Ni un aplauso nacionalista

Urkullu y Mas explicitan su desapego al discurso de Felipe VI

El discurso de Felipe VI ha dejado hieráticos a Iñigo Urkullu y Artur Mas, los dos presidentes autonómicos que conviven su alma nacionalista en un Estado español que no les convence. Esta ha sido su intencionada reacción al mostrarse con las manos cruzadas y negando el mínimo aplauso siquiera de cortesía al compromiso con el nuevo tiempo que el Rey ha ofrecido. Al menos, han acudido al protocolo posterior de saludo a los Monarcas junto al resto de asistentes a la sesión de las Cortes.

Con su gesto que nadie obvia, estos dos presidentes se profesan ausentes del nuevo tiempo que se propon...

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El discurso de Felipe VI ha dejado hieráticos a Iñigo Urkullu y Artur Mas, los dos presidentes autonómicos que conviven su alma nacionalista en un Estado español que no les convence. Esta ha sido su intencionada reacción al mostrarse con las manos cruzadas y negando el mínimo aplauso siquiera de cortesía al compromiso con el nuevo tiempo que el Rey ha ofrecido. Al menos, han acudido al protocolo posterior de saludo a los Monarcas junto al resto de asistentes a la sesión de las Cortes.

Con su gesto que nadie obvia, estos dos presidentes se profesan ausentes del nuevo tiempo que se propone Felipe VI dentro del marco constitucional y explicitan su disensión con un modelo de Estado que no comparten porque lo consideran agotado. Tampoco se preveía muy diferente la verdad habida cuenta del sentimiento político que profesan, pero quizá se lo puedan exigir el resto de vascos y catalanes que no comparten sus mismos anhelos nacionalistas y a quienes, sin embargo, también han representado desde la tribuna de invitados.

Más allá de las despedidas en las distintas lenguas, Felipe VI no ha eludido que entre los retos de su reinado figurará el modo de armonizar la convivencia sobre el reconocimiento expreso de que "unidad no es uniformidad". Pero ahora mismo suena insuficiente para la cota reivindicativa en la que se han situado Cataluña, especialmente, y Euskadi en voz baja.

No obstante, es a partir de ahora cuando, en realidad, adquirirá virtualidad el discurso programático del nuevo Rey, en especial esa invitación explícita a la clase política para que reaccione ante las nuevas exigencias sociales, donde ha incluido la diversidad como expresión de fortaleza. No parece, en cambio, que esta convicción ilusione al nacionalismo catalán y vasco, rotundo en su exigencia de que debe acometerse, como mínimo, un nuevo marco de bilateralidad. Quizá así se explique más fácil la inexpresividad de Urkullu y Mas.

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