Columna

Sereno

En sus rondas el vigilante confundía el Ministerio del Aire con El Escorial, la Almudena con una pastelería y Cibeles con Neptuno

Timoteo Mondeño. JORGE F. HERNÁNDEZ

Cuentan de un sereno de Madrid que del poco dormir y mucho andar dio en cantar amaneceres a las dos de la madrugada y enrevesar las horas de todo mediodía. El hombre —de nombre Timoteo Mondeño de Calatrava— tuvo a bien evitar el penúltimo beso que se daba una pareja en Atocha, convencido de que evitaba una reyerta y felicitó en el andén del metro Argüelles al conductor por confundirlo con el Capitán Nemo (Timoteo apareció en el Telediario refiriéndose en todo momento a los vagones alineados a su espalda, como “el mejor submarino que haya visto jamás”).

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Cuentan de un sereno de Madrid que del poco dormir y mucho andar dio en cantar amaneceres a las dos de la madrugada y enrevesar las horas de todo mediodía. El hombre —de nombre Timoteo Mondeño de Calatrava— tuvo a bien evitar el penúltimo beso que se daba una pareja en Atocha, convencido de que evitaba una reyerta y felicitó en el andén del metro Argüelles al conductor por confundirlo con el Capitán Nemo (Timoteo apareció en el Telediario refiriéndose en todo momento a los vagones alineados a su espalda, como “el mejor submarino que haya visto jamás”).

En sus rondas confundía el Ministerio del Aire con El Escorial, la Almudena con una pastelería y Cibeles con Neptuno; hablaba a solas por las madrugadas recorriendo Recoletos y hay quien asegura que pasaba noches enteras sobre aceras de Princesa esperando tranvías que ha tiempo dejaron de pasar. En recorridos por Gran Vía llegó a sentirse viajando por Manhattan y en plena calle de Preciados le daba por cantar; evitaba chiringuitos, estancos y poltronas aunque consta en actas y selfies que gustaba de solteronas. Con llaves anacrónicas y estrabismo declarado, Timoteo Mondeño erraba sin rumbo ni tiempo por las calles de Madrid: analistas y psiquiatras, cada quien que va a lo suyo, sólo dicen —con asepsia— que no es cosa de espantar.

Con el chuzo se defiende de macarras y mastines, con la capa cree que vuela cuando duerme en Chamartín; con la gorra a nadie ofende y el bigote relamido cubre gestos y murmullos que ya nadie puede oír. Timoteo de pasos suaves, a la espera del aplauso, va gritando sus serenos a las tres como si ; desconoce a los cajeros, los teléfonos sin cuerdas, la Bernarda de pelo rojo y al Fulanito de Tal. Sin embargo, a estas fechas se le ha dado, por urgencias de un domingo, pluriempleo en las encuestas de la fiesta electoral.

Una empresa más de hipsters que de análisis directo tuvo a bien subcontratarlo para estadística instantánea, consulta rápida y muy secular. No es lugar para informar el saldo, sólo quiero celebrar, que un Sereno de otros tiempos, con farola, chuzo y capa tuvo a bien andar despacio en terreno singular. Lo que dicen los sabihondos, los ilusos y quejosos nada tienen en común con el resultado del juglar: de las noches en volandas, de sus rondas sin horarios, un Sereno sólo afirma que otro año, mal que pese, España entera vuelve y huele otra vez a Navidad. En espera de otro Gordo —premio grande y tradicional— y en espera de los votos, las propuestas y las quejas, el mejor regalo de Éste será copiarle la serenidad.[PIEPAG]

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