Opinión

La mujer sin sombra

En el mundo hay dos clases de ciudades, aquellas que tienen y aquellas otras que no tienen teatros de ópera

La nueva directora del Liceo, la alemana Christina Scheppelmann.ANDREU DALMAU (EFE)

Suele dar la cara al inicio de las representaciones, enfrentando los problemas con oficio dominado y distancia germánica. Pero se va a ir, acaso en busca de su sombra. Christina Scheppelmann dejará la dirección artística del Liceu en diciembre del año que viene. Llegó en 2014, después de la marcha a Madrid de Joan Matabosch, extraordinario y añorado profesional, para continuar la gestión de años duros, de producciones sostenibles ante un público mayor cuya noción básica seguía siendo que la historia de la ópera debió de finalizar en algún momento entre la muerte de Giacomo Puccini, en 1924, y ...

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Suele dar la cara al inicio de las representaciones, enfrentando los problemas con oficio dominado y distancia germánica. Pero se va a ir, acaso en busca de su sombra. Christina Scheppelmann dejará la dirección artística del Liceu en diciembre del año que viene. Llegó en 2014, después de la marcha a Madrid de Joan Matabosch, extraordinario y añorado profesional, para continuar la gestión de años duros, de producciones sostenibles ante un público mayor cuya noción básica seguía siendo que la historia de la ópera debió de finalizar en algún momento entre la muerte de Giacomo Puccini, en 1924, y la de Richard Strauss, en 1949.

No es así y Frau Scheppelmann habrá seguido apoyando, casi tanto como Joan Matabosch, obras de autores contemporáneos más que considerables. Este trajo al compositor británico George Benjamin y al dramaturgo Martín Crimp. Su ópera Written on Skin (Escrito sobre piel) llegaría a Barcelona en marzo de 2016, en una versión económica, de concierto, semiescenificada. Barbara Hannigan, soprano y directora de orquesta canadiense, una hidra descomunal, dominaba la escena en esta historia de amor, opresión y muerte. La Barcelona nostálgica de Caballé es compatible con la ansiosa de Hannigan, se enriquecen mutuamente y, en medio, cabe casi todo lo valioso, antiguo y moderno. La tragedia del Muchacho contratado por el Rico Protector para ilustrar un pergamino y que se enamora de Agnès, mujer de su amo, se inspira en la leyenda apócrifa del trovador Guilhem de Cabestany. Al final el amo mata al joven y hace comer su corazón a la mujer quien se suicida tras saber qué ha hecho.

Volverán dentro de dos años, en 2021, sombra recobrada de una Scheppelmann ausente y echada de menos. Entonces ustedes podrán ver Lessons on Love and Violence, también de Benjamin y Crimp. Casi repiten la historia, aquí la relación entre el Rey Eduardo II y su favorito y amante Piers Gaveston, asesinado al cabo por los nobles de la corte.

Esta temporada, a partir del 9 de febrero, no se pierdan L'enigma di Lea, de Benet Casablancas y Rafael Argullol, con puesta en escena de Carme Portacelli, estreno mundial de una historia sobre la secreta posesión de Dios.

Scheppelmann ha navegado entre las óperas de repertorio y las del siglo XXI, es decir, entre la gente mayor que se acostumbró a escuchar ópera en microsurcos y cd roms y la más joven que prima crecientemente la producción y la representación teatrales. El Liceu está hoy a cargo de Salvador Alemany, un empresario nacido en el Raval, y de Valentí Oviedo, un gestor probado de equipamientos culturales. Están haciendo cosas que urgían desde hacía años, como ofrecer preestrenos por un puñado de euros a los aficionados menores de 35 años. Para ellos se ha programado una Tosca a finales de la primavera próxima. Floria Tosca, siempre truculenta, frasea como nadie y vivió del arte, cuando nosotros, comunes mortales, solo lo amamos. Nunca descarten a una buena Tosca, candelabro en mano y habiendo hecho por ella justicia, en defensa propia, un derecho básico y detestado por los filósofos totales.

En el mundo hay dos clases de ciudades, aquellas que tienen y aquellas otras que no tienen teatros de ópera, máquinas impagables de dar trabajo a centenares de personas maestras en docenas de oficios. Un teatro lírico irradia calidad, pues, a poco que la programación ayude, nada está acabado y muerto en él, todo fluye, que solo los más grandes —como Richard Wagner— consiguen detener el tiempo mismo y que salgas de Parsifal o de Tristán preguntándote por qué ha concluido la función. Scheppelmann trajo la temporada pasada un "Tristán e Isolda" magnífico, producción de Álex Ollé, Isolda era Iréne Theorin, soprano sueca muy querida.

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Pero, de entre las ciudades con teatro lírico, las hay que han pasado por años de simpleza y subordinación de la ópera a su posesión por el poder político. Mi antiguo y sabio rector Josep Maria Bricall ha recordado en sus memorias (Una certa distància) la pequeñez encarnada por quienes creían tal vez de buena fe que un teatro de ópera habría de ser antes nuestro que mejorado. No fue una buena idea, pero sobrevivimos a los pequeños un poco como pudimos. Frau Scheppelmann es hamburguesa, ha trabajado en Barcelona (dos veces), en San Francisco, en Washington, en Omán y puede que acabe haciéndolo en París. Esta profesional no se lo va a poner fácil a su sucesor. Suerte a ambos.

Pablo Salvador Coderch es Catedrático de derecho civil de la Universitat Pompeu Fabra.

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