nosotros teníamos mucha confianza”.