Fusión | SOLEÁ MORENTE

El talento disperso

La hija mediana del maestro se alía con Napoleón Solo en busca de un lenguaje propio que por ahora sigue resultando indescifrable

Soleá Morente durante su actuación en el Teatro Lara. Angel Manzano (Redferns)

Estrena disco una Morente y todo es bullicio, expectación, acontecimiento. Había jerarquía flamenca anoche en el Teatro Lara, mucho prohombre, docenas de claveles que acabarán lloviendo sobre el escenario, invitados en proporción generosa y pasión desatada, porque el linaje es el linaje y el apellido cuenta e impone. Soleá, la hermana mediana y la menos canónica en esa bendita familia donde la ortodoxia nunca fue moneda de cambio, ponía de largo su Ole Lorelei entre cientos de miradas curiosas.

La granadina ha querido alejarse aún más de los senderos previstos. Si en ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Estrena disco una Morente y todo es bullicio, expectación, acontecimiento. Había jerarquía flamenca anoche en el Teatro Lara, mucho prohombre, docenas de claveles que acabarán lloviendo sobre el escenario, invitados en proporción generosa y pasión desatada, porque el linaje es el linaje y el apellido cuenta e impone. Soleá, la hermana mediana y la menos canónica en esa bendita familia donde la ortodoxia nunca fue moneda de cambio, ponía de largo su Ole Lorelei entre cientos de miradas curiosas.

La granadina ha querido alejarse aún más de los senderos previstos. Si en Tendrá que haber un camino ahondó en la vena más jonda de Los Planetas y Lagartija Nick, ahora ha creído ver en Napoleón Solo una banda de acompañamiento capaz de cambiar nuevamente el paso, de transgredir e innovar desde una perspectiva aún menos flamenca y canónica. Después de los 70 minutos de anoche, sin embargo, resulta que Tendrá que ver… y Ole… comparten más ingredientes de los pretendidos. Sobre todo uno: retratan a una artista que, en su búsqueda, aún no muestra indicios de saber quién quiere ser.

Abre boca La alondra, con la voz de Soleá enmarañada en un complejo universo de ecos, y de repente es como si el dream pop le ganase la partida al Sacromonte. Interesante. Anoche me preguntabas es una canción de (des)amor aderezada con unos teclados que parecen un préstamo de Chick Corea cuatro décadas atrás, mientras que Ya no solo te veo a ti apuesta por Jeanette en versión electrónica. Y así, se suceden ideas que podrían resultar aprovechables y se quedan en solo inconexas. Morente tendrá talento para los hallazgos, pero se sigue mostrando descentrada, desubicada, dispersa. Es una artista que anhela hacer algo diferente, quizá porque comprende mejor que nadie la importancia de pasarse los guiones por el arco del triunfo. Pero por ahora solo da vueltas en redondo, sin encontrar puerto ni destino.

La curiosidad va dando así paso a la desazón. Lo de anoche no era flamenco, flamenquito, mestizaje ni tan siquiera provocación, sino más bien pastiche y revoltijo: una cosa simpática a la que se le acaba la gracia demasiado pronto. No nos imaginamos rememorando nada de este repertorio dentro no ya de una década, sino de un par de años. Soleá procura una ruptura que no se produce, sobre todo ante la ausencia de un lenguaje propio. Y tampoco inspira solemnidad, con la notable excepción de Dormidos, que se remonta a su proyecto de hace cuatro años con Los Evangelistas.

Afortunadamente, Por qué será aprovecha mejor que de costumbre las voces suplementarias de Rocío Morales y Lorena Álvarez. Es intrigante y contenida, encierra inflexiones melódicas bonitas, tiene duende. Pero el optimismo se desvanece cuando Todavía, que podría ser francamente pegadiza, tropieza con el problema de nuestra protagonista en la tesitura aguda: le nace penetrante, casi hiriente y, en consecuencia, muy poco cálida.

Todo mejora en Olelorelei, que se entrega al desmadre rumbero sin complejos, y en la que Alonso Díaz, ideólogo en gran medida del proyecto, no renuncia a una cierta estridencia con sus teclados. Es un hallazgo y un acierto manifiesto hasta en su eufónico título, que acaba propiciando un crescendo final muy afortunado (e idóneo para que el patio de butacas se alborote). Pero el colofón de Bailar conmigo, incluso pasando por alto la afinación, merecería emplazamiento en la papelera de reciclaje. Salvo que ahora pretendamos canonizar a Camela, una tentación malasañera que confunde velocidad y ganado porcino a costa de bordear el ridículo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los bises comprendieron una versión desmadejada de Palabras para Julia, el consabido homenaje a Leonard Cohen y la pachanguera Tonto, por exacerbar el batiburrillo. Hubo aplausos, claro, pero no fascinación. Alcanzada la medianoche, no sabíamos si pensar de Soleá que es una artista desconcertante o que, más bien, se ha instalado ella misma en el desconcierto.

Más información

Archivado En