Manuel Vilariño, el artista que habla con los pájaros

El poeta y fotógrafo gallego expone en Puxagallery

'Black beach 2008', fotografía de Manuel Vilarino dentro de la exposición 'Animal Insomne'.Manuel Vilarino

Un pájaro carbonero y un petirrojo parecen dialogar tranquilamente hasta que éste último emite su peculiar timbre con el que avisa que algo inesperado va a suceder. El sonido de estas aves es una pieza musical compuesta por Manuel Vilariño (A Coruña, 1952) que sirve de introducción e hilo conductor a la exposición Animal Insomne, una muestra en la que el artista mezcla de manera íntima todo lo que conforma su mundo creativo: la poesía, la nostalgia, la música y un inconmensurable amor por la Naturaleza. La exposición se puede ver en Puxagallery (Santa Teresa, 10. Hasta el 21 de julio)...

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Un pájaro carbonero y un petirrojo parecen dialogar tranquilamente hasta que éste último emite su peculiar timbre con el que avisa que algo inesperado va a suceder. El sonido de estas aves es una pieza musical compuesta por Manuel Vilariño (A Coruña, 1952) que sirve de introducción e hilo conductor a la exposición Animal Insomne, una muestra en la que el artista mezcla de manera íntima todo lo que conforma su mundo creativo: la poesía, la nostalgia, la música y un inconmensurable amor por la Naturaleza. La exposición se puede ver en Puxagallery (Santa Teresa, 10. Hasta el 21 de julio), dentro del programa de PhotoEspaña.

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Manuel Vilariño, premio Nacional de Fotografía en 2007, no es un artista de muchas exposiciones. Su presencia en el pabellón español de la bienal de Venecia de 2007 con su Paraíso fragmentado, hizo que el poeta y fotógrafo abandonara más de lo que le gustaría su casa de Bergondo, el pequeño pueblo coruñés en el que vive en pleno bosque. Entre las más recientes están la que le dedicó Tabacalera en Madrid, en 2013 y la antológica del Centro Galego de Arte Contemporáneo, en 2015. “Aquellas, sobre todo la del CGAC, fueron recorridos exhaustivos sobre cosas que he ido haciendo a lo largo de mi vida. Aquí hay obras que van desde 2008 hasta este mismo año, pero es una versión reducida de lo que se expuso en Galicia”.

La docena de piezas que ocupan los diferentes espacios de la Galería se pueden contemplar como fragmentos de la vida del artista. La composición musical de la entrada conduce a partituras que cuelgan de la pared como poemas sin palabras y también a versos escritos en la pared donde habla de soledad, de sombras y de glaciares. Hay cartografías con anotaciones que hablan de nostalgia y de recuerdos. Y, sobre todo, hay fotografías de diferentes formatos en las que al paisaje imponente de una playa finlandesa está acompañada de imágenes de bosques retratados con la de la luz auroral, esa hora azul de la que hablaban María Zambrano o Alain Resnais.

En conjunto, explica el artista, “la exposición es una mirada melancólica sobre la soledad, sobre la ausencia del amor, vista desde la poesía y desde el interior de mí mismo. Es un mirar para buscar lo inesperado. Y también es una mirada de animal insomne, esa idea de que bajo la bóveda celestial hay muchas otras realidades posibles, seas pájaro o mineral”.

Esa búsqueda de otras realidades posibles está en el caso de Vilariño muy vinculada al maltrato de la Naturaleza. Él siente el sufrimiento y la inquietud de animales y árboles . Ante las obras tituladas Árboles del silencio I y II recuerda como el pasado mes de diciembre recorrió los 20 kilómetros que separan su casa de un roble de 800 años que había sido partido por un rayo. Dentro de ese árbol herido vio como pequeños animales que vivían a su abrigo y sintió más que nunca su compromiso con el bosque. Para Vilariño, fuera de los bosques solo está la intemperie. Y recuerda las enseñanzas del naturalista estadounidense Henry David Thoreau sobre los derechos indiscutibles de la Naturaleza.

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Cuando se le pide su opinión sobre por posición del presidente norteamericano Donald Trump sobre el cambio climático, el artista responde con un elocuente gesto de desesperación. En un ambiente más próximo, en su propia Galicia, sufre por los continuos incendios que cada verano destruyen los bosques. Y cuenta que, en muchos casos son provocados para vender la madera quemada más barata, pero que en otras muchas ocasiones, los incendios son utilizados como venganza de unas familias contra otras. “Es tremendo contemplar el fuego a través de los ojos de los animales. Y nada más desolador que descubrir entre la ceniza de los bosques los cráneos de los animales muertos. Los huesos adquieren unos tonos amarillentos que convierten el paisaje en algo sobrecojedor”.

El silencio de la muerte en los bosques está acompañado de versos de poetas que le acompañan desde hace muchos años. Además del que fuera su gran amigo, Jose Ángel Valente, se sigue alimentando de la poesía de Wallace Stevens, Emily Dickinson, Allen Ginsberg o Rosalía de Castro. “No podría vivir sin poesía y sin música. Producen sentimientos que los pájaros entienden. Yo no tengo ninguna duda de si nos esforzamos, podemos comunicarnos con ellos”.

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