El glamur y la fuerza lírica de Anna Netrebko entusiasma al Palau

La soprano derrochó tanto carisma que el público, rendido a sus pies, suspiraba de emoción

La diva austro-rusa Anna Netrebko, anoche en el Palau de la Música.Antoni Bofill

Pocas divas son capaces de encender hoy en día la pasión mitómana con la intensidad de la soprano austro-rusa Anna Netrebko, la estrella mediática que marca el compás en el actual panorama operístico. Puro glamur y auténtico carisma vocal en escena que anoche, en su debút en el Palau de la Música, conquistó al público en el concierto lírico más esperado de la temporada. En muy buena forma vocal, derrochó expresividad y sentido del drama con una voz lírica de excepcional belleza, luminosa, cálida y muy expresiva.

No ha sido su primera actuación en Barcelona: el pasado enero deslumbró en ...

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Pocas divas son capaces de encender hoy en día la pasión mitómana con la intensidad de la soprano austro-rusa Anna Netrebko, la estrella mediática que marca el compás en el actual panorama operístico. Puro glamur y auténtico carisma vocal en escena que anoche, en su debút en el Palau de la Música, conquistó al público en el concierto lírico más esperado de la temporada. En muy buena forma vocal, derrochó expresividad y sentido del drama con una voz lírica de excepcional belleza, luminosa, cálida y muy expresiva.

No ha sido su primera actuación en Barcelona: el pasado enero deslumbró en su debut en el Liceo, interpretando el papel estelar de Iolanta, de Chaikovski, en una versión de concierto dirigida por Valeri Gergiev, que la convirtió en la estrella más cotizada del teatro Mariinski de San Petersburgo. Y en su debut en el templo modernista, con las entradas agotadas desde hace siete meses —en mayo canceló por enfermedad su concierto de presentación en el Palau— se respiraba el ambiente de los grandes días, con un público entregadado de antemano. Y no defraudó a lo largo de un concierto de arias y dúos de ópera acompañada por el tenor Yusif Etvazov, su actual pareja, y la Orquestra Simfònica del Vallès, bajo la dirección de Massimo Zanetti.

Netrebko combinó en el programa arias de tres famosas óperas de Giuseppe Verdide varios títulos representativos del verismo italiano. La fuerza lírica verdiana reinó en la primera parte, que abrió la orquesta catalana con la brillante, aunque demasiado trillada, obertura de La forza del destino. Con el ambiente caldeado, deslumbrante, la diva rusa salió a por todas y puso el listón en lo más alto con una estremecedora interpretación de la primera gran escena de Macbeth, en la que exploró la psicología de la malvada Lady Macbeth con una paleta vocal de fascinantes colores, un fraseo incisivo y acentos dramático que encandilaron al público. Atronaron los aplausos y los bravos y partir de ese momento, el concierto fue un paseo triunfal para la diva.

Como es habitual en estos programas, mientras la estrella se tomaba un respiro la orquesta, dirigida con seguro oficio y conocimiento del repertorio por Massimo Zanetti, entretenía al respetable con piezas de brillo, como el preludio del primer acto de La traviata, o los intermezzi de Manon Lescaut e I Pagliacci en la segunda parte. La Simfònica del Vallès se entregó a fondo y los solos del concertino y el violonchelo solista fueron impecables, pero, no nos engañemos, lo que todo el mundo quería era disfrutar con la voz y el temperamento de Netrebko; y la soprano estuvo radiante en la primera aria y cabaletta de Leonora de Il trovatore, buscando colores y acentos incisivos que recordaron por su sentido teatral la huella de la legendaria Maria Callas.

La diva más cotizada del planeta lírico aprovechó el concierto barcelonés para presentar como artista invitado al tenor de Azerbaiyan Yusif Eyvazok, con el que cantó dos imponentes dúos, el del primer acto de Otello, que cerró la primera parte y el apasionado dúo de Manon Lescaut, de Giacomo Puccini, que fue el punto final de una segunda parte consagrada al verismo.

Fiesta verista en la segunda parte: Netrebko destapó los matices más sensuales de su bella voz, rica en colores, y los acentos dramáticos que requiere este repertorio en las más arias de Andrea Chenier, de Umberto Giordano, Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea, y la citada Manon Lescaut. .

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Netrebko estuvo radiante, generosa en la expresión —memorable en Manon Lescaut y en el aria de Rusalka, de Dvorák, que dio como primera propina—. , en la intensidad de un canto entregado, jugoso en matices, colores y sentido del drama: derrochó tanto carisma que el público, rendido a sus pies, suspiraba de emoción y placer lirico tras cada una de sus intervenciones, y eso es algo que solo consiguen las grandes divas.

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