Opinión

Agitar fantasmas nacionales

Al margen de si Podemos procede de la costilla de Adán o de la de Kautsky, ningún partido responsable debería agitar fantasmas nacionales anticatalanistas como ha hecho Susana Díaz

El Partido Popular ha sido históricamente la fuerza que más ha muñido su oposición al catalanismo con el objetivo de ganar votos en el resto de España. Con las baterías todavía humeantes, ha sido capaz de verbalizar que fue un error su campaña contra el Estatuto catalán, con recogida de firmas a lo largo de la geografía española. Lo reconoció el 19 de septiembre del año pasado Xavier García Albiol, jefe de filas del PP en el Parlament, a la vista, claro, del tsunami independentista. Han tenido que pasar casi 10 años y estar en plena campaña de las elecciones catalanas para que se produjera ese...

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El Partido Popular ha sido históricamente la fuerza que más ha muñido su oposición al catalanismo con el objetivo de ganar votos en el resto de España. Con las baterías todavía humeantes, ha sido capaz de verbalizar que fue un error su campaña contra el Estatuto catalán, con recogida de firmas a lo largo de la geografía española. Lo reconoció el 19 de septiembre del año pasado Xavier García Albiol, jefe de filas del PP en el Parlament, a la vista, claro, del tsunami independentista. Han tenido que pasar casi 10 años y estar en plena campaña de las elecciones catalanas para que se produjera ese ejercicio público de contrición en declaraciones a este diario. Para buena parte de la opinión pública catalana, la acción política de los populares en defensa de “la igualdad entre españoles” constituyó un agravio, máxime cuando el PP había respaldado reformas estatutarias cuyo articulado copiaba literalmente apartados del Estatuto catalán que la misma formación había recurrido ante el Tribunal Constitucional.

Las tempestades ya se habían desatado, como evidenciaron las sucesivas manifestaciones a favor de la independencia que de forma masiva se han reiterado en cada Diada desde la sentencia del Tribunal Constitucional. Ahora el PP sigue la política del inmovilismo respecto a Cataluña. Combate en todos los frentes al Gobierno independentista de Puigdemont, en aras al manido igualitarismo, pero sin ofrecer alternativas al status quo. Siempre ha habido una legión de expertos en mantener el vulgar mantra anticatalanista, que comparte brocha gorda con el “España nos roba”, instalado en el imaginario del nacionalismo catalán más rancio. Ambas tendencias se retroalimentan y tienen como objetivo obtener votos y fidelizar al ciudadano-cliente, aun a costa de enfrentar territorios.

No debería ser este el caso del PSOE. Los socialistas aseguran tener un proyecto federal tan atractivo que seducirá a la mayoría de ciudadanos que viven en Cataluña, incluidos buena parte de los independentistas. Sin embargo, algo chirría en esta campaña. Históricamente, Alfonso Guerra, ex vicesecretario general del PSOE, era el especialista en misiones de trazo fino que ejecutaba en nombre de los sans-culottes y del igualitarismo entre españoles, excluidos, claro, los de dos comunidades forales que escapan al régimen común. El líder socialista se erigió en el gran hermeneuta constitucional al acuñar la célebre frase de haber “pasado el cepillo” al Estatut catalán en las Cortes. En 2013, sentenció que el PSC “había dejado de ser socialista”, porque llevaba una deriva sospechosamente nacionalista al pedir un referéndum pactado. Y, actualmente, seguro que a Miquel Iceta le silban los oídos por participar al lado de independentistas y podemitas —“comunistas, bolcheviques y chavistas”, en apunte de Guerra— en la manifestación del pasado 29 de mayo contra los recursos del Gobierno central al Constitucional, lo que ha paralizado soluciones a los desahucios o la pobreza energética en Cataluña.

Pero en esta campaña hay elementos mucho más preocupantes que los habituales de Guerra en el discurso de la presidenta andaluza, la socialista Susana Díaz. Básicamente, porque es una política en activo que lidera la comunidad más poblada de España y que, tal vez, según dictamine el 26-J, esté llamada a ocupar altas responsabilidades en el PSOE. Por ello no han pasado desapercibidas afirmaciones como las que realizó el pasado 11 de junio en Vélez-Málaga: “Que tengan claro en Podemos que los votos de los andaluces no van a servir para pagar los privilegios de Colau”. Díaz no concretó el tipo de privilegios a que se refería, pero no dudó en utilizar munición gruesa.

Y el miércoles pasado reiteró en Mairena de Aljarafe (Sevilla): “Podemos no es de fiar; ¿qué están diciendo con el hecho de que defiende una Hacienda catalana? Pues que quieren trocear la riqueza de este país. Aquí, en Andalucía la primera entidad financiera es La Caixa. ¿Qué están diciendo a los andaluces; que paguen sus préstamos, sus hipotecas, sus intereses y que vayan cotizar a la Hacienda catalana?”, subrayó la presidenta andaluza.

Al margen de si Podemos procede de la costilla de Adán o de la de Kautsky, ningún partido responsable, de esos que aspiran a representar a toda España, debería permitirse la ligereza de agitar fantasmas nacionales, anticatalanistas y emplear pirotecnia tan barata para cosechar votos. Es una manera de alimentar y engordar al independentismo y dar la razón al “todos son iguales”. Y es que algunos parecen empeñados en que así sea.

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