ARTE Y PENSAMIENTO

Corazón de plástico

Laura Ramis expone en la galería Rafael Pérez Hernando su instalación 'Kapytal', que semeja con vasos, botellas, tuppers y otros recipientes una capital global

Instalación de juguetes sobre mesa de la artista Laura Ramis.

Hay cocodrilos, bebés ogro, tortugas ninja, cadillacs y floripondios. En su obra Colección, la artista Laura Ramis recopila juguetes de plástico hallados en bazares, rastros y mercadillos y los organiza por códigos de colores, creando un divertido caos de seres sonrientes. Es una muestra del arte de Ramis (Palma de Mallorca, 1988) cuya actividad consiste precisamente en rescatar de la economía a estos objetos superfluos y convertirlos en instalaciones formando arcoíris y gradientes de color. Esto explota en los ojos.

Cromática es la exposición que Ramis tiene en la galería Rafa...

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Hay cocodrilos, bebés ogro, tortugas ninja, cadillacs y floripondios. En su obra Colección, la artista Laura Ramis recopila juguetes de plástico hallados en bazares, rastros y mercadillos y los organiza por códigos de colores, creando un divertido caos de seres sonrientes. Es una muestra del arte de Ramis (Palma de Mallorca, 1988) cuya actividad consiste precisamente en rescatar de la economía a estos objetos superfluos y convertirlos en instalaciones formando arcoíris y gradientes de color. Esto explota en los ojos.

Cromática es la exposición que Ramis tiene en la galería Rafael Pérez Hernando (Orellana, 18) hasta el 3 de junio. Su instalación Kapytal semeja con vasos, botellas, tuppers y otros recipientes una gran capital asiática repleta de rascacielos oníricos e iluminación fluorescente. En Hula ground, hace un par de años, creó un enloquecido circuito con aros, pelotas y tapones, y también ha materializado una serie de mandalas sintéticos y psicodélicos. Un arte que recuerda a la labor de selección de ready mades de plástico que Antonio Pérez realiza en la fundación que en Cuenca lleva su nombre.

Las coloridas instalaciones de Ramis, lúdicas y con un punto infantil —es inevitable pararse a identificar y fiscalizar cada uno de los objetos que ha recopilado—, alegran el corazón, pero, bien miradas, también tienen su reverso tenebroso: el de la locura productiva del capitalismo que nos inunda con millones de objetos, en infinitos diseños, colores y remodelaciones, en gran parte inútiles, provenientes de otras esquinas del mundo, y prestos a saciar unas necesidades inventadas. Consumismo de todo a 100.

Incluso podría verse en la obra de Ramis un bien ecológico: si todos estos objetos de plástico acaban formando parte de instalaciones artísticas evitarán terminar su existencia en esas grandes islas de desechos que flotan en algunos lugares de los océanos.

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