POP Ben Watt

Esperando a la primavera

El que fuera mitad de Everything But The Girl escribe preciosas canciones tristes mientras se esfuerza por encontrar argumentos para el optimismo

Hemos escuchado tan pocas veces cantar a Ben Watt que casi nos olvidábamos de la belleza de su voz. Y merece la pena reivindicarlo también como jefe de filas, puesto que su solvencia como autor acumula ya tres décadas fuera de duda. Hubo de enfrentarse el londinense este jueves a un Teatro Lara extrañamente despoblado, quién sabe si porque los despistados no reparasen en que nos encontrábamos ante la mitad de Everything But The Girl. Pero esa garganta tristona y melancólica, como de reincidencia en los chubascos, es óptimo abrigo para un repertorio sustancial: canciones de construcción clásica...

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Hemos escuchado tan pocas veces cantar a Ben Watt que casi nos olvidábamos de la belleza de su voz. Y merece la pena reivindicarlo también como jefe de filas, puesto que su solvencia como autor acumula ya tres décadas fuera de duda. Hubo de enfrentarse el londinense este jueves a un Teatro Lara extrañamente despoblado, quién sabe si porque los despistados no reparasen en que nos encontrábamos ante la mitad de Everything But The Girl. Pero esa garganta tristona y melancólica, como de reincidencia en los chubascos, es óptimo abrigo para un repertorio sustancial: canciones de construcción clásica y perfecta que se enriquecen con las pinceladas eléctricas de Bernard Butler, ex guitarrista de Suede.

El chico de aspecto frágil y lánguido ha cultivado una canción culta, con amplios recorridos armónicos y citas a Brasil o Stan Getz. El jueves recuperó The road, el tema de EBTG en el que colaboró el saxofonista, y alguna pieza de North marine drive, aquel casi ignoto disco escrito con 19 años y en el que los guiños de bossa en Some things don’t matter son antecedente claro de Each and every one. Pero casi todo el repertorio se centró en Hendra, álbum afligido y precioso que el tiempo acabará situando entre lo mejor de 2014.

Watt se ha erigido en un cronista de congojas y decadencias que también refleja ese testarudo empeño del ser humano por levantar cabeza. Él mismo sufrió una gravísima enfermedad autoinmune y algunas canciones se refieren a su padre, alcohólico y depresivo, o a esa hermana fallecida hace tres años por un cáncer fulminante. Pero incluso así, el “estúpido corazón” anhela un atisbo de esperanza (The heart is a mirror) y repite como un mantra, quién sabe si en vano: “Debes tener fe en la primavera” (Spring). Y así, esperando a la primavera, nos dejó este maestro en supervivencias.

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