Análisis

El partido menguante

El PSC debe aprender a sobrevivir con su nuevo pequeño tamaño

El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), formación que gobernó la Generalitat, que tuvo en sus manos los principales Ayuntamientos, que dirigió Diputaciones y consejos comarcales, no encuentra quien lo dirija. El partido que lo fue casi todo, que hegemonizó junto a CiU el panorama político catalán, decrece a pasos agigantados. Como Scott Carey, protagonista del film El increíble hombre menguante, el PSC debe responder a la pregunta fundamental: ¿quién soy?

Y sabe que no es el partido que con Pasqual Maragall (52 diputados) batió en número de votos a CiU en dos ocasiones —...

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El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), formación que gobernó la Generalitat, que tuvo en sus manos los principales Ayuntamientos, que dirigió Diputaciones y consejos comarcales, no encuentra quien lo dirija. El partido que lo fue casi todo, que hegemonizó junto a CiU el panorama político catalán, decrece a pasos agigantados. Como Scott Carey, protagonista del film El increíble hombre menguante, el PSC debe responder a la pregunta fundamental: ¿quién soy?

Y sabe que no es el partido que con Pasqual Maragall (52 diputados) batió en número de votos a CiU en dos ocasiones —1999 y 2003—. Ahora es más modesto con sus 20 diputados. Pocos y mal avenidos, porque los críticos están demandando una posición más clara y de conjunción con los partidos soberanistas sobre el derecho a decidir.Mientras, el sector mayoritario se debate por encontrar un espacio entre el soberanismo y la propuesta federal del PSOE. Como Scott Carey, el PSC debe ser consciente de su pequeño tamano y aprender a sobrevivir con sus nuevas dimensiones.

Más allá de la crisis que afecta a la socialdemocracia europea, dos elementos han contribuido a acelerar su pérdida de peso político: la actual crisis económica y el debate soberanista catalán. Un dirigente de CiU aseguraba en privado recientemente que, a pesar de sus políticas de recortes y ajuste presupuestario, la oposición del PSC estaba inexplicablemente desaparecida. En contadas ocasiones, los socialistas catalanes apenas se han erigido en punta de lanza contra la política de contención del gasto que multiplica las listas de espera sanitarias o recorta las ayudas a los dependientes. Con alguna honorable excepción —como la batalla contra el tijeretazo de la renta mínima de inserción—, el PSC ha estado desaparecido. A los socialistas les ha surgido competencia por la izquierda —Iniciativa o CUP— y por el mismísimo centro izquierda, Esquerra Republicana. Todo ello en una Cataluña en la que el 57,6% de la población es partidario de que la autonomía se convierta en un Estado y que ve en la indepedencia una solución a la crisis, según la última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió, el CIS catalán.

CiU ha sabido sumarse a la ola soberanista y, a pesar de sus pérdidas electorales, no ha sido engullida por el tsunami. El PSC trata de nadar contra la corriente mayoritaria y mantener los puentes entre Cataluña y el resto de España. Hasta la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de 2010 ese era un caladero seguro de votos. Ahora ha dejado de serlo. Eso explica los miedos en los dirigentes del PSC. Nadie quiere ser el líder de un partido jibarizado. Núria Parlon, la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, dio el paso adelante, pero tardó poco en retirarse. Los socialistas quieren manter sus alcaldías en Cataluña y eso exige no diversificar esfuerzos.

Muchos dirigentes del PSC opinan que la nueva situación demanda de un buen conocedor del partido. Por eso ven en la candidatura de Miquel Iceta el liderazgo de un experimentado capitán, capaz de mantener el rumbo a pesar de la galerna. El problema será saber qué quedará del barco y cuántos supervivientes llegarán a puerto.

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