Caño Roto, escenario de cine

Un proyecto de Matadero busca que los vecinos retraten el barrio en un documental cantado

Momento de la grabación del videoclip en Caño Roto.samuel sánchez

Graban a pleno sol, desde las cinco de la tarde hasta que comienza a caer la noche y Caño Roto vuelve a la vida. "¡Olé! Sois los del videoclip", les reconoce un niño cuando el objetivo le encuentra en una de las plazoletas. En este rincón al sur de la capital, en Carabanchel, muchos ya saben que sus calles y sus portales son estos días escenario de un rodaje, el del proyecto K de Kalle: un documental colectivo que pretende que sean los vecinos del barrio, de 17.000 habitantes, quienes pinten su propio retrato audiovisual.

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Graban a pleno sol, desde las cinco de la tarde hasta que comienza a caer la noche y Caño Roto vuelve a la vida. "¡Olé! Sois los del videoclip", les reconoce un niño cuando el objetivo le encuentra en una de las plazoletas. En este rincón al sur de la capital, en Carabanchel, muchos ya saben que sus calles y sus portales son estos días escenario de un rodaje, el del proyecto K de Kalle: un documental colectivo que pretende que sean los vecinos del barrio, de 17.000 habitantes, quienes pinten su propio retrato audiovisual.

La música de Juan Carlos, Adrián y Dani, tres jóvenes que forman el grupo de rap ZuloStudio, es el hilo conductor de la historia, en un barrio que ya tiene sonido propio, aunque no de hip hop, sino de flamenco. Caño Roto surgió en los años cincuenta como un poblado de vivienda barata, cuyo objetivo era ordenar la inmigración masiva que llegaba del campo a la ciudad. Con una numerosa población gitana, allí vivieron Los Chorbos, el grupo del que después saldría Manzanita. En los setenta publicaron su primer álbum, titulado Sonido Caño Roto, una mezcla de flamenco con pop, rock y funk que también pondrían en práctica Las Grecas para reivindicar una nueva generación gitana, nacida en la ciudad.

El proyecto K de Kalle reivindica también a través de la música. "Es un documental cantado o un videoclip largo", explica David Arenal, uno de los fundadores del grupo Cine sin Autor, que lleva desde 2005 creando películas colectivas, donde sus protagonistas deciden qué crear y cómo mostrarlo. Su intención es impulsar procesos de creación horizontal para retratar a personas y grupos ajenos a las producciones audiovisuales.

La idea cuenta con el apoyo de Intermediae, el laboratorio de ideas de Matadero, que pone en marcha proyectos artísticos que fomenten la participación. Esta vez ha situado el foco en este barrio tildado de marginal, zona conflictiva y de tráfico de drogas. K de Kalle es "la sinautoría al servicio del genuino autorelato cantado, contado y filmado de un barrio mil veces retratado desde fuera". Los chicos de ZuloStudio asumen ese objetivo. "Queremos contar que Caño Roto también tiene cosas buenas, gente de buena fe y con ganas de trabajar", explica Juan Carlos, mientras se dirigen a una de las localizaciones.

Papel en mano, van de un lado a otro con ideas de escenas que quieren grabar: sus amigos practicando skate en una plaza, el reparto de comida en la parroquia, los niños que juegan con mangueras en las calles para escapar del calor. "Nos inspira el barrio, las escenas que vemos cada día, como los señores mayores jugando a la petanca en el parque", cuenta Adrián. La cámara captura a dos de sus amigos reparando su coche, bajo la atenta mirada de una pareja de policías municipales que, tras advertirles para que lo bajen de la acera, deciden quedarse. "El pan de cada día", dice Daniel, señalando a los agentes.

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Quieren huir de la estética tradicional de los videoclips de hip hop, plagados de cadenas de oro y mujeres exuberantes, para reivindicar la historia real de las calles por las que pisan cada día. Por eso los rostros de sus amigos, de sus padres, de sus vecinos, se suceden delante del objetivo. Lo encaran durante diez segundos en lo que llaman "entrevistas silenciosas": lo que el personaje tenga que decir, lo dice con sus ojos. En una calle estrecha, con un muro grafiteado de fondo, Juan Carlos le sostiene la mirada a la cámara. Al doblar la esquina, los bloques de pisos conviven con hileras de casitas de dos alturas. Las llaman domingueras porque fueron las propias familias llegadas del campo quienes las construyeron, precisamente los fines de semana.

La idea, que utiliza como guía la música de un grupo de rap, quiere mostrar lo mejor del barrio

El local de la Asociación de Vecinos de Los Cármenes es el punto de encuentro para las dos patas de la historia, la música y la imagen. Allí, en un pequeño "zulo", el grupo lleva cinco años componiendo y grabando sus temas. Fue Carabancheleando, una plataforma vecinal que analiza el impacto de la crisis en las periferias, quien les puso en contacto con Cine sin Autor. "Estaban aquí, de forma muy discreta, pero con una mirada muy particular sobre Caño Roto", señala David Arenal. Se reúnen una vez a la semana para planificar qué van a hacer, antes de salir a la calle con la cámara al hombro. Solo llevan dos sesiones de rodaje y, aunque piensan seguir grabando hasta otoño, ya tienen las bases musicales, las primeras letras y la introducción hecha.

El rodaje de K de Kalle se concentra en el perímetro que marcan la vía Carpetana, la avenida de Nuestra Señora de Valvanera y la calle de Gallur, los límites del barrio. No hay director, por lo que todas las decisiones se toman en conjunto. Qué grabar, dónde, qué tomas elegir e incluso el montaje. La participación de los vecinos también es fundamental. Mientras caminan por Caño Roto, Juan Carlos les aborda para convencerles de que participen y capturar así sus historias: "Estamos haciendo un videoclip sobre el barrio, ¿le importa si le grabamos?". Una vez que tengan material suficiente, la idea de Cine sin Autor es mostrarlo en una asamblea abierta. "Queremos que opinen y que aporten. Esto no es un proyecto en el que un director llega a un lugar y plasma su mirada. Esta es la mirada del barrio", apunta David Arenal.

La creación, pero también la distribución y los beneficios que pueda generar serán cosa de los retratados. Aunque, de momento, casi todo está en el aire; ni siquiera han decidido la duración del documental. El rodaje, simplemente, "fluye" entre las rimas y las bases de rap.

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