Ana Moura: No hay fronteras que valgan

La diva portuguesa, que inaugurará Eurovisión, exhibe su mirada amplia en un Nuevo Apolo que no se llenó

Ana Moura con sus músicos en el escenario.

Habrá un día en que reparemos en las décadas de indiferencia con que nuestra miopía castigó a la música del vecino portugués. Y nos va a doler, porque en ese instante preciso querremos arrancarnos algún que otro mechón de cabello. Una curiosa noticia de última hora: Ana Moura inaugurará casi a capela la próxima gala de Eurovisión, esa teórica orgía plurinacional de la pachanga. Será entonces cuando 180 millones de espectadores caigan en la cuenta de que el fado no es privativo de las clases atildadas, sino que late en los puertos, calles y tabernas. Lo demostró anoche Moura en un Nuevo Apolo q...

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Habrá un día en que reparemos en las décadas de indiferencia con que nuestra miopía castigó a la música del vecino portugués. Y nos va a doler, porque en ese instante preciso querremos arrancarnos algún que otro mechón de cabello. Una curiosa noticia de última hora: Ana Moura inaugurará casi a capela la próxima gala de Eurovisión, esa teórica orgía plurinacional de la pachanga. Será entonces cuando 180 millones de espectadores caigan en la cuenta de que el fado no es privativo de las clases atildadas, sino que late en los puertos, calles y tabernas. Lo demostró anoche Moura en un Nuevo Apolo que solo acarició el lleno y que se encontró con el trabajo versátil de una mujer a la que le aburren categorías, paradigmas y compartimentos.

La de Santarém no se desangra por la garganta, no recurre al dolor desaforado de la tradición. Su voz tiene poso y arena, es sutil y granulada, transita por la canción de aroma popular (Ai eu) con los matices múltiples de quien se sabe tocada por un don muy poderoso. Y abarca un espectro amplio: Maldiçao, en dramática soledad con su guitarrista; el vértigo endiablado en Fado magala, el insólito espíritu bailable del Fado dançado. Todo ello antes de hincarle el diente, por qué no, a una sentidísima lectura bilingüe de No expectations, el clásico de Jagger y Richards. Al habitual dúo cordófono del fado incorpora Moura un trío de acompañamiento ligero (bajo, batería con escobillas, un teclado prudente) para agrandar las miras. Por eso Tens os olhos de Deus se erige en exquisita balada internacional con arabescos de guitarra portuguesa. No hay con ella fronteras que valgan.

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