Estaciones de metro como saunas

La temperatura en el suburbano llegó a 36,6 en plaza Cataluña, cosa que indigna viajeros y trabajadores, pero no hay nada que hace

El termómetro marca 36,6 grados pasadas las cuatro de la tarde en la estación de metro de Catalunya. JOAN SÁNCHEZ

“Próxima parada: Passeig de Gràcia”. Un montón de pasajeros toman posiciones ante la puerta del vagón, dispuestos a pasar, en cuestión de segundos, de los 23 grados que hay dentro del tren a los casi 35 que se respiran al andén. “¡Madre mía, esto es una sauna!”, se queja a mediodía un comercial que lleva corbata pero “por suerte”, dice, no chaqueta. Ayer viernes fue uno de los días más calurosos del verano en toda Cataluña y, por pura lógica, también en las estaciones del metro. “La ventilación funciona igual durante todo el año, pero hay estaciones donde se nota más el calor en función de las...

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“Próxima parada: Passeig de Gràcia”. Un montón de pasajeros toman posiciones ante la puerta del vagón, dispuestos a pasar, en cuestión de segundos, de los 23 grados que hay dentro del tren a los casi 35 que se respiran al andén. “¡Madre mía, esto es una sauna!”, se queja a mediodía un comercial que lleva corbata pero “por suerte”, dice, no chaqueta. Ayer viernes fue uno de los días más calurosos del verano en toda Cataluña y, por pura lógica, también en las estaciones del metro. “La ventilación funciona igual durante todo el año, pero hay estaciones donde se nota más el calor en función de las dimensiones, de las salidas que tenga, de la profundidad, de la humedad”, explican desde Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). En el andén de la línea 3 en Passeig de Gràcia, una mujer no deja de mover su abanico a dos centímetros de la nariz, clap-clap-clap, mientras se lamenta: “Cada verano vamos a peor”.

Pero en la estación de Catalunya la situación es peor. El mercurio llegó a los 36,6 grados a las 16.30 horas en el andén de la línea 3, según comprobó este diario. Zohaib Hassan Khan trabaja desde hace años en la tienda de golosinas y refrescos de esta parada. “Las peores estaciones son Sants, Plaça Espanya y Catalunya”, comenta. “La única opción es aguantar como se pueda, beber mucha agua y no separarse del ventilador”. Hassan bebe más de tres litros al día, pero admite que este calor va bien para su negocio, informa Júlia Gamissans.

Piscina gratis en Berga

Júlia Gamissans

Los vecinos de Berga tenían ayer una doble motivación para acudir a la piscina municipal: refrescarse y hacerlo gratis. El Ayuntamiento del municipio, gobernado por la CUP, decidió abrir las puertas de estas instalaciones para que sus ciudadanos pudieran soportar el calor, especialmente después que el Servicio Meteorológico de Cataluña emitiera un aviso por las altas temperaturas, que en el municipio fregarían los 35 grados. La de ayer no fue la primera vez que el Consistorio abre las puertas de la piscina municipal. Lo hace desde hace dos años, cada vez que se activa una alerta por ola de calor “por tal que la ciudadanía pueda combatir los episodios de calor intensa”, justificó en un comunicado. El Ayuntamiento prevé repetir la iniciativa cuando haya “peligro alto” o “muy alto”, según el Servicio Meteorológico.

David, un estudiante de instituto, se protege de una repentina corriente de aire tórrido. “A veces pienso que ahora ya no hace tanto calor, pero me temo que lo que pasa es que me he acostumbrado”. David soporta los 32 grados de la estación de la Barceloneta con la tranquilidad que en pocos minutos estará en la playa. Igual que los extranjeros que bajan en la misma estación o en las de Vila Olímpica o Bogatell de la L4. “Es demasiado el calor que hace”, dice un italiano vestido con la mínima expresión: bañador, chanclas, camiseta sin mangas y toalla al hombro.

Urquinaona es uno de los puntos más calientes de la red, según asegura un trabajador del metro en esta estación. “La temperatura ya es alta por la mañana, pero va subiendo durante el día. A las cuatro de la tarde aquí no se puede estar. ¡Sudamos la gota gorda, gastamos dos camisetas al día!”. Resignado, con la prenda de vestir abotonada y perfectamente dentro de los pantalones, se afana a volver a la oficina: “Al menos allí funciona el aire acondicionado”.

La inviabilidad del aire

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Todos los trenes de TMB tienen aire acondicionado desde el 1999. “Solo por la constante apertura de las puertas, cuesta mucho más refrigerar un vagón de tren que cualquier otro espacio”, explican desde TMB. Las estaciones están ventiladas con un circuito de renovación de aire conectado con el exterior. “Hay una estructura de pozos y de conductos de ventilación, pero no refrigeran”, admiten.

Poner aire acondicionado a las estaciones y los andenes del metro es inviable. Se hizo un estudio y una prueba hace años y se descartó: “El movimiento constante de trenes a través de los túneles provoca un efecto pistón, que traslada las masas de aire de un lado a otro. Así, el aire que se refrigerara en una estación durante el intervalo entre trenes se sustituiría por una masa de aire caliente empujada por el tren que entra”, explica el estudio. Así, el consumo energético sería desproporcionado.

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