POP-ROCK

El funámbulo y el Parkinson

Joan Colomo presenta "La fília i la fóbia", su último disco

Inicia su paseo por el alambre titubeante. Desde el comienzo. Los pasos no parecen seguros, dando siempre la sensación de que al siguiente resbalará y se precipitará al vacío. Pero la indecisión se revierte y el pie acaba apoyándose en el alambre, lo que permite al equilibrista seguir caminando, aunque no precisamente con firmeza y seguridad, sino siempre trasmitiendo que sí, que el siguiente paso provocará el resbalón que dará con el artista en el suelo. Joan Colomo es ese funámbulo con Parkinson que una vez ha concluido su paseo por el alambre ilumina en la conciencia de sus seguidores que t...

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Inicia su paseo por el alambre titubeante. Desde el comienzo. Los pasos no parecen seguros, dando siempre la sensación de que al siguiente resbalará y se precipitará al vacío. Pero la indecisión se revierte y el pie acaba apoyándose en el alambre, lo que permite al equilibrista seguir caminando, aunque no precisamente con firmeza y seguridad, sino siempre trasmitiendo que sí, que el siguiente paso provocará el resbalón que dará con el artista en el suelo. Joan Colomo es ese funámbulo con Parkinson que una vez ha concluido su paseo por el alambre ilumina en la conciencia de sus seguidores que todo, incluso los resbalones, forman parte de su espectáculo. Una ruleta rusa, eso es un concierto de Colomo, el cantautor que no lo parece.

Joan Colomo

Apolo

8 Mayo 2014

Presentaba su último trabajo, La fília i la fóbia, una colección de canciones variadas –interpretadas en su práctica totalidad-, donde frases aparentemente sólo ingeniosas “todavía no me sale barba/ pero ya me estoy quedando calvo”, esconden miradas muy intencionadas, siempre cargadas de vitriolo. Porque Colomo es como un niño al que se le permite, por su condición infantil, decir verdades agrias que en el caso de escocer, el receptor, en un gesto de defensa, puede descafeinar atendiendo a que las pronuncia un crío. Ese eterno crío que juega con la música como si fuese un Lego sin limitaciones de formas y colores.

El resultado son conciertos como el del jueves en la noche, divertidos, distendidos, juguetones y mezcla de rock, pop, psicodelia, baladas, sonidos descacharrados, interpretaciones acústicas, tormentas de intensidad y letras chispeantes defendidas por una voz frágil que entre canción y canción improvisaba reflexiones sobre el gazpacho, el salmorejo y la función de los bordones en una batería, que por cierto se habían roto. Todo ello para evidenciar que este artista que en ocasiones pierde el hilo se toma en serio en su justa medida, la estrictamente necesaria para que nada sea a la postre una simple nadería. Un talento en aparente equilibrio inestable. El funámbulo que parece tembloroso porque no le importaría serlo, no porque los sea.

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