Lisa Stansfield, de paseo por los noventa

La artista rememoró en el Coliseum los treinta años de 'All Around The World'

Lisa Stansfield, en su concierto del Coliseum.

Felices y seguros de nosotros mismos, así nos sentíamos en los noventa. España era un país moderno que ayudado por Europa afrontaba confiado el final de siglo mientras la Movida languidecía preparando el advenimiento del indie, la primera muestra de hosquedad fruto de la abundancia que internacionalmente haría del grunge la manifestación musical de la época. ¿De qué se quejaban los jóvenes si todo lo tenían?, se preguntaban los adultos, como siempre listos para desenfocar. Fue entonces cuando una canción se coló en el imaginario popular inyectando sofisticación para bailar si...

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Felices y seguros de nosotros mismos, así nos sentíamos en los noventa. España era un país moderno que ayudado por Europa afrontaba confiado el final de siglo mientras la Movida languidecía preparando el advenimiento del indie, la primera muestra de hosquedad fruto de la abundancia que internacionalmente haría del grunge la manifestación musical de la época. ¿De qué se quejaban los jóvenes si todo lo tenían?, se preguntaban los adultos, como siempre listos para desenfocar. Fue entonces cuando una canción se coló en el imaginario popular inyectando sofisticación para bailar sin despeinarse en cualquier club de los que entonces florecían. Había que disfrutar, nos lo merecíamos. Era Lisa Stansfield, de la noche al día famosa por decreto. Han pasado treinta años.

En esas tres décadas Lisa Stansfield no ha vuelto a tener un All around the world, pero su recuerdo, y quizás la rememoración por parte del público de aquellos años felices, bastan para que su gira recuerde el cumpleaños de aquel primer disco, Affection, poniendo en liza una banda con diez miembros capaz de evocar el lujo de aquel sonido soul-pop con acentos house que ha quedado fijado como una nota de papel en un panel de corcho. Una nota que recuerda tiempos sin nubes mediante canciones que siempre hablan de amor soleado, buscan el pellizco bailable y hacen del hedonismo educado su estación de destino. En la época reinaba la cocaína, y nada más ridículo entonces que ver a sus adeptos bailar desencajados con Lisa. Su música era y es para sonreír y bailar sin apretar los dientes, como ella lo hizo en el escenario y frente a una concurrencia de mediana edad donde uno de los asistentes se uniformaba como se debe: camisa blanca de cuello abotonado, tejanos impolutos, zapato de piel y un reloj que daría la hora en una fosa abisal.

Y fue como ir en un crucero, justo después de la cena de etiqueta, cuando el asueto se adueña del tiempo y hasta el más introspectivo amaga con llevar el ritmo con el pie, discretamente. En This Is The Right Time, con esos arreglos de house tan noventeros, la platea estaba en pie, pero hasta el tramo final de la actuación, poco antes de sonar El tema, el ritmo se llevó con la cabeza, no con el cuerpo. Y es que hasta en la forma de cantar se nota una pátina de sofisticación nada carnal que deja la música de Lisa en el apartado de las cosas simplemente bonitas que surfean sobre los sentimientos sin ir más allá de la espuma de las olas. De crucero, viendo la superficie y bailando sin sudor con piezas como What Did I Do To You, People Hold On o The Real Thing, envueltos en arreglos con aromas de Sonido Filadelfia y con ella muy juvenil disfrutando de haber superado tres décadas en las que ha trabajado de actriz, se ha ido y ha vuelto a la música y alguna de sus piezas ha sido rescatada por actuales series de televisión. Los noventa no volverán, pero siempre viajarán con ella.

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