Los fastos del 92, un dique que no evitó la crisis

La Expo coincidió con una recesión que ofreció su cara más cruda en 1993

Puente del V Centenario sobre las instalaciones del Puerto de Sevilla.

La fuerte inversión pública para preparar los eventos de 1992, tanto la Exposición Universal de Sevilla como los Juegos Olímpicos de Barcelona o la capitalidad cultural europea de Madrid, retrasó los efectos de la crisis económica y financiera internacional desatada a principios de esa década, entre otros factores, por las tensiones por los precios del petróleo a consecuencia de la Guerra del Golfo y la tormenta en el Sistema Monetario Europeo tras la salida de la libra esterlina y la lira italiana. Se demoró, per...

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La fuerte inversión pública para preparar los eventos de 1992, tanto la Exposición Universal de Sevilla como los Juegos Olímpicos de Barcelona o la capitalidad cultural europea de Madrid, retrasó los efectos de la crisis económica y financiera internacional desatada a principios de esa década, entre otros factores, por las tensiones por los precios del petróleo a consecuencia de la Guerra del Golfo y la tormenta en el Sistema Monetario Europeo tras la salida de la libra esterlina y la lira italiana. Se demoró, pero llegó, y tanto España como Andalucía sufrieron en 1993 la peor recesión económica en tres décadas, especialmente dura con las cifras de empleo.

El 92 se celebró en medio de una “crisis encubierta”, enmascarada por el volumen de gasto en obra pública que la desplazó hasta el año siguiente. Es decir, los fastos por el V Centenario del Descubrimiento de América actuaron como una especie de tapón que contuvo el retroceso económico, pero este terminó saltando, recuerda el economista Joaquín Aurioles. Andalucía, especialmente Sevilla, experimentó una “extraordinaria transformación” a principios de esa década, pero la crisis impidió que “la euforia” que existía previamente se materializara al final en un escenario favorable para las inversiones y la instalación de empresas.

La comunidad andaluza tenía en 1992 una población oficial de 7.001.058 habitantes, con un peso del 17,9% en el cómputo nacional. El Producto Interior Bruto de la región alcanzó ese año los 48.037 millones de euros, en torno a un 13,5% de la producción española (355.248 millones). En un contexto marcado por la crisis, el crecimiento del PIB mostró una significativa ralentización tanto en Andalucía como en España, con un avance del 0,6% y del 0,7%, respectivamente. En el primer caso, había crecido un 6% en 1990 y un 2,6% en 1991.

Según las estimaciones de Analistas Económicos de Andalucía, sociedad de estudios de Unicaja, la producción cayó en 1993 un 2% en la región y el 1,2% a nivel nacional. El desplome fue más que notable y solo durante la última y profundísima crisis, en 2009 y 2012, se registraron retrocesos más importantes. Una muestra del clima de inestabilidad económica que imperaba durante el año de la Expo fue la necesidad del Gobierno de Felipe González de devaluar la peseta en tres ocasiones en solo nueves meses, entre finales del verano de 1992 y la primavera del año siguiente.

El final de las obras por las celebraciones del 92 no solo dejó las cuentas públicas con un alto nivel de deuda, sino que hirió de gravedad al mercado laboral. Andalucía terminó ese año con 795.000 desempleados y una tasa de paro del 30,7%, frente al 26,6% del ejercicio anterior. En 1993, la situación fue aún más dramática y este índice se disparó al 34,08%. Igual que ocurrió con el PIB, el empleo disminuyó en la región a un ritmo mayor que la media nacional por una caída de la ocupación en todos los sectores, especialmente la construcción. En la comunidad había ese año 1,85 millones de personas con trabajo. En 1993, pese a que la tasa de paro fue más elevada, se alcanzaron los 1,74 millones de ocupados por un ajuste de la población activa.

El sector servicios representaba a principios de la década de los noventa del siglo pasado el 60% de la producción andaluza, una cifra destacada que, sin embargo, es menor que la actual, algo que evidencia el proceso de terciarización en la economía de la región en los últimos 25 años. Los servicios alcanzan ahora en Andalucía el 75% del valor añadido bruto (VAB), en detrimento de la agricultura, la industria y la construcción. También es el sector con un mayor número de ocupados, alrededor del 77%, frente al 60% de 1992.

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Los expertos destacan que la economía andaluza ha mostrado, en general, una evolución muy similar a la española en términos de producción y empleo, aunque la región se muestra más sensible a los ciclos económicos: en periodos de expansión experimenta crecimientos por encima de la media nacional y en fases de recesión, exhibe mayores descensos.

Otro hecho diferencial con la economía española es el mayor peso en Andalucía del sector agrario y la menor relevancia de la actividad industrial. A principios de los noventa, el primero rondaba el 10% de la producción, frente al aproximadamente 5% que alcanzan actualmente las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras.

Los primeros signos de recuperación en la economía andaluza se percibieron en el último trimestre de 1994, gracias a los ingresos por el turismo y las exportaciones. La creación de empleo se demoró hasta finales de 1996 y principios de 1997, cuando estos dos índices cedieron el testigo a la construcción. Esta fase de expansión sostenida de las economías andaluza y española, con un protagonismo desmedido del sector inmobiliario, se prolongó hasta 2008.

Andalucía cosechó dos años antes su cifra más baja de desempleados, con una tasa de paro rondando el 12%. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), Andalucía cerró 2016 con 1,12 millones de parados y una tasa del 28,3%.

La Andalucía previa al 'boom' inmobiliario

La Andalucía de 1992 tenía 770 municipios y 10 ciudades con más de 100.000 habitantes (las ocho capitales, Jerez de la Frontera y Algeciras) que concentraban el 38% de la población. Había 7.001.058 inscritos en el censo oficial, 3.554.492 mujeres y 3.446.566 hombres. Los crecimientos demográficos más llamativos se producían en toda la franja litoral, con avances por encima de la media, y en el entorno de Sevilla, Córdoba y Granada. Esa tendencia de movilidad hacia la costa culminaría durante el boom inmobiliario. Andalucía incrementó su parque de viviendas un 55% entre 1991 y 2008, con 4,4 millones de unidades en diciembre de ese año, según datos del Gobierno. Málaga (+78,7%), Almería (+74,6%) y Cádiz (+56,1) registraron los mayores aumentos.

La población extranjera en 1991 no llegaba ni al 1% del padrón (era del 0,89%, 61.985 personas). Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en enero de 2016 había 616.677 residentes extranjeros en Andalucía. La esperanza de vida en los primeros años de la última década del siglo XX rondaba los 79 años en las mujeres y los 73 en los hombres. La mortalidad infantil era del 8,93%, parámetro que ha sufrido un descenso importante. La edad media estaba en 34,29 años y un 11,72% de la población andaluza tenía más de 65 años. El primer hijo se tenía con 26,1 años de media.

Según el Instituto de Estadística de Andalucía, el 33% de los andaluces con más de 16 años tenía en 1991 estudios primarios y el 31% alcanzaba un nivel de educación secundaria. Solo un 6% de la población contaba con estudios universitarios. El 30% era analfabeta y sin estudios. En el curso 91-92, apenas el 13% de los niños de tres años estaba matriculado en educación infantil.

La Coordinación Autonómica de Trasplantes, un campo en el que Andalucía es líder, se puso en marcha en 1991. La comunidad también fue pionera en la creación de un sistema para fomentar la innovación y la investigación, aunque los expertos señalan algunas debilidades en su desarrollo, como el elevado gasto público frente al privado en I+D+i.

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