El independentismo afronta la jornada como una reválida del 27-S

Los que apoyaron listas secesionistas en septiembre tienen la oportunidad de mantener o corregir el rumbo

Francesc Homs (i) y Artur Mas, al inicio de la campaña. Albert Garcia

Los catalanes deciden hoy algo más que si Mariano Rajoy debe o no continuar como presidente. Los casi dos millones de catalanes que el pasado 27 de septiembre votaron por listas independentistas tienen hoy la oportunidad de mantener o corregir el rumbo en unas elecciones que llegan con el Ejecutivo catalán todavía en funciones y con una izquierda más boyante gracias al empuje que Ada Colau ha dado a la marca catalana de Podemos. Pase lo que pase la digestión de los resultados será rápida, puesto que mañana por la mañan...

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Los catalanes deciden hoy algo más que si Mariano Rajoy debe o no continuar como presidente. Los casi dos millones de catalanes que el pasado 27 de septiembre votaron por listas independentistas tienen hoy la oportunidad de mantener o corregir el rumbo en unas elecciones que llegan con el Ejecutivo catalán todavía en funciones y con una izquierda más boyante gracias al empuje que Ada Colau ha dado a la marca catalana de Podemos. Pase lo que pase la digestión de los resultados será rápida, puesto que mañana por la mañana volverá a ponerse en marcha la maquinaria para cerrar un acuerdo sobre la gobernabilidad catalana.

El independentismo ha evitado en todo momento dar a estas elecciones la categoría de reválida del 27-S. Desde el momento en que Convergència —ahora mutada en Democràcia i Llibertat— no logró repetir coalición con Esquerra Republicana las opciones del independentismo para ganar estas elecciones quedaron seriamente menguadas. Más que una reválida, tanto ERC como CDC han enfocado la campaña para quedar dentro del podio para que, llegado el caso, puedan recurrir al discurso de que el voto independentista sigue sumando más que el primer partido, sea el que sea.

Investidura al límite en la Generalitat

El 10 de enero acaba el plazo para investir al nuevo presidente de la Generalitat. De no haber un pacto entre Junts pel Sí y la CUP Mas ya ha asegurado que habrá elecciones. Asegura que en ningún caso contempla la retirada de la política. Esto obliga a una negociación en plenas fechas navideñas. En caso de que la CUP acepte investir a Mas en su asamblea del día 27 esto obligará a trabajar al Parlament los últimos dos días del año o la primera semana. El debate de investidura podría llegar a celebrarse el 29 y 30 de diciembre siempre que la presidenta del Parlament lo acuerde con los grupos.

Tanto Convergència como Esquerra han intentado meter estas elecciones en una suerte de paréntesis con la esperanza de que el resultado afecte lo menos posible el desenlace de la investidura del presidente de la Generalitat. Tanto si el resultado es bueno como si es malo intentarán que entre el lunes y el martes se pueda cerrar un preacuerdo con la CUP que incluya la investidura de Artur Mas. Aventurar lo que vendrá después es política ficción, habida cuenta que todo quedará en manos de una asamblea de la CUP que se celebrará el 27 de diciembre y a la que todavía no está claro ni cuánta gente asistirá ni cuál será la posición de sus líderes.

Cara nueva

Convergència, minada por la corrupción, ha intentado presentarse como algo nuevo no solo mediante su nueva marca electoral, sino también renovando el discurso de arriba abajo. El discurso socialdemócrata ha presidido toda la campaña, aunque para ello haya tenido que criticar la reforma laboral que ayudó a aprobar.

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Y, a sabiendas de las ganas de "cambio" que existen en grandes sectores sociales, su discurso se ha centrado en decir que, en Cataluña, el único cambio real pasa por la independencia. Con ello se ha querido desmarcar del cambio que predica En Comú Podem y que, para los convergentes, tiene los pies de barro al apostar por un referéndum que difícilmente logrará apoyos en el Congreso.

Esquerra también ha peleado por este voto del cambio con el mismo discurso contra Podemos. Las encuestas, sin embargo, le dan una ligera ventaja sobre Convergència que, de producirse, podría ser letal para los intereses de Artur Mas, pues abonaría la tesis de que la ruptura de CiU y el abandono del discurso moderado fueron errores mayúsculos. Los convergentes no dejan de mirar de reojo a sus antiguos socios de Unió que, con el incombustible Josep Antoni Duran Lleida al frente, se juegan hoy prácticamente su supervivencia como partido.

Al final del día también habrá que hacer balance sobre qué resultado obtienen en Cataluña los dos grandes partidos nacionales. Los socialistas y el PP se hicieron en 2011 con 25 de los 47 diputados en juego en esta comunidad. Las encuestas les otorgan ahora un máximo de 13 o 14.

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