Opinión

El mejor acuerdo posible

En la CUP saben que Mas llega a un sector de la población que reconoce su compromiso y Mas admite que el escrutinio de la CUP a las instituciones les sienta bien

Lo mejor que podía pasar la noche del 27 de septiembre fue que Junts pel Sí y la CUP se vieron obligados a hablar desde el primer momento a pesar de que muchos votantes de la CUP esperaban ahorrarse el trago y de que muchos más votantes de Junts pel Sí preferían no tener que someter a negociación algo que les parecía obvio. Pasé la tarde con amigos de las dos formaciones y recorrí diversas mesas de dos ciudades distintas. Las conversaciones de la cena fueron premonitorias, y de todos los resultados posibles, ese era el menos deseado.

Debo ser de los pocos que se alegraron de verdad de u...

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Lo mejor que podía pasar la noche del 27 de septiembre fue que Junts pel Sí y la CUP se vieron obligados a hablar desde el primer momento a pesar de que muchos votantes de la CUP esperaban ahorrarse el trago y de que muchos más votantes de Junts pel Sí preferían no tener que someter a negociación algo que les parecía obvio. Pasé la tarde con amigos de las dos formaciones y recorrí diversas mesas de dos ciudades distintas. Las conversaciones de la cena fueron premonitorias, y de todos los resultados posibles, ese era el menos deseado.

Debo ser de los pocos que se alegraron de verdad de una noche electoral que, solo aparentemente, complicaba el escenario y lo situaba en la propuesta, en la renuncia y en la complejidad del diálogo. El tiempo no perdonará lo que hagamos sin él y tarde o temprano el independentismo tenía que construir puentes internos sólidos y duraderos. Los suspiros de alivio de no tener que encontrarse en la misma mesa solo podían ser temporales.

No va a ser fácil. Anna Gabriel lo dejó claro, “no queremos la muerte política de Mas, y no será porque mucha de nuestra gente no le tenga ganas”. Una parte de la gente que se siente representada por la CUP ha sido reiteradamente agraviada por una parte de CDC, intentar olvidar o esconder eso en un país tan pequeño y tan políticamente motivado es inútil. La sombra de los escándalos de corrupción, aunque sean menos de los que las lentes aumentan y multiplican, no se desvanece con el escándalo del registro el día de presentación de la candidatura. Que el Estado español sea un desastre democrático no redime todos los errores de los demás.

Las distancias son grandes, pero están para recorrerlas porque mientras tanto se crea algo más que complicidades y vínculos. Se fabrica capital político, aparecen nuevos perfiles mientras se civilizan los sectores más extremos de ERC, CDC y CUP, que empiezan a reconocer méritos y capacidades en los otros. En la CUP saben que Mas llega a un sector de la población que le reconoce el cumplimiento del compromiso. Mas sabe que a las instituciones catalanas el escrutinio de la CUP les sienta bien. Las tensiona, puede que a veces hasta provocarles estrés, pero también evita que las zonas de penumbra se conviertan en opacas.

Lo de conseguir la soberanía imperfecta solo se logra con un Estado tan imperfecto como los demás. Y el Estado viable solo se mantiene si la sociedad no sufre desigualdades sociales y culturales tan grandes que imposibiliten su viabilidad y sus proyectos, léase España, véanse cifras de paro, fracaso escolar, renta o, si quieren voto independentista. Si no se quiere llegar a ese extremo en Cataluña hay que trabajar sin descanso para cohesionar su sociedad.

La independencia solo será posible si de la retórica del mitin se pasa al diálogo sobre proyectos y se llega a acuerdos sólidos
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La independencia solo será posible si de la retórica del mitin se pasa al diálogo sobre proyectos y se llega a acuerdos sólidos. Quim Arrufat describió muy bien la situación: si al final llevan a la CUP al límite de dinamitar el proceso, la CUP votará afirmativamente la investidura de Mas. Y con razón, añadía: “pero así no se construye la futura República Catalana, no se construye nada”. Tan cierto como que más de un millón y medio de catalanes votó para que Mas fuese presidente, votantes a quienes revientan tanto los recortes o los errores de los Mossos como la demagogia que se hace con ellos. O que se callan lo que piensan sobre salir del euro y otras ideas de bombero.

Va a haber acuerdo. Si la CUP y Junts pel Sí no son capaces de deshacer ese nudo, más vale que nos dediquemos a otra cosa. Porque no solo habrá que limar esas asperezas. Hay trabajo de sobras para cuando PSC e Iniciativa se convenzan que no hay nada que hacer con el Estado y necesiten también un nuevo encaje. Ni tan solo Ciudadanos va a poder aguantar en España, al tiempo. Un país no puede vivir en constante situación forzada, el ejemplo español debería llevar a reflexión sobre cómo se adquieren comportamientos que apañan lo urgente, pero que jamás solucionan lo importante y fundamental. Alguien en España debería reivindicar una España diferente para que algún día pueda, también, dialogar con una Cataluña distinta, independiente.

No está escrito que esto tenga que acabar mal para todos, al contrario. Pero la vieja cultura del pacto ha muerto. Hace falta otra, hace mucha falta.

Francesc Serés es escritor

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