Música para la piel

Jack Johnson, Macklemore y Kusturica triunfan en la segunda jornada del Cruïlla

Emir Kusturica con su No Smoking Orchestra durante su actuación en el Cruilla de Barcelona.albert garcia

Los placeres epidérmicos no dejan huella, pero resultan muy agradables. Esos placeres, música entretenida que se consume con la alegría de desenvolver un regalo, marcaron la segunda jornada del Cruïlla, festival que vio aumentar la cantidad de público con respecto a la jornada precedente y de igual manera fue visitado por una asistencia que también pareció más joven y que ya se encontraba en el recinto a hora más temprana que en la tarde del viernes.

Sin duda la presencia de Jack Johnson cuando oscurecía y de Macklemore más tarde fueron la causa de esa variación ambiental, que dio a Cru...

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Los placeres epidérmicos no dejan huella, pero resultan muy agradables. Esos placeres, música entretenida que se consume con la alegría de desenvolver un regalo, marcaron la segunda jornada del Cruïlla, festival que vio aumentar la cantidad de público con respecto a la jornada precedente y de igual manera fue visitado por una asistencia que también pareció más joven y que ya se encontraba en el recinto a hora más temprana que en la tarde del viernes.

Sin duda la presencia de Jack Johnson cuando oscurecía y de Macklemore más tarde fueron la causa de esa variación ambiental, que dio a Cruïlla argumentos para seguir porfiando por un modelo de festival abierto y variado. Imelda May y Emir Kusturica con su No Smoking Orchestra fueron también responsables de aumentar los sabores de este enorme gazpacho que la asistencia paladeó con notables signos de satisfacción.

Más público y menos sustancia musical. La dualidad que el Cruilla ha de gestionar

Degustar a Jack Johnson no es difícil, ya que su música es como esa foto bonita que hasta al más patán de los aficionados le sale una vez en la vida, una foto hermosa de cataratas, de nubes o de la misma luna llena que iluminaba la noche del Fórum. Son fotos de belleza tan explícita como consabida, no hay nada más de lo que se ve, no hay más lecturas que la evidente ya que no son fruto de una mirada intencionada sino de una belleza que estaba allí antes de la mirada. Esta mirada no construye. Johnson, un chico simpático que hace música agradable sin más, tampoco, pues es ese fotógrafo que todos llevamos dentro, y su cancionero una colección de imágenes que sirven para acompañar un atardecer en la playa ilustrando campañas publicitarias sobre las ventajas de la juventud. Bonito, reiterativo y soso. A la cuarta catarata sólo hay agua.

El otro gran triunfador de la noche fue el recitador Macklemore, que concitó la atención de las jóvenes allí presentes. No es guapo, su rostro recuerda al de Boris Becker con la mirada de Jim Kerr, pero mezcla con tino pop y hip-hop, lleva un espectáculo de nivel, con bailarines, instrumentistas, serpentinas, confetis, fuego y humo, tiene lengua de tombolero colocando su “chochona”, y cuenta con varios estribillos afortunados.

Ingredientes para triunfar en la epidermis que en el Cruïlla encontraron su contexto. No como Imelda May, esta irlandesa que evoca música de época, rock and roll y rockabilly, pero que pierde algo de gas fuera de una sala, lugar que parece su hábitat natural. La juerga balcánica de Kusturika con su orquesta fue otro de los momentos de la noche, aunque quedó lejos del desparrame organizado por Goran Bregovic hace unos años en el mismo lugar. En suma, que la segunda jornada del Cruïlla tuvo menos sustancia musical pero más público. La eterna dualidad que el festival ha de saber gestionar.

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