Los juegos sin sentido de ‘La cantante calva’

El Teatro Lope de Vega de Sevilla acoge la obra de Ionesco, con Fernando Tejero y Adriana Ozores

Un momento de 'La cantante calva'.Javier Naval

El dramaturgo Eugène Ionesco (Slatina, 1909- París, 1994) reconoció en su día que nunca quiso ser un autor teatral y que, paradójicamente, llegó a ello cuando comenzó a estudiar inglés con el método Assimil. "Su aprendizaje no conduce necesariamente a la dramaturgia. Al contrario, me convertí en un autor teatral porque no logré aprender inglés", aseguró el escritor, quien afirmó que durante ese proceso se dio cuenta de su verdadera ambición. "Comunicar a mis contemporáneos las verdades esencia...

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El dramaturgo Eugène Ionesco (Slatina, 1909- París, 1994) reconoció en su día que nunca quiso ser un autor teatral y que, paradójicamente, llegó a ello cuando comenzó a estudiar inglés con el método Assimil. "Su aprendizaje no conduce necesariamente a la dramaturgia. Al contrario, me convertí en un autor teatral porque no logré aprender inglés", aseguró el escritor, quien afirmó que durante ese proceso se dio cuenta de su verdadera ambición. "Comunicar a mis contemporáneos las verdades esenciales reveladas por el manual. Lo que tenía que hacer, pues, era una pieza de teatro", dijo. Y así fue como se gestó La cantante calva, una obra culmen del teatro del siglo XX y una de las más representativas del conocido como teatro del absurdo. Casi 70 años después de su estreno en París, el montaje está desde este jueves y hasta el domingo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. 

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Dirigida por Luis Luque y protagonizada por Fernando Tejero y Adriana Ozores, La cantante calva es un ejemplo nítido del teatro del absurdo. “Ionesco, cuando salía a la calle, confesaba que no entendía ni lo que ocurría, ni lo que se decía. Esta misma sensación la tengo yo muchas veces. El enigma de nuestra existencia es incomprensible. Cuando uno acaba de leer la obra, te invade una sensación feliz pero también amarga. Son escenas cotidianas sobre la incomprensión y la incomunicación de la gente”, aseguraba el director durante la presentación del montaje en Madrid. La obra, que lleva representándose sesenta años ininterrumpidamente en El Théâtre de la Huchette de París, sigue la traducción y versión de Natalia Menéndez.

La cantante calva, la primera de la treintena larga que escribió el francés de origen rumano, utiliza tres ingredientes (la angustia, la risa y el sinsentido) para ahondar en la soledad del ser humano, en la insignificancia de su existencia. “Es una obra de juegos sin sentido que nos traslada a un mundo de soledad y aislamiento, de parloteo constante, de intento de volver a empezar. En este sentido, es un texto absolutamente contemporáneo”, mantiene Luque, quien también resalta el contexto de la Europa devastada de los años cincuenta en el que se estrenó la obra y el actual. “Acababan de sufrir dos guerras mundiales y los movimientos culturales eran muy reactivos. Ahora estamos más adormecidos y alienados, pero la crisis también ha devastado la sociedad y el hombre se encuentra en un lugar caótico y disparatado. Ionesco apuntaba ya entonces la aparición de los totalitarismos, algo que tenemos hoy muy presente. Los totalitarismos pueden llegarnos de cualquier lado, de cualquier signo”, explica.

De la mano de Pentación Producciones, la historia se centra en el encuentro de dos parejas en un palacete, al que se unen una sirvienta fogosa y disparatada y un bombero en busca de un fuego inexistente. Todo carece de lógica. Además de Tejero y Ozores, el reparto lo completan Joaquín Climent, Carmen Ruiz, Helena Lanza y Javier Pereira.

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