Recordar Malasaña a golpe de rock

Un ciclo homenajea los años ochenta del barrio musical por excelencia. Auserón, Rosenvinge o Sex Museum toman Conde Duque

Christina Rosenvinge, en el Festival Urbano Sonido de Malasaña, en Conde Duque. VÍCTOR SAINZ

Cuando se le pregunta a Fernando Pardo lo primero que le viene a la cabeza sobre la Malasaña de los años ochenta, responde sin dudar: “Olía a coliflor y a ropa rancia”. El guitarrista y cantante de Sex Museum prosigue con sus descripciones sensoriales: “Era monocolor, entre gris y marrón claro”. Y zanja: “Un oasis donde desarrollar tu música con libertad”.

Sex Museum es una de las bandas que actuará en el ciclo Sonido Malasaña, que se celebra en el Centro Conde Duque (hasta el 18 de octubre; entradas entre 8 y 15 euros), que homenaj...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cuando se le pregunta a Fernando Pardo lo primero que le viene a la cabeza sobre la Malasaña de los años ochenta, responde sin dudar: “Olía a coliflor y a ropa rancia”. El guitarrista y cantante de Sex Museum prosigue con sus descripciones sensoriales: “Era monocolor, entre gris y marrón claro”. Y zanja: “Un oasis donde desarrollar tu música con libertad”.

Sex Museum es una de las bandas que actuará en el ciclo Sonido Malasaña, que se celebra en el Centro Conde Duque (hasta el 18 de octubre; entradas entre 8 y 15 euros), que homenajea al barrio que catapultó el rock de Madrid. La cita arrancó el pasado sábado con un aperitivo: los emergentes Fuckaine, Chill y Los Nastys. Ayer, Christina Rosenvinge abrió la veda a músicos ya veteranos que vivieron en directo aquella explosión cultural.

Algunos de ellos son Josele Santiago, Javier Corcobado, o Santiago Auserón. “Malasaña es la quintaesencia musical de Madrid”, decía Rosenvinge, poco antes del concierto que dio en el auditorio del centro cultural. “Y no solo rockera”, continúa la artista: “Yo lo descubrí con 15 años, cuando era punk, y fue una revelación. Cuando he vuelto de vez en cuando, porque me da una etapa crápula, sigo encontrando la misma energía nocturna”.

El ciclo lo ha programado el músico Suso Saiz, más conocido por sus derroteros experimentales, aunque ha producido a algunos de los artistas que actuarán en ese guiño nostálgico musical orquestado en Conde Duque. “Mi aproximación al rock ha sido más profesional que como compositor, pero lo que me atrae de todo esto, es poder programar este tipo de música en un centro cultural municipal. Eso no es muy habitual”, explica.

Todos los músicos tienen una relación directa o tangencial con Malasaña. Aunque Josele Santiago vive ahora fuera de Madrid, fue una de las caras habituales del barrio en los años ochenta. “[Esa explosión cultural] Supuso el fin de los prejuicios”, apunta. “Antes, se asociaba el tipo de música que escuchabas a una clase social, o con una tribu urbana. Hasta el punto de que, si te ponías la camiseta de un grupo y entrabas en el bar equivocado, corrías el riesgo de llevarte una paliza o un navajazo. Yo lo he vivido”, recuerda. “Pero en Malasaña eso no era así: todos escuchaban de todo, power pop, rock o blues... A la gente se le abrió la mente de golpe en ese barrio. No importaba que escucharas a Los Ramones si eras rockero, o a Chuck Berry si eras punk. Todo valía”, continúa el artista.

El cantante de Sex Museum va más allá: “Malasaña nos dio un sitio donde dar rienda suelta a nuestros desvaríos, sobre todo a quienes no nos gustaba la dirección que había tomado La Movida. Éramos algo así como unos renegados. Queríamos —y buscábamos— algo más crudo que La chica de ayer o que las canciones de Alaska”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Todos coinciden en que, a día de hoy, queda bien poco de aquella esencia. “Ahora todo es mucho más bonito y colorido”, dice Pardo, “el Ayuntamiento ha hecho una buena labor, pero ya no es el hogar para una nueva generación de artistas. Se ha vuelto demasiado caro, y apenas quedan dos garitos de aquella época”. Y añade: “Antes era como un charco sucio, en el que crecen renacuajos y se forma un ecosistema interesante. Ahora es como una piscina llena de cloro, limpia, pero donde no crece nada”.

“La zona ha cambiado tanto, que aunque viva fuera de Madrid no lo echo de menos”, comenta Josele Santiago. “Cuando más lo echo de menos, es cuando voy a Malasaña y veo que no tiene nada que ver con esas calles en las que nos criamos, culturalmente hablando”, explica. Malasaña no será lo mismo, pero durante unas semanas se llena de sonido malasañero, el original.

Archivado En