Crítica

Apoteosis

El reencuentro de Los Planetas con Barcelona en la Sala Apolo fue alegre y triunfal, ilusionante tanto para el grupo como para sus fans

Había que estar allí, en la sala, y vivirlo. Se veía, pero era casi más sencillo sentir toda aquella alegría dejándose llevar por las gargantas de quienes alzando los brazos bramaban “y estamos bajo el agua / y estamos bajo el mar / pues se hace más difícil respirar” mientras J pulía esas palabras de Toxicosmos con su dicción meridional viendo cómo la sala, llena, se iba volando tras su canción como una cometa con el simún tras ella. El reencuentro de Los Planetas con Barcelona fue así de alegre y triunfal, así de ilusionante tanto para el grupo como para sus seguidores, repartidos po...

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Había que estar allí, en la sala, y vivirlo. Se veía, pero era casi más sencillo sentir toda aquella alegría dejándose llevar por las gargantas de quienes alzando los brazos bramaban “y estamos bajo el agua / y estamos bajo el mar / pues se hace más difícil respirar” mientras J pulía esas palabras de Toxicosmos con su dicción meridional viendo cómo la sala, llena, se iba volando tras su canción como una cometa con el simún tras ella. El reencuentro de Los Planetas con Barcelona fue así de alegre y triunfal, así de ilusionante tanto para el grupo como para sus seguidores, repartidos por un espectro de edades que también habló, tímidamente, de renovación generacional. Un concierto en el que se cantaba o se parecía un turista.

LOS PLANETAS

Sala Apolo

Barcelona, 22 de mayo de 2015

Dos horas estuvo la sala entregada, desde los iniciales temas más aflamencados que han marcado la última época del grupo hasta el generoso paseo por el jardín de éxitos que riega la banda a base de melodías que discurren perezosas, ajenas a la tormenta de distorsión y ritmo que en realidad son su cauce, acunadas por la voz deshilachada que guía las canciones en sus altibajos de electricidad. Esos vaivenes, esa explosión del estribillo, se saben, se esperan y se reiteran ofreciendo los mismos resultados que en un niño la repetición de una actividad cuyo previo conocimiento la carga con aún más placer. Ocurre con toda la música popular, pero como con Los Planetas hay bastante más ruido que en una jota, el abandono del público a su disfrute, además de comunal, resulta catártico. De ahí la imposibilidad de mantenerse ajeno a lo que ocurría en Apolo. Lo contrario hablaría de un Noé seco en lo más crudo del diluvio.

Y si encima las letras mantienen un punto costumbrista, reconocible como propio y cercano, la identificación entre banda y público es completa. Venas marcadas en cuellos intentando sumarse a la tormenta de electricidad gritando “después de haberme llevado toda la noche de jarana... me vengo a purificar debajo de tu ventana”, parte del fandango Ya no me asomo a tu reja que recoge la sabiduría de Enrique Morente. Y encima hubo las canciones de juventud perfil Segundo premio o Un buen día, defendidas por una banda que suena arrasadora y que vivió una noche plena ante un público que cuenta los días para volver a desgañitarse con Los Planetas.

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