ROCK Luna

Una dulce reconciliación

El cuarteto de Dean Wareham recupera la química con un concierto vigoroso y distendido, pero sin visos de repertorio nuevo

En los prolegómenos siempre residió parte del encanto de los reencuentros, y los de Luna no fueron buenos. Anhelante como estaba la parroquia en el Teatro Lara por saludar al cuarteto tras casi una década en el limbo, se encontró por sorpresa con los londinenses Flowers, trío de rock melódico rudimentario y etérea voz femenina en el que la cantante maneja un bajo mutilado, de solo una cuerda, lo que en la clasificación de las ridiculeces ocupa una posición destacada. Puede que no fuese la mejor manera de hacerse esperar, pero los redivivos Luna nos sacudieron este lunes la modorra con un conci...

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En los prolegómenos siempre residió parte del encanto de los reencuentros, y los de Luna no fueron buenos. Anhelante como estaba la parroquia en el Teatro Lara por saludar al cuarteto tras casi una década en el limbo, se encontró por sorpresa con los londinenses Flowers, trío de rock melódico rudimentario y etérea voz femenina en el que la cantante maneja un bajo mutilado, de solo una cuerda, lo que en la clasificación de las ridiculeces ocupa una posición destacada. Puede que no fuese la mejor manera de hacerse esperar, pero los redivivos Luna nos sacudieron este lunes la modorra con un concierto vigoroso y distendido, estimulante como una conversación retomada con esos amigos a los que solo la abulia nos impide frecuentar. La banda recuperó la vieja química y acreditó un nivel instrumental elevadísimo, charló con el público, concedió alguna petición y entregó cuatro bises cuando solo había previsto dos, aunque dejó en el aire la más elemental de las preguntas. “¿Qué hay de un disco nuevo?”, inquirió una voz entre las butacas. Y Dean Wareham solo rompió su incómodo silencio para responder: “¿Qué?”.

A Wareham se le sigue escuchando menos de lo debido, según esa absurda fórmula de ecualización indie, y es una lástima: esa voz suya de gato que maúlla, entre Lou Reed y Tom Verlaine (con ramalazos de Robyn Hitchcock), constituye una atractiva seña de identidad. Tanto como la amenísima guitarra de Sean Eden, propensa a las filigranas con los arpegios desde la inaugural Chinatown, pero también capaz de encabritarse en Friendly advice. La sección rítmica resultó fantástica, con una inspirada Britta Phillips y Stanley Demeski convertido en un metrónomo con baquetas.

Luna acreditó así una dulce reconciliación. Revivimos, en efecto, su sabio instinto melódico, la holgura en los desarrollos y los solos nada pedantes. Reinstalados en un terreno confortable, falta ahora saber si afrontan nuevos retos o se conforman con ejercer como buenos colegas.

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