Crítica

Con los años a favor

Andrés Calamaro orilló el grito eléctrico para imponer su personalidad en el Palau de la Música

La vida conduce a cambios de intensidad, a expresar sentimientos y emociones de una manera consonante con la edad. El grito deja paso a la palabra mascullada, en ocasiones masticada, y la vehemencia, a la contención. No hay tanta vida por delante como por detrás, jirones en los que se enredaron demonios ahora aplacados, y la pasión no se expresa como si cada frase fuese la última que va a pronunciarse. A este proceso se le suele llamar educadamente madurar, pues parece que envejecer, que sería la palabra más exacta, es un desdoro, da miedo o se interpreta como un lastre....

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La vida conduce a cambios de intensidad, a expresar sentimientos y emociones de una manera consonante con la edad. El grito deja paso a la palabra mascullada, en ocasiones masticada, y la vehemencia, a la contención. No hay tanta vida por delante como por detrás, jirones en los que se enredaron demonios ahora aplacados, y la pasión no se expresa como si cada frase fuese la última que va a pronunciarse. A este proceso se le suele llamar educadamente madurar, pues parece que envejecer, que sería la palabra más exacta, es un desdoro, da miedo o se interpreta como un lastre. Andrés Calamaro está envejeciendo y el resultado de este proceso natural brilló con toda intensidad en un magnífico concierto que abre una puerta a través de la cual los fans habrán de aprender a pasar.

ANDRÉS CALAMARO

ROMAPHONIC SESSIONS

Ciclo Guitar BCN 2016

Palau de la Música Catalana

Barcelona

Martes, 7 de junio de 2016

Porque si el artista acoge sus canciones en una cuna de contrabajo, suaves percusiones comandadas por bongos y teclado, no hay que bramar los estribillos pues así la platea acelera el tempo de la canción. Si el artista habla despacio, como desde una nube ajena al mundo, pensando entre frase y frase, no debe interrumpírsele con lisonjas o peticiones de canciones. Si, como es el caso, Calamaro lleva su repertorio a terrenos de tango, balada, latinidad porteña y club, corear un estribillo se vuelve antinatural, brusca entrega que no casa con la mano enguantada de noche que proponía Calamaro desde el escenario del Palau de la Música. Pero todo se andará siempre y cuando el artista mantenga la distancia con la electricidad para fondear su repertorio en los recovecos acústicos.

Como siempre, pareció caminar por un alambre del que en cualquier momento podía caer. Calamaro se metía en jardines presentando las canciones, pero salía de ellos con donaire, ocurrente y sagaz. Habló de toros y de matadores con el espíritu de quien no es un bruto, tildó de "jurásica" la música de McCartney, rozó el tema nacional a través de la independencia de Cataluña en unos términos preñados de afilada ironía, forzó una voz que ya se va sin importarle desafinar y mantuvo sus gafas casi todo el concierto, como la estrella que es. Sus grandes éxitos mudaron cazadora vaquera por americana negra y, de puro a gusto que estaba, improvisó más temas de los que figuraban en el repertorio. Un señor concierto imperfectamente Calamaro, el artista que incluso cantando quedo y limitado parece hacer piruetas en el aire. ¿Cabe decir que su triunfo resultó merecido?

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