Opinión

¿Vox arrinconado en las Cortes Valencianas?

Llegado el momento y la necesidad, en la Comunidad Valenciana, las fisuras que hayan podido producirse entre las tres fuerzas conservadoras se restañarán si ello implica desalojar del poder autonómico al tripartido de izquierdas

Pleno de las Cortes Valencianas.MÒNICA TORRES

Que un gobierno municipal, autonómico o central atraviesen por una crisis que se salda con ceses y la consiguiente remodelación es frecuente; no diremos que habitual, pero, desde luego, no resulta ajeno.

Aunque el poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene -Giulio Andreotti- y funciona como argamasa para aquellos que lo detentan, su ejercicio también genera distorsiones entre estos últimos. Si se trata de gobiernos de coalición cuyos socios, por afinidad ideológica, saben que deberán acabar pescando en similares caladeros electorales, la crónica anticipada de las disfunciones y poten...

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Que un gobierno municipal, autonómico o central atraviesen por una crisis que se salda con ceses y la consiguiente remodelación es frecuente; no diremos que habitual, pero, desde luego, no resulta ajeno.

Aunque el poder desgasta sobre todo a quien no lo tiene -Giulio Andreotti- y funciona como argamasa para aquellos que lo detentan, su ejercicio también genera distorsiones entre estos últimos. Si se trata de gobiernos de coalición cuyos socios, por afinidad ideológica, saben que deberán acabar pescando en similares caladeros electorales, la crónica anticipada de las disfunciones y potencial ruptura está escrita desde el momento de la firma del pacto.

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Lo estamos viviendo con el Gobierno del Botánico. Lo viviremos con el de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Arrebatar el puesto de primus inter pares es una pulsión latente entre socios de gobierno, mientras la tentación del sorpasso permanece apaciguada y se reactiva ante la convocatoria de elecciones. Compromís y Unidas Podemos tienen esa tentación respecto al PSPV-PSOE, como Iglesias la experimenta respecto a Sánchez.

Lo que resulta más singular es la crisis de la oposición. La hemos vivido esta semana, dicen, con motivo de la Proposición No de Ley (PNL) presentada por Vox para exigir la implantación en los centros educativos valencianos del llamado por los de Abascal “pin parental”; Vox reclamaba autorización paterna previa y por escrito -en eso consiste el pin parental- para las actividades escolares complementarias que aborden “contenidos de valores éticos, morales, sociales y cívicos”. Por olvido o ignorancia, los promotores de la PNL ocultan que dichas actividades son comunicadas al inicio del curso. No se desarrollan ni con nocturnidad ni con alevosía. Por tanto, se trata de crear el caos donde no lo hay para erigirse, a continuación, en salvadores del caos. Santo y seña de las siglas Vox.

En el parlamento valenciano ningún grupo apoyó el pasado miércoles la propuesta de Vox. El PP de Isabel Bonig y el C’s de Toni Cantó arremetieron contra la iniciativa. Los primeros la tacharon de “ilegal” y los segundos de “vergüenza”. Los partidos del tripartito del Consell -PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos- se relamían de gusto viendo cómo se daban canela fina entre sí los integrantes del bloque opositor. Los cronistas destacaban el cisma abierto en las filas de la derecha valenciana y el arrinconamiento de Vox contra las cuerdas parlamentarias. Análisis cortoplacista.

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El PP, C’s y Vox gobiernan conjuntamente en Madrid, Andalucía y Murcia, aunque C’s niegue la mayor y se refugie en la irrisoria estrategia de decir que su pacto es con el PP, y no con Vox.

No tengamos la más mínima duda: llegado el momento y la necesidad, aquí, en la Comunidad Valenciana, las fisuras que hayan podido producirse entre las tres fuerzas conservadoras se restañarán si ello implica desalojar del poder autonómico al tripartido de izquierdas. También Pedro Sánchez sufría pesadillas ante la posibilidad de tener que pactar con Pablo Iglesias o necesitar el respaldo de los soberanistas para su investidura, y mira, ha superado el trauma con nota.

Pero, además, lo sucedido en las Cortes Valencianas con la PNL de Vox ha sido un éxito para esta formación. Una vez más su estrategia, guiada desde Madrid, ha conseguido objetivos: marcar la agenda política valenciana, obligar al PP y a C’s a pronunciarse sobre un tema que les resulta incómodo en relación con un sector de sus electorados, y concitar toda la atención mediática. Con razón desde la tribuna de invitados del Parlamento autonómico su dirigente nacional Rocío Monasterio sonreía con delectación.

En Vox consideran, más por intuición que por formación política, sospecho, que llevar a los ciudadanos al límite de lo soportable no es, para sus intereses, un error imperdonable. Es el camino para alcanzar el poder; por eso, cuanto peor, mejor para ellos. Saben, como Donald Trump en EE.UU -de esa fuente beben- que cuanto más polarizada está una sociedad más se movilizan sus votantes y activistas. Y no hay nada que polarice tanto a los más de tres millones y medio de votantes de Abascal -254.000 en la Comunidad Valenciana, diez escaños- que sentir a todo el estamento político en guerra abierta contra el partido por el que han apostado. La capilaridad política de Vox, su capacidad de penetración en amplias capas sociales, está por descubrirse. Mejor no desdeñarla.

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