JAZZ VOCAL Ala.Ni

De un lugar inalcanzable

La nueva diva de ébano para el jazz vocal, no solo asombra, sino que sencillamente conmociona

La cantante de jazz Ala.Ni.

Existe práctica unanimidad, y no se sabe si ha de ser motivo de recelo o alborozo: Ala.Ni es la nueva Billie Holiday. Debe de dar miedo saberse en tan alta consideración, sobre todo porque cualquier mortal al que comparemos con los dioses saldrá trasquilado. La nueva diva de ébano para el jazz vocal, no. Sobre todo porque su voz no es que asombre, sino que sencillamente conmociona. Y porque la demostración de anoche en el Conde Duque no solo resiste cualquier parangón, sino que amenaza con agotar las listas de epítetos.

 Hay que ser valiente para enfrentarse a un auditorio con el escuet...

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Existe práctica unanimidad, y no se sabe si ha de ser motivo de recelo o alborozo: Ala.Ni es la nueva Billie Holiday. Debe de dar miedo saberse en tan alta consideración, sobre todo porque cualquier mortal al que comparemos con los dioses saldrá trasquilado. La nueva diva de ébano para el jazz vocal, no. Sobre todo porque su voz no es que asombre, sino que sencillamente conmociona. Y porque la demostración de anoche en el Conde Duque no solo resiste cualquier parangón, sino que amenaza con agotar las listas de epítetos.

 Hay que ser valiente para enfrentarse a un auditorio con el escueto respaldo de un arpa y una guitarra eléctrica. Pero lo de Alani Charal no es exactamente valentía. Es un don. Canta con tanta naturalidad con la que cualquiera de nosotros montaría en bici. No fuerza la garganta; el torrente sonoro le brota de algún lugar inalcanzable para casi cualquier otro ser humano. Y se desparrama por la sala como si el espacio se diluyera, como si cada metro cuadrado se evaporara de súbito.

El arranque ya había sido espectacular, con un precioso vals a la antigua, Come to Me, que habría aplaudido Judy Garland, y un divertido despliegue de percusión corporal, golpeando muslos y caderas mientras sus labios imitaban un solo de trompeta para Ol’ Fashioned Kiss. Pero la británica avisó de que su voz “sufría” por culpa del aire acondicionado. Y en ese momento aconteció un episodio merecedor de que recordemos siempre. Ala.Ni abordó Darkness at Noon con creciente emoción hasta que reparó en que, como sospechábamos, el micrófono le resultaba innecesario. Así que siguió cantando, sin perder un ápice de cuerpo ni intensidad, mientras paseaba por todo el perímetro del auditorio. Y regresó para postrarse, arrodillada, frente al escenario mientras imprimía a su última nota un vibrato infinito.

No nos deja mucho margen de error. Ala.Ni es superlativa. Y, por si fuera poco, divertidísima. “Lo que tenemos que sufrir las mujeres para resultar femeninas. Con lo a gusto que estaba hace un momento en pijama...”, refunfuñó sobre su precioso y entallado vestido blanco, que le tuvo mártir toda la noche. No le impidió ni recordarnos a Eddie Reader en la muy folkie To the River ni terminar subida (temerariamente) a la banqueta mientras ponía al público a tararear Run, Shaker Life, de Richie Havens. Hasta improvisó a partir de versos sueltos que los espectadores habían escrito en cuartillas. Todo muy suyo. Todo muy grande.

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