Profanación de Luis Lucia

En su despedida orgánica el pasado martes, Juan Cotino se esforzó ante los suyos en exhibir el libro En estas horas de transición, de Luis Lucia, el fundador de la Derecha Regional Valenciana, como si se tratase de una pancarta o, mejor aún, de una trinchera. La escenificación de esta alegoría tan sugerente quizá persiguiera un efecto doble.

Por una parte, Cotino, forzaba un indigerible paralelismo entre su final como activo en el partido y el penoso proceso que sufrió Lucia y que Vicent Comes definió como “la soledad de un incómodo”. Por la otra, la referencia a la Derecha Reg...

En su despedida orgánica el pasado martes, Juan Cotino se esforzó ante los suyos en exhibir el libro En estas horas de transición, de Luis Lucia, el fundador de la Derecha Regional Valenciana, como si se tratase de una pancarta o, mejor aún, de una trinchera. La escenificación de esta alegoría tan sugerente quizá persiguiera un efecto doble.

Por una parte, Cotino, forzaba un indigerible paralelismo entre su final como activo en el partido y el penoso proceso que sufrió Lucia y que Vicent Comes definió como “la soledad de un incómodo”. Por la otra, la referencia a la Derecha Regional Valenciana y al libro en el que Lucia sentó la idea de un partido regional que sumara aportaciones frente a un partido monolítico central, era una navaja abierta y desafiante hacia un PP en proceso de desmoronamiento electoral.

Cotino, pese al amago de haber estado inspirando su discurso en las reflexiones del político aplastado por las dos Españas, no estaba haciendo un homenaje a Lucia, sino preocupándose por lo suyo instrumentalizando a la que fue una de las figuras más sólidas de la política valenciana. No es la primera vez que a Lucia le roban la cartera (el fundador de los Legionarios de Cristo ya le plagió el libro de salmos Salterio de mis horas).

Lucia y Cotino son agua y aceite, el día y la noche. El primero tuvo un gran respeto a las instituciones y a la legalidad, hasta el punto que arruinó su propia carrera política por ello. No hay manera de establecer una relación armónica entre ambos sin cometer fraude.