“Cara me ha salido la boda”

Los conductores apoyan los controles de alcoholemia pese a ser denunciados por ir ebrios al volante

Guardias civiles, durante el control de alcoholemia junto a Algete. JAIME VILLANUEVA

Son las dos de la madrugada y hace una temperatura agradable este domingo estival. La M-100, la carretera que une la autovía de Burgos con Algete, tiene poco movimiento de momento. De fondo, resuena la música de las fiestas de un municipio cercano. A esa hora, una docena de guardias civiles montan un control de alcoholemia y drogas en una zona de gran tránsito de vehículos. Se trata de una de las pruebas masivas que se repiten todos los fines de semana en las carreteras de la región.

“Hasta las tres o las cuatro de la madrugada, seguro que la cosa está tranquila”, afirma un alférez, con...

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Son las dos de la madrugada y hace una temperatura agradable este domingo estival. La M-100, la carretera que une la autovía de Burgos con Algete, tiene poco movimiento de momento. De fondo, resuena la música de las fiestas de un municipio cercano. A esa hora, una docena de guardias civiles montan un control de alcoholemia y drogas en una zona de gran tránsito de vehículos. Se trata de una de las pruebas masivas que se repiten todos los fines de semana en las carreteras de la región.

“Hasta las tres o las cuatro de la madrugada, seguro que la cosa está tranquila”, afirma un alférez, con muchos años de experiencia en la Agrupación de Tráfico. Su predicción se cumple al detalle. Los primeros coches son detenidos por un sargento, que da el alto a los conductores y hace una criba de los posibles infractores. El control de drogas se hace de forma aún más selectiva, ya que el kit cuesta unos treinta euros. El primero que se hace es al conductor de una furgoneta, que se muestra especialmente contrariado: “Yo puedo fumar chocolate [hachís] y conducir perfectamente”. No lo dicen así las estadísticas. De los 614 conductores fallecidos en accidentes de circulación en 2014, 240 dieron resultados positivos a drogas o alcohol.

“Hasta lascuatro de la madrugada, seguro que la cosa está tranquila”, afirma un alférez

El primer positivo lo da Fernando, un hombre de 63 años que conduce un Audi Q5. Es el padre del novio de una boda que se estaba celebrando en un restaurante muy próximo al control de alcoholemia. El conductor, al verlo, quiso dar marcha atrás, pero los agentes le vieron y le obligaron a someterse a la prueba. El resultado es 0,39 mililitros de alcohol por litro de aire espirado, cuando el límite es 0,25 (0,15 para los profesionales o los noveles). Además, le van a caer otras dos multas: una por ir sin cinturón de seguridad y otra por dar marcha atrás en una carretera. “Me parece bien, porque no tengo nada contra los guardias civiles. He creído que para una vez que se casa mi hijo no me iban a pillar. De hecho, he cogido una habitación en un hotel cercano para no tener que regresar a Toledo. Cara me ha salido la boda”, afirma el infractor.

Los agentes hacen primero la prueba con el alcoholímetro y, si da positivo, lo pasan a una furgoneta donde hay un etilómetro. Este es un aparato de mucha mayor precisión que imprime un papel con los resultados. Este resguardo sirve como prueba en caso de juicio o de recurso. Se hacen dos pruebas con un intervalo de unos veinte minutos.

“Atención, compañeros. Este es de academia”, anuncia el sargento alrededor de las cuatro de la madrugada. Se acerca un coche lento y con las luces largas puestas. El suboficial le ordena que pare, a lo que el conductor duda. “¿Qué? ¿Ha bebido algo?”, le pregunta el guardia. “Dos cervezas, nada más”, le responde con acento extranjero. “Vamos a ver si es verdad. Aparque en el otro carril”.

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“Atención, compañeros. Este es de academia”, anuncia el sargento

Las dos cervezas han debido de ser algo más, porque en la primera prueba arroja un resultado de 0,54. “Con que dos cervezas, eh. Y algo más”, le dice el agente. De nuevo, le caerán más denuncias. Además de los 500 euros y los cuatro puntos del carné, los agentes le denunciaron por ir con las luces largas puestas, por tener la inspección técnica de vehículos (ITV) caducada desde finales de mayo y por ir una pasajera del asiento trasero sin el cinturón. Esta denuncia la pagará ella.

Junto a él está parado un joven de 22 años, que ha dado 0,67 en la primera prueba. En la final, le bajó hasta 0,61. Se lleva una sanción de 1.000 euros y seis puntos. “Solo he bebido dos tercios antes de salir, pero estoy bien para conducir. ¿Qué iba a hacer, coger un taxi?”, pregunta. Lo que no sabe es que con esa tasa de alcoholemia se tienen graves problemas de percepción, de atención y de coordinación y que se incrementa la somnolencia. El riesgo de sufrir un accidente se multiplica por nueve.

El resultado más alto de la noche llega a las 4.20. El conductor de un Mercedes negro llega de forma dubitativa al control. El primer resultado es de 0,77, lo que le convierte en un delito contra la seguridad vial, al sobrepasar el 0,60, pero después le baja. El conductor, Manuel, un vecino de Fuente el Saz, reconoce que no ha cenado nada y que ha tomado dos güisquis con sus amigos en San Sebastián de los Reyes. “Hacen muy buena labor, porque desde luego no se debe conducir si se ha bebido. Eso sí, yo me encuentro perfecto para conducir. Tengo buenos reflejos”, afirma el sancionado. Su voz lenta y a veces balbuceante le delata.

Llegan las seis de la mañana y la circulación es casi mínima. Se levanta el control con 150 pruebas realizadas y ocho conductores sancionados por alcohol. Las dos pruebas por drogas han dado negativo.

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