análisis

El primer aviso

Con el éxito de esta marcha, Euskadi interioriza el derecho a decidir

Euskadi no es Cataluña. Es verdad, pero con la misma convicción se puede asegurar que el Gobierno Rajoy cometería otro error si volviera a analizar la multitudinaria expresión de este domingo del ansia soberanista vasca con la misma displicencia que otorgó a la cadena humana catalana.

Más allá de las significativas cifras de asistentes -que también-, el valor intrínseco de las manos unidas entre Durango y Pamplona habría que encontrarlo en la gestación de una marcha que entronca con una...

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Euskadi no es Cataluña. Es verdad, pero con la misma convicción se puede asegurar que el Gobierno Rajoy cometería otro error si volviera a analizar la multitudinaria expresión de este domingo del ansia soberanista vasca con la misma displicencia que otorgó a la cadena humana catalana.

Más allá de las significativas cifras de asistentes -que también-, el valor intrínseco de las manos unidas entre Durango y Pamplona habría que encontrarlo en la gestación de una marcha que entronca con una voluntad popular sin el acento partidista como escaparate. Claro es que las formaciones soberanistas han alentado estratégicamente esta reivindicación, pero lo han hecho desde el silencio comprometido para que así se proyecte con mayor acento político que la exigencia del derecho a decidir brota desde abajo.

Es ahí, en la génesis de la convocatoria, donde debería fijarse el Gobierno central para entender el calado de este aviso. A tal punto ha ido calando el aldabonazo de esta estrategia que el PNV se ha visto obligado finalmente a no volverle la espalda como era su inicial atención. Para regenerar su apuesta por un nuevo marco jurídico sin olvidar los tiempos de la responsabilidad institucional, los nacionalistas han vuelto a combinar el doble juego que supone evitar el compromiso como partido con esta cadena humana, pero significarse de pleno con la presencia de su presidente, Andoni Ortuzar.

Con el éxito de esta marcha, Euskadi interioriza el derecho a decidir. De momento, claro, sin estridencias y, sobre todo, sin urgencias. Pero situándolo mucho más allá del debate entre partidos que hasta ahora el PNV pretende acotar a la ponencia parlamentaria del autogobierno: en la calle. Precisamente donde la izquierda soberanista siempre ha querido que brote esta exigencia. Y lo ha hecho, además, en un contexto de efervescencia política a partir de los efectos colaterales del 25-M, la abdicación del Rey Juan Carlos y de las expresiones a favor de un referéndum sobre el modelo de Estado.

Con la expresiva fotografía de las miles de manos entrelazadas entre Durango y Pamplona, EH Bildu recarga fácilmente su discurso para comprometer al PNV a que acelere los ritmos que tiene estipulados para abordar acompasadamente su proyecto de nuevo estatus político, de una nueva relación entre Euskadi y el Estado español. Del tacto de Urkullu, pero también de la voluntad de Rajoy, dependerá qué le separa a Euskadi de Cataluña.

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