Colmena

Cada semana, una foto de Madrid

Fachada de un edificio del barrio de la Concepción, donde se grabó una película de AlmodovarRAÚL CANCIO

Este primer frente del Barrio de la Concepción ha sido durante décadas metáfora de angustias urbanas. La culpa fue de Pedro Almodóvar, quien lejos de buscar un spot turístico, trasladó, muy probablemente sin querer, La Colmena de Cela desde el franquismo a la movida. Lo bordó en una de sus obras maestras: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, rodada en esas tripas de metacrilato y hormigón. Otro Madrid necesitaba ser contado a lo largo de su cine sin perder esencias seculares subterráneas. Pasar de la tisis al sida y de la neurosis de la represión sexual a la depresión de las mujeres s...

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Este primer frente del Barrio de la Concepción ha sido durante décadas metáfora de angustias urbanas. La culpa fue de Pedro Almodóvar, quien lejos de buscar un spot turístico, trasladó, muy probablemente sin querer, La Colmena de Cela desde el franquismo a la movida. Lo bordó en una de sus obras maestras: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, rodada en esas tripas de metacrilato y hormigón. Otro Madrid necesitaba ser contado a lo largo de su cine sin perder esencias seculares subterráneas. Pasar de la tisis al sida y de la neurosis de la represión sexual a la depresión de las mujeres sin futuro. Otro Madrid que en muchos aspectos era el mismo. El del costumbrismo vecinal inyectado con una frescura surrealista de la posmodernidad en puertas. Una evolución sociológica coherente, en ningún caso mutación. La Carmen Maura limpiadora armada con su pata de jamón, dispuesta a la venganza simbólica contra el macho cabrío resultaba también una Fortunata galdosiana que pagaba caro sus humillaciones. Para todo eso necesitaba un lugar determinado que pusiera el listón muy alto en el arte de saber elegir localizaciones. Hoy, ese complejo de aglomeración urbanística malsana debería considerarse monumento histórico-artístico. Un símbolo de la pujanza, la paciencia y el aguante de las clases más apretadas. Una fortaleza inexpugnable de la dignidad, acosada por el hormigueo y el silbido del tráfico en la M-30. Una frontera de resistencia y un ejemplo de lo culpables que son de las desdichas colectivas algunos constructores y no pocos arquitectos.

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